Queridos dueños y dueñas de nacionales y multinacionales, queridos hombres y mujeres que creáis empleo a mansalva porque habéis venido al mundo a generar riqueza. Querido BBVA, querido Banco de Santander, querida Caixa, querida Mercadona, queridísimo Inditex, querido Google y querido Starbucks. Queridos millonarios y millonarias a la puerta de cuyos establecimientos hacemos cola para comprarnos calcetines baratos. Queridos todos y queridas todas, ¿os preguntáis, en las noches de insomnio, por qué vuestros empleados y empleadas (puto genérico con discapacidad) se reproducen poco? ¿Os extraña que no tengan hijos (ni hijas, claro está)? ¿Sabéis que entre nosotros se muere ya más gente de la que nace? ¿Será el resultado de la precariedad de los empleos que ofrecéis o del salario insuficiente que procuráis o del estrés al que está sometido vuestro personal?
En el Otro Lado, si el Otro Lado existe, hay millones de almas a la espera de venir a este mundo. Se pelean cada vez que nace un bebé por ocupar su cuerpo. Ocurre con los cuerpos lo mismo que con la vivienda: que hay que compartirlos porque la demanda es brutal. Parte del crecimiento de las enfermedades mentales tiene que ver con el hecho de que cada cuerpo está ocupado por cinco o seis almas, cada una de su padre y de su madre, como en cada piso de Vallecas viven cinco o seis familias de culturas distintas. ¿Os habéis preguntado si tenéis alguna responsabilidad en tales desajustes? Si vosotros, que dais órdenes a los políticos y que podéis hacer subir o bajar el pan a vuestro antojo, no sois los causantes de que un tercio de los niños de este país no pueda desayunar cereales con leche, ¿quién lo será, será?
Queridos empresarios (y empresarias, supongo) dedicados a la fabricación y a la venta de armas, ¿qué se os pasa por la cabeza cuando veis un niño (o una niña también, pobre) con las piernas amputadas por culpa de un obús con vuestro logotipo?