El presidente de Turquía, Recep Tayyip Erdogan (el gran beneficiado del fin del régimen de Bachar El Asad y valedor de los rebeldes que lo derrocaron), ha perfilado este viernes lo que quiere y lo que no en Siria, el país vecino. Se ha ofrecido a ayudar en la redacción de la nueva Constitución y ha dejado claro, en alusión a EE UU, que espera que ningún país apoye a las milicias kurdas en lucha con Ankara. Erdogan ha mencionado al Partido de los Trabajadores del Kurdistán (PKK) ―incluido en los listados de organizaciones terroristas de EE UU y la UE― pero lo equipara a las Unidades de Protección Popular (YPG, por sus siglas en kurdo), aliadas de Washington. “No creemos que, a corto plazo, ninguna potencia siga colaborando con organizaciones terroristas. Los líderes de organizaciones terroristas como el Estado Islámico y el PKK-YPG serán aplastados lo antes posible”, ha dicho a los periodistas en un vuelo de regreso desde Egipto, según las declaraciones difundidas por su oficina.
Mientras Ankara agrupa tropas y artillería en la frontera, un precario alto el fuego ―mediado por Estados Unidos y ampliado hasta el final de esta semana― ha frenado de momento los enfrentamientos entre combatientes islamistas proturcos y los milicianos kurdos, que ya han cedido terreno en un panorama que les deja pocas cartas en la mano. El día 9 ya perdieron la ciudad de Manbij.
Erdogan ha anunciado que su ministro de Exteriores, Hakan Fidan, visitará en breve Damasco para abordar la “nueva estructura” nacional, sobre la que no ha dado detalles. “Vamos a demostrar que ha llegado el momento de neutralizar a esos terroristas para que no nos llegue amenaza alguna desde nuestra frontera sur”, ha añadido.
Las YPG son la espina dorsal de las Fuerzas Democráticas Sirias (FDS), la coalición kurdo-árabe apoyada por Estados Unidos que sigue controlando de facto el noreste del país. El comandante de las FDS, Mazlum Abdi, admite ya tácitamente la nueva relación de fuerzas. En una entrevista difundida este viernes por la agencia Reuters, se ha mostrado dispuesto a que los combatientes kurdos que entraron a Siria para combatir desde otras partes de la región se marchen si así se pacta un alto el fuego con Ankara.
Washington tiene allí 2.000 soldados, más del doble de lo que había anunciado, por un relevo. Precisamente, este viernes, tres altos cargos se convertirán en los primeros representantes oficiales de Estados Unidos en reunirse con las nuevas autoridades sirias, lideradas por Hayat Tahrir al Sham (HTS), un grupo fundamentalista islámico al que mantiene en el listado de organizaciones terroristas, pero que viene moderando sus postulados.
Se trata del asesor de la Casa Blanca en asuntos de Oriente Próximo, Daniel Rubinstein; la responsable de la región en el Departamento de Estado, Barbara Leaf, y el negociador principal para la liberación de rehenes, Roger Carstens. Este último se encargará de negociar la liberación de los estadounidenses en paradero desconocido. Principalmente, de Austin Tice, un periodista y exmarine secuestrado en 2012, cuando cubría la guerra, y que se cree con vida.
La visita de los representantes de EE UU se enmarca en una creciente oleada de contactos internacionales con las nuevas autoridades de HTS, alimentada por las garantías que vienen ofreciendo sobre el respeto a las minorías y la construcción de una democracia durante el periodo de transición que durará hasta marzo. En apenas dos semanas, han tenido más contactos internacionales que los talibanes en meses tras volver al poder en Afganistán, en una muestra de que las cancillerías atisban las diferencias entre ellos y de que nadie quiere que Siria se sumerja en el caos, como Libia o Irak, tras la caída de sus respectivos dictadores.
Dos debates centran estos días el frenesí diplomático: la retirada la designación de terrorista a HTS y el levantamiento de las sanciones internacionales a Siria para facilitar el flujo de dinero para la reconstrucción. Es, hoy, un país sin apenas dinero en el Banco Central y donde todo se paga en efectivo, en fajos de billetes, a causa de una hiperinflación. La principal refinería de petróleo acaba de dejar de operar, al quedarse sin el 90% del crudo que Irán proporcionaba a su aliado El Asad, ha señalado al diario Financial Times su gerente, Ibrahim Mousallem.