La memoria histórica encontró en el cómic un espacio de expresión mucho antes de que el propio concepto se generalizase en nuestro lenguaje: ya en 1977, Carlos Giménez comenzaba en Paracuellos un relato que tejía los recuerdos personales con una realidad histórica de la posguerra nunca contada. Su obra abrió un camino en el que parecía que el anclaje de la memoria íntima sería necesario en la traducción de viñetas, como demostraron trabajos posteriores de autores como Miguel Gallardo, Sento o Antonio Altarriba y Kim, pero la aceptación del cómic como lenguaje válido para la no ficción, desde el reportaje periodístico al ensayo, ha favorecido la creación de nuevas posibilidades para el análisis de nuestro pasado reciente desde las posibilidades de la narración gráfica.
Cómics como los firmadas por Paco Roca o el guionista Pepe Gálvez han ido abriendo camino para abordar la memoria histórica desde nuevas perspectivas donde lo gráfico aporta un componente significativo para el ensayo. Sin embargo, quedaba un paso que dar: el diálogo necesario entre la investigación histórica previa y el cómic. Trasladar la larga tradición de la adaptación literaria al campo del ensayo ya es una realidad y en particular la memoria histórica ha sido abordado con éxito por el dibujante José Pablo García con las obras de Paul Preston. Tras adaptar La guerra civil española (Debate) y Muerte de Guernica (Debate), llega a ahora a la biografía canónica escrita por el hispanista en 1993, Franco: Caudillo de España.
Con el escueto título de Franco, el dibujante malagueño aprovecha la experiencia previa y la extraordinaria plasticidad gráfica que había demostrado en otros títulos como Joselito (Reino de Cordelia), para sintetizar desde el lenguaje de la imagen el trabajo de Preston sin perder ni un ápice de rigurosidad. García no cae en el error de pensar la historieta como una dulcificación de la palabra para hacer más accesible lo complejo, sino que aprovecha el potencial de la interpretación gráfica para crear una obra nueva que aborda y permite nuevas lecturas desde la interacción del texto, jugando con el dibujo para que el lector pueda establecer reflexiones diferenciadas. Y evita, por supuesto, el fácil recurso de esconder tras la apariencia del cómic lo que podría ser simplemente un libro ilustrado: el trabajo de García no es una simple decoración de los párrafos de la obra original, sino una estudiada traslación que contribuye a generar nuevos niveles de lectura desde la expresividad de su trazo. El horror de la dictadura franquista, que en el original de Preston queda atemperado por la frialdad de la descripción académica, adquiere en la viñeta todo su potencial. Frente al frío dato histórico de una realidad inapelable, el cómic proporciona una impactante lectura que nos recuerda lo que significa una cifra de muertos, de violaciones, de ejecuciones.
Describir el espanto con la palabra parece que elude la emoción desde la racionalización, pero el dibujo de García nos recuerda que ese miedo tenía caras que gritaban de dolor, que lloraban y morían sin entender qué pasaba. Y, entonces, el sentido de una adaptación gráfica del ensayo de Preston adquiere todo su sentido. Y es ahí donde, además, el sentido de la adaptación adquiere más fuerza, porque el potencial visual del dibujo lo hace una herramienta de valor incalculable en el aula: no es que la historieta sea un medio para jóvenes, es que su naturaleza gráfica encuentra más atractivo entre una generación educada en el poder de la imagen, bombardeada continuamente desde las pantallas.
La obra de Preston y García puede ser un elemento fundamental para entender una época que se quiere blanquear desde la ignorancia de esos datos que el dibujante delinea con su trazo en el dolor de las víctimas. Franco es mucho más que un retrato biográfico riguroso desde la sabida experiencia y conocimiento de Preston, es el retrato del horror del franquismo, de una realidad que nunca debe olvidarse.
Paul Preston / José Pablo García
Debate, 2024
192 páginas. 22,90 euros