Fibras de frutas, leche o madera. Así es como la moda quiere abandonar lo sintético | Moda, futuro y acción


La moda ha empezado a plantarle cara a uno de sus grandes materiales: el plástico. Aunque no lo apreciamos a simple vista ni solemos asociarlo con la ropa, la realidad es que el 64% de los textiles están confeccionados con fibras sintéticas, a menudo procedentes de materiales fósiles. Así lo recoge el último análisis de mercado presentado por Textile Exchange, una organización sin ánimo de lucro que impulsa el uso de materiales más sostenibles en la industria. Porque esa primera elección textil, defienden, determinará la resiliencia de la industria (y del planeta) en el futuro.

El affaire de la moda con el plástico se formalizó en los sesenta, bajo la influencia del pop art y el sueño espacial: las chaquetas de vinilo de Courrèges, los vestidos de PVC de Paco Rabanne, los coloristas abrigos de pelo acrílico de Yves Saint Laurent… Aquel emblema de explosión creativa y rebeldía juvenil, hoy está generando una revolución igual de estimulante para librarse de él. Algas, bambú, flores, ortigas o cáscaras de plátano y cítricos son algunos de los inesperados recursos vegetales que la emprendedora española Regina Polanco, al frente de Pyratex, ha convertido en tejidos tan altamente estéticos como funcionales. “Durante el desarrollo nos apoyamos de laboratorios, universidades e institutos textiles para garantizar la calidad y demostrar que cumplen con propiedades antibacterianas, de secado rápido o el cuidado de las pieles sensibles”, apunta la fundadora que, inspirada en la cosmética, ha conseguido trasladar al textil las propiedades de sus ingredientes naturales.

Con un modelo de producción basado en el I+D y la trazabilidad, el objetivo de Polanco es firme: reemplazar las fibras sintéticas por alternativas naturales, capaces de competir en funcionalidad y durabilidad. “Tejidos como el poliéster generan unos microplásticos al lavar muy difíciles de filtrar que, en consecuencia, acaban en el ecosistema marino”, señala acerca del gran reto que enfrenta la industria. Para revertir las cifras —la Fundación Ellen MacArthur alerta de que el 35 % de los microplásticos que invaden el océano se origina en nuestra lavadora—, firmas como Mara Hoffman, Camper, Mango, Scotch & Soda o Ganni se han sumado a su causa, incorporando sus tejidos a sus colecciones.

¿Cuál es el futuro de las fibras vegetales? Polanco destaca el valor de las fibras procedentes de la agricultura regenerativa: “Plantas como el ábaco o la ortiga siguen unas prácticas de cultivo que mejoran la calidad del suelo, la biodiversidad y el impacto social”. Ya no se trata de mitigar la huella ambiental, sino de buscar un impacto positivo. Por eso, los excedentes y restos agrícolas también se han convertido en un recurso muy atractivo. El caso más conocido es el de Piñatex, una alternativa al cuero desarrollada por la española Carmen Hijosa, a base de filamentos de hojas de piña, procedentes de pequeños campos de cultivo de Filipinas —el tercer productor de piña del mundo—.

“El hecho de que valoremos los residuos y paguemos a los agricultores por extraer las fibras les permite obtener unos ingresos extra y marcar una diferencia real en sus vidas”, defiende la empresaria al frente de Ananas Anam, cuya trazabilidad le permite también asegurar que su tejido esté libre de pesticidas y evitar las emisiones de carbono de la quema agrícola. Piñayarn es su última creación con piña, una lana vegetal de bajo impacto, compostable y biodegradable. Pero no es la única que utiliza la moda para combatir el desperdicio alimentario: la empresa italiana Vegea elabora un cuero vegetal a partir de residuos de la producción de vino, mientras que el fabricante QMilk ha convertido los excedentes lácteos en una suerte de hilo y Allégorie transforma manzanas y mangos en mochilas y carteras. El obstáculo que le falta superar es económico. “Producir de manera responsable supone un coste más elevado, por lo que cambiar la mentalidad e informar al consumidor final es esencial”, asegura Regina Polanco, cuyos tejidos se elevan un 20% sobre el precio de mercado.

La empresa española Pyratex ha sido pionera en el desarrollo de fibras naturales, aunque el alto coste de producir responsablemente sigue siendo una barrera en un mercado todavía lineal.
La empresa española Pyratex ha sido pionera en el desarrollo de fibras naturales, aunque el alto coste de producir responsablemente sigue siendo una barrera en un mercado todavía lineal.Scotch & Soda

Entre este amplio abanico de tejidos naturales, los expertos ven también un futuro prometedor en las fibras celulósicas certificadas. Son textiles renovables procedentes de bosques certificados, cuya producción requiere menores necesidades de agua y contribuyen al almacenamiento de carbono. Aunque en la actualidad apenas abarcan el 7% del mercado, el Consejo de Administración Forestal —organización mundial sin ánimo de lucro dedicada a promover la gestión forestal responsable y sostenible—, prevé que aumentará ante la demanda de materiales ecológicos y biodegradables, e insiste en buscar la certificación FSC (de sus siglas en inglés, Forest Stewardship Council) para garantizar que no contribuyen a la deforestación.

De hecho, cada vez es más frecuente encontrar prendas Tencel en las grandes cadenas. El fabricante austríaco Lenzing ha conquistado a la moda por cumplir ambos requisitos: sus fibras de lyocell y modal Tencel se extraen de la celulosa de madera certificada, mediante un proceso químico cerrado y libre de tóxicos; lo que significa que las sustancias empleadas pueden reutilizarse una y otra vez. El resultado son dos tejidos suaves y resistentes, similares al algodón y al satén, mucho más transpirables y versátiles. Unas propiedades que comparte también la viscosa EcoVero —producida también por Lenzing—, procedente de bosques de madera controlados cercanos a la fábrica; o el acetato de celulosa Naia Renew del fabricante Eastman. Esta fibra incluso ahorra recursos vírgenes, ya que el 60% procede de materiales de desecho o residuos textiles.

Por lo general, la industria transita hacia la sostenibilidad con paso firme, apostando por revisiones más ecológicas de materiales que conoce muy bien: firmas como Inditex, H&M o Mango, han fijado en 2030 la fecha límite para que el 100% de sus materiales sean de origen más sostenible o reciclado. De hecho, el poliéster y la poliamida reciclada han estado en el centro de los diseños y firmas sostenibles que han aparecido en los últimos años: un primer paso para comenzar a desvincularse de la industria del petróleo y contribuir a la limpieza de los océanos.

Entre el sector del lujo, Prada y Gucci comenzaron a lanzar en 2018 colecciones con Econyl, un nylon reciclado del grupo italiano Aquafil, hecho de antiguas redes de pesca, alfombras o plástico industrial. Destacan que puede regenerarse un número ilimitado de veces sin comprometer su calidad, por lo que se convertiría en un gran aliado de la circularidad. Según los datos de Textile Exchange, la producción de poliamida reciclada ha crecido en los últimos años, aunque aún representa tan solo el 1,9% de la producción total de poliamida (el 5% del mercado). Es decir, una cantidad mínima que la industria busca mejorar.

Mucho más significativo ha sido el aumento de poliéster reciclado (rPET), que constituye casi el 15% del mercado, aunque las voces más críticas señalan que no se debería considerar una solución a largo plazo. Desde Sepiia aseguran que, en su caso, “gracias al poliéster reciclado, tenemos una reducción considerable en el uso de agua y energía: nuestras prendas consumen un 99% menos de agua que una de algodón convencional y son neutras en carbono”. Para esta nueva firma, que comercializa prendas inteligentes que no se manchan ni arrugan, el poliéster reciclado también puede ser un tejido circular. De este modo, todas sus prendas son monomateriales y se producen con un hilo de longitud ilimitada para minimizar la emisión de microfibras.

“No existen soluciones perfectas que cubran las complejas demandas de la industria”, apunta el mexicano Adrián López, cofundador de Desserto, una innovadora alternativa al cuero natural a base de cactus y un pequeño porcentaje de biopolímeros. “Nuestros materiales son parcialmente biodegradables debido a su alto contenido orgánico proveniente de plantas, sin embargo, ofrecen una alternativa sumamente más limpia y eficiente que materiales convencionales como el PU, PVC o el cuero”. Crítico con el greenwashing, pone el foco en la cadena de valor que hay tras cada material y la involucración con el proveedor, para garantizar la sostenibilidad y las buenas prácticas. Como él mismo apunta, el problema es actual y requiere actuar con las mejores soluciones. Quizá la industria encuentre el tejido perfecto en el futuro; de momento, este es el mejor camino para garantizarlo.



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