Enguera, el pueblo de Valencia donde el campo se alimenta de los restos de comida de las casas | España


Cuenta Miguel Juan, concejal de Sanidad, Participación Ciudadana, Bienestar Animal y Deportes de Enguera (Valencia, 4.911 habitantes), que una vecina del pueblo de 80 años “todos los viernes, a mediodía, espera a los voluntarios que le recogen el biorresiduo que acumula en un bote de pintura que tiene en el garaje”. Las mondas de la verdura, las pieles de fruta, incluso las sobras de los macarrones, carne, huesos o raspas de pescado. Como ella, 70 familias del municipio valenciano separan lo que dejan en los platos y lo echan a unos contenedores municipales, que cada semana se vacían en una compostadora de Bodegas Enguera. Allí, se mezclan con estiércol animal, desecho de la elaboración de aceite y restos de poda para crear un compost que se aplica en 12 hectáreas de viñedo, bajo la vigilancia de los técnicos del proyecto Agrocompost, de la Universidad Miguel Hernández de Elche (UMH), el primero de España que ha conseguido una excepción en la normativa vigente para poder probar la utilización de restos de comida en la elaboración de fertilizantes orgánicos de uso agrario.

En espera de la entrada en vigor en España de la ley 7/2022 de residuos y suelos contaminados para una economía circular, que se prevé para abril del próximo año, los residuos domésticos y los agrarios se legislan por separado. En la Comunidad Valenciana, “la ley 5/2022 de la Generalitat regula que el residuo agroganadero pueda compostarse sin intercambio económico”, señala Ana García Rández, profesora de la unidad de Agroquímica y Medio Ambiente de la UMH. Por otra parte, “la orden 18/2018 de la Consejería de Agricultura regula el compostaje comunitario que puede usar restos de basura doméstica en pequeña escala”. La entidad académica ilicitana pelea para que el agricultor pueda hacerse cargo de esos residuos domésticos porque creen “que la sinergia entre la agricultura y lo urbano es importante”. Agrocompost, de forma experimental, unió los dos flujos, “mediante un convenio establecido con la Consejería de Agricultura y la UMH que ya lleva seis años en marcha en toda la Comunidad Valenciana”. En total, se desarrolla en 215 proyectos diferentes, con los que se han compostado 15.537 toneladas de residuo.

Compost Bodegas Enguera a 3 de julio de 2019, cedida por la empresa.
Compost Bodegas Enguera a 3 de julio de 2019, cedida por la empresa.Bodegas Enguera

En el ámbito del uso de los restos de comida para abonar los campos, el proyecto de Enguera es el más significativo. La bodega ya había avanzado en el uso del compost, “un fertilizante orgánico de gran calidad”, según Juan Martínez Barberá, responsable de I+D+i de la firma vinícola. En 135 hectáreas de viña y 45 de olivar utilizan “estiércol procedente de granjas de conejo o de murciélagos criados para este fin”. Añaden “el alperujo, que es el residuo de la elaboración del aceite de oliva, y restos de poda”. Desde 2018, entraron en Agrocompost junto con el Ayuntamiento, “que mostró su interés en compostar basura orgánica” que aplican en las 12 hectáreas de viñedo que rodean la bodega. En Enguera, recuerda Martínez, “ya había composteras comunitarias en varias calles del pueblo, pero el solar en el que se reunía se vendió” y quedaron sin uso. Así que cuando, “en unas jornadas, la bodega indicó que quería unirse al proyecto de la UMH”, aceptaron enseguida. “Para nosotros era perfecto”, continúa el edil. “Tenía dos ventajas. Una medioambiental, porque reducimos la huella de carbono y ponemos el valor del residuo a beneficio del ecosistema. La otra, económica, porque al disminuir la tasa de recogida, el camión de la basura pasa con menor frecuencia y no lleva residuo a la planta”. “Nuestra intención es que el orgánico no salga del pueblo”, sentencia.

El proceso se realiza mediante cuatro contenedores municipales comunitarios de 80 litros en los que vierten biorresiduos unas 70 familias, más cinco casas en las que la recogida se hace puerta a puerta, porque son de gente mayor. Reúnen unos 300 kilos semanales. En Enguera y otros proyectos similares, como el de Atzeneta del Maestrat (Castellón, 1.319 habitantes), la UMH “analiza el compost para establecer sus propiedades fisicoquímicas y a nivel microbiológico, para detectar la posible presencia de microorganismos patógenos como la salmonela o la e-coli”, señala García Rández. También se procura que alcance los “55 grados de temperatura, como mínimo, para higienizarlo y eliminar los patógenos”, y que obtenga el oxígeno suficiente, mediante volteos periódicos. “El compost de biorresiduos domésticos aporta grandes cantidades de nitrógeno, fósforo y potasio, los micronutrientes más importantes para el campo”, asegura. “Es mucho más rico que el uso exclusivo de podas, es alto en materia orgánica y correcto en conductividad eléctrica, que da la medida de la salinidad”.

Para el campo, los restos de la comida humana, combinados con una mineralización sintética adecuada a la necesidad de cada suelo, son el equivalente a una nutritiva y sana dieta mediterránea. Aporta “nutrientes y agua, evita la desalinización, en experimentos realizados en campos reales, se ha visto que genera menos emisiones de CO2, que da la misma cantidad de grano y que los frutos tienen más polifenoles y una mejor palatibilidad”, añade Raúl Moral, catedrático de Edafología y Química Orgánica y director del Instituto Universitario de Investigación e Innovación Agroalimentaria y Agroambiental de la UMH. Son una alternativa “virtuosa” a los fertilizantes inorgánicos “muy eficientes, si se manejan bien”, pero que “generalmente se han aplicado más de la cuenta, quizá porque se pensaba que darían más producción”. “Eso ha llevado, por ejemplo, a la contaminación de acuíferos, como ha pasado en el Mar Menor de Murcia”, sostiene.

Moral también destaca el factor económico del uso de abonos orgánicos. No solo porque reduciría las tasas de gestión de basuras municipales, al rebajar la cantidad de material que se traslada a las plantas procesadoras y vertederos, sino porque paliaría el efecto de la guerra de Ucrania, que disparó los precios de los fertilizantes sintéticos y activó la búsqueda de una normativa idónea por parte de la Unión Europea (UE). El catedrático reconoce que “para conseguir el mismo efecto que los inorgánicos, el biorresiduo necesita una cantidad mucho mayor: 100 o 200 kilos por hectárea de sintético equivalen a 20.000 kilos de compost”. La solución consiste en “mezclar ambos materiales, usar abonos híbridos que aporten al compost los nutrientes que le faltan. Así, su uso sería de 500-600 kilos por hectárea”. De momento, en pequeños municipios se ha demostrado su eficacia. “Ahora falta que cale también en las grandes ciudades”, concluye Moral.

Compost Bodegas Enguera a 3 de julio de 2019, cedida por la empresa.
Compost Bodegas Enguera a 3 de julio de 2019, cedida por la empresa.Bodegas Enguera



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