“Bienvenidos a la 82ª edición de los Globos de Oro. Vaya año hemos tenido. Cientos de artistas aprovecharon la oportunidad de ir al Vaticano para conocer al Papa. Muchos eran de Hollywood. Obviamente, no se conformaban con ser parte de tan solo la segunda red de pedofilia más grande del mundo”. Ricky Gervais empezó así su discurso alternativo de apertura de la gala de los Globos de Oro porque no tiene a unos Christian Lawyers mordiéndole los talones. Lo dio desde su bañera, territorio menos hostil que el que esperaba a Nikki Glaser. La cómica fue más comedida de lo habitual; miren si no sus roast a Tom Brady y Rob Lowe. O su especial en Max. En Netflix pueden ver el de la superlativa Ali Wong, la ganadora de la noche. Y hay quien sigue con eso de que las mujeres no son divertidas.
Más cómodo, pero también peliagudo, es comentar la gala, y Movistar Plus+ ha acertado con la incorporación de Alejandro G. Calvo, alguien capaz de aportar información y rigor de manera amena sin necesidad de colar un chiste en cada intervención. Calvo reivindicó al inigualable Jaume Figueras. No habrá unos Oscar en los que yo no siga echando de menos su sapiencia y socarronería, sus anécdotas sustanciosas y las ganas de compartir su conocimiento y no sólo de acabar protagonizando un tuit viral.
No estuvieron finos en la mesa al despreciar las opciones de Emilia Pérez, a pesar de ser la más nominada. Parece una constante en la carrera de la genial película de Audiard. Se la infravalora, se la considera una anécdota que bastante lejos ha llegado ya o incluso se la desprecia. Tremendas sandeces se han dicho sobre que no representa al México real, como si concurriera en la categoría de documental y no fuese una ficción; o sobre el trabajo de Selena Gomez, aunque su Jessi no está muy lejos de la excelsa Zoe Saldaña, por fin reconocible y reconocida; o de Karla Sofía Gascón y Adriana Paz. Cuántos papeles femeninos exquisitos, pero ni eso ablanda el corazón de los odiadores. Dicen que Gómez no es creíble, que su español es de Duolingo y sus frases artificiales —suspiro porque alguien me diga eso de “Hasta me duele la pinche vulva nada más de acordarme de ti”—. No son mexicanas, condenan, pero nadie monta la zapatiesta porque Javier Bardem interprete al cubano José Menéndez. Habría que preguntarse el motivo real de tanta inquina y tal vez no nos guste la respuesta.