El rublo ruso ha vuelto a hundirse hasta rondar niveles no vistos desde el inicio de la guerra desatada por el Kremlin contra Ucrania. Tras debilitarse gradualmente a lo largo de noviembre y sufrir esta semana su propio “miércoles negro”, la divisa se ha estabilizado este jueves en los 109,5 rublos por dólar y 116,1 rublos por euro, según el cambio fijado el Banco Central de Rusia. Se trata de su peor cotización desde marzo de 2022, cuando el shock por las primeras sanciones occidentales llevó fugazmente la moneda a un desplome superior a los 140 rublos por euro —antes de la invasión rondaba los 80, y hace una década, antes de la anexión ilegal de Crimea, bajaba de 40—. Pese a esta devaluación, el organismo monetario ha descartado inyectar divisas extranjeras en la economía para proteger su moneda.
“No es fácil ni en nuestro país ni en los países vecinos, pero [la inflación] está bajo control, todo marcha acorde al plan”, ha asegurado esta jornada el presidente ruso, Vladímir Putin, el mismo que en el primer año de la guerra insistía repetidas veces en que la operación militar también iba “acorde al plan”. “No hay absolutamente ningún motivo para entrar en pánico”, ha agregado el mandatario.
Con todo, las tiendas se preparan para revisar, una vez más, sus precios. Ya lo hicieron en septiembre, a la vuelta del verano, cuando los precios no solo no bajaban, como esperaban las autoridades, sino que empezaron a repuntar de nuevo. La inflación ha aumentado un 8,77% interanual, según los datos de la pasada semana del Ministerio de Desarrollo Económico. Sin embargo, otro baremo del banco central, la “percepción de inflación” que dice tener la población, sitúa el aumento de los precios en un 15,3% interanual. Estudios independientes apuntan a un incremento de los precios mucho mayor.
Rusia es un país muy dependiente de las importaciones. El plan del Kremlin para sustituir el producto extranjero por el “hecho en Rusia” ha sido un fracaso en casi todos los sectores salvo la alimentación, y ello pasa factura en el bolsillo de los rusos. Varios holdings, incluido SEB-Vostok —distribuidora en el país de marcas como Tefal, Rowenta, Krups—, han anunciado subidas de precios que rondan el 10% a partir del lunes 2 de diciembre. “Hemos intentado frenar las subidas en los últimos dos meses, pero las condiciones actuales ya no lo permiten”, ha manifestado Dmitri Shashkin, director general de la compañía rusa de distribución Kuppersberg, al diario Kommersant.
No obstante, el verdadero impacto se notará en enero. Varias fuentes de las distribuidoras han reconocido a este diario que se esperan subidas del 20% en los artículos de consumo nada más comenzar 2025. Entonces se renovarán los contratos con las empresas minoristas, que hasta ahora obtenían los productos a unos 85 rublos por dólar, según el diario. La inflación alcanza también al transporte. La compañía ferroviaria nacional, RZHD, encarecerá sus billetes de pasajeros un 11,6% a partir del 1 de diciembre. Asimismo, también subirá el precio del transporte de mercancías otro 13,8%, lo cual repercutirá a su vez en la importación de productos de Asia, el nuevo mercado ruso tras el bloqueo europeo por las sanciones. El expresidente del Banco Central de Rusia entre 1995 y 1998, Serguéi Dubinin ha advertido de que los ciudadanos tendrán que acostumbrarse a una inflación disparada durante mucho tiempo. “Esto no significa que mañana colapsará algo y la economía dejará de funcionar. Nuestros vecinos en Turquía tienen una inflación de alrededor del 50% desde hace varios años. No digo que esto sea bueno, pero es un proceso largo”, ha declarado el economista al diario ruso URA.
Su sucesora Elvira Nabiúllina ha descartado intervenir de momento en defensa del rublo. “El Banco de Rusia ha decido no comprar divisas en el mercado desde el 28 de noviembre hasta finales de 2024″, anunció la institución tras el “miércoles negro” en un comunicado. El regulador remarcó que esta decisión se atiene a la regla presupuestaria rusa, la cual obliga al Ministerio de Finanzas a vender moneda de su Fondo Nacional de Bienestar para compensar los déficit de ingresos en las exportaciones de gas o petróleo, o a comprar divisar si recibe un superávit de ingresos. Muchos expertos rusos vaticinaban un cambio en torno a los 115 rublos por euro a finales de año, aunque la intervención del banco central en estos últimos meses había mantenido su cambio en torno a los 100. Como comparación, un año antes llegó a cotizar a 75 gracias al minicorralito aplicado por el organismo y por el Ministerio de Finanzas. En cualquier caso, la cotización fijada por el banco central dista ligeramente de su valoración en el mercado de divisas internacional Forex, donde la moneda se hundió a 114 rublos por dólar y más de 120 rublos por euro.
La caída de la divisa se ha agravado tras las últimas sanciones norteamericanas, que han golpeado a una de las principales fuentes de divisas del Kremlin. El Departamento del Tesoro estadounidense impuso este mes sanciones a medio centenar de bancos rusos la pasada semana, y uno de ellos, Gazprombank, es clave para el Kremlin porque obtenía muchas divisas a través de la entidad, presente en el sistema de pago UnionPay, alternativa al bloqueado Swift. El veto de Washington ha sido acatado por numerosos socios comerciales de Rusia, incluidos China, Emiratos Árabes Unidos, Turquía y, cínicamente, varios países europeos como Alemania y Hungría. El Gobierno ruso, mientras, está inmerso en una economía de mercado a la vez que gasta un tercio del presupuesto en su guerra, debe realizar numerosos pagos a finales de año
Las sanciones y la depreciación de la moneda conforman, de hecho, un cóctel explosivo para los precios. Varios países “amigos” del Kremlin, Turquía, Egipto e Irán, han suspendido la exportación de frutas a Rusia debido al desplome del rublo estos días, según informan fuentes de la revista especializada EastFruit. Y el Banco Central de Rusia estima que una depreciación del 10% del valor del rublo equivale a 0,5 puntos porcentuales de subida de precios. Según Reuters, este habría agregado ya 1,5 puntos a la inflación desde verano. Los bancos rusos, no obstante, consideran que el impacto es aún mayor. “Creemos que el banco central subestima el efecto de transmisión de los precios”, ha advertido este jueves Dmitri Piánov, presidente de VTB: “Dado que el peso de las importaciones en la cesta de consumo es del 25%, este impacto es más fuerte. Nuestros modelos muestran un efecto cinco veces mayor que el del banco central”.
El Banco Central Ruso ha sido blanco de las críticas por sus intentos para contener la escalada de precios. Ha elevado los tipos de interés al 21% en un intento de enfriar la inflación —en octubre elevó su pronóstico para 2024 del rango del 6,5% al 7% a una horquilla del 8,5% al 9%— y una economía que ha sido recalentada por el gasto militar del Kremlin. Y, aunque se ha escudado en la intestabilidad del mercado para rechazar la intervención directa, no descarta, en cualquier caso, medidas de emergencia si la devaluación del rublo se descontrola aún más. “La decisión de reanudar las operaciones en el mercado cambiario interno […] se tomará teniendo en cuenta la situación actual de los mercados financieros”, señala el comunicado.
El Kremlin, mientras, transpira cierto nerviosismo. “¿En qué moneda recibes tu salario? La mayoría de nuestros acuerdos con Kazajistán están rublos y en tenges, y nos alegra esto”, respondió a un periodista el portavoz de Putin, Dmitri Peskov, este pasado “miércoles negro” durante la visita del presidente ruso al país centroasiático.