Por si los villancicos, el empacho de turrón y “cocinar, cocinar, hasta enterrarnos en el mar” no fuese suficiente, en estas fechas hay que lidiar con el ciclo infinito de encuentros-resacas-encuentros-resacas que se van solapando hasta que te ves a ti mismo tomando el vermú mientras albergas la esperanza de que el chocolate con churros del desayuno que te has metido hace media hora aplaque las náuseas resacosas de la fiesta de ayer.
Pero ¿y si pudieses pasar plácidamente por el día postfiesta como si las dos cervezas, cuatro chupitos y tres copazos –versión oficial– se hubiesen volatilizado en tu cuerpo dejando solo la exaltación de la amistad en lugar de un cuerpo escombro? Es lo que prometen numerosos productos milagrosos “antirresaca” y, efectivamente, suena demasiado bien para ser verdad.
Muchos formatos, ningún beneficio (para ti)
A estas alturas de la película no voy a ser la pesada que te diga que no hay un consumo seguro de alcohol, que toda ingesta supone un riesgo y que no hay bebidas malas y bebidas buenas (vino gran reserva o cerveza artesana y sin filtrar, tampoco). Llevo siendo esa persona desde que tenía 16 años y, mira, ya paso. Sabes que la resaca no te va a matar, igual que sabes que volverás a beber en cuanto se te olvide lo mal que lo has pasado.
Pero, ¿y si te ofrecen una solución que te permita tomar alcohol sin que el mal cuerpo de mañana te frene esta noche? ¡Un win-win!: hoy te lo pasas de miedo y mañana sales con la bici fresco como una lechuga. Más bien tenemos un win-lose, porque los que sí que van a salir ganando son los jefazos de las empresas que han ideado los productos ‘antirresaca’, mientras que tú vas a sentirte como un guiñapo. O, como mucho, ligeramente mejor por el efecto placebo mientras surfeas la rabia de haberte gastado dinero en la promesa del crecepelo.
En el mercado puedes encontrar remedios anti-resaca en formatos diferentes, algunos más clásicos en forma de cápsulas, sobres y sticks bebibles que, como la mayoría de complementos alimenticios, se suben al carro de la imagen respetable de estas presentaciones típicas de los medicamentos. Otros formatos modernillos como shots –mátame, camión– a modo de monodosis futuristas de un líquido reconstituyente misterioso, pasando por refrescos o chicles a los que, oye, les reconocemos la originalidad.
¿Qué es exactamente la resaca?
La pregunta puede parecer una obviedad, porque cualquier persona que la haya experimentado la reconoce sin que tenga que venir un ejército de científicos a describirla. Bebes una cantidad considerable de alcohol, y al día siguiente tienes una mezcla de síntomas que van desde alteraciones gastrointestinales en forma de náuseas, vómitos o dolor de estómago, a otros neurológicos (ansiedad, depresión, dolor de cabeza, dificultad de concentración, confusión, sensibilidad a la luz, confusión). También entran en escena Debilidad, Cansancio o Apatía, como si tu vida fuera la próxima entrega de Del revés.
Hasta hace bien poco no había una definición precisa de la resaca, y eso hacía complicado unificar criterios a la hora de investigar algo que intuitivamente es perfectamente identificable, pero científicamente es todavía un poquito misterio. Sí. Misterio. Porque no se sabe muy bien qué es lo que le pasa a nuestro cuerpo al beber, que hace que no solo aparezcan síntomas agudos cuando tu sangre se parece más a un blood and sand que a un fluido biológico; sino que además los síntomas cambian, se disparan y te martirizan cuando prácticamente has metabolizado todo el alcohol.
En este estudio se propusieron poner un poco de orden en el caos (científico) de definir la resaca. Hasta ese momento se habían detallado hasta 49 síntomas diferentes y se medía el malestar post-fiestón con distintas escalas. Se revisaron los síntomas más frecuentes en más de 1000 personas –las náuseas, el dolor de cabeza, el cansancio y la apatía ganaron por goleada– y 16 expertos debatieron aspectos mínimos para conseguir diferenciar terminológicamente la resaca de otros efectos adversos relacionados con el consumo de alcohol (como el síndrome de abstinencia o la intoxicación). Definieron la resaca como “la combinación de síntomas mentales y físicos que se experimentan el día después de un único episodio de ingesta elevada de alcohol y que se inician cuando la concentración de alcohol en sangre se acerca a cero”.
Para amplificar el enigma, entre el cinco y el 23 % de la población tiene la dudosa fortuna de ser “resistente a la resaca”. Por el momento no tenemos una explicación firme sobre los mecanismos por los que aparece la resaca, pero al menos se ha descrito científicamente qué es. Lo que tú decías, vaya, y sin tanta parafernalia científica: que anoche en la fiesta te bebiste hasta el agua de los jarrones y te sientes morir.
A tope con el marketing
Aclarado esto, si hay un formato en este abanico de ofertas absurdas que me ha suliveyado por vendehúmos, han sido los parches. Dejando a un lado su composición –común a la del resto de formatos–, la propuesta de absorber vitaminas y “extracto de té verde” a través de la piel es tirarse el pisto con un descaro que envidio profundamente. Los pocos estudios que se han hecho sobre la absorción transdérmica de vitaminas o minerales apuntan todos en la misma dirección: de producirse, la absorción es mínima, como se recopila en este artículo divulgativo publicado en National Geographic.
Dispuesta a meterme en el juego de los reclamos comerciales, y en absoluto modo cachondeo, veamos qué ventajas nos ofrecen los parches frente a otros formatos. Se las traigo calentitas, directamente extraídas de la web de uno de estos productos milagrosos: “¡No más píldoras!”, que el problema es tomarte un comprimido de lo que sea, “no son difíciles de tragar” (ahí tienen toda la razón, si tienes disfagia y quieres ponerte como las grecas, no es mala opción).
También “son discretos” –¿en serio llevar algo pegado en la piel es más discreto que tragar una pastilla?– y “no tienen aditivos o colorantes”, porque el problemón de tu noche de fiesta va a ser que un complemento alimenticio era de color rosa. Fantasía. Hablando de esto: ¿no es también pura ilusión saber que en los enlaces de la alta sociedad estos milagros son el must canallita para que la fiesta no pase factura a los cachorros de la jet? Si Tamara Falcó o Isabel Junot se lo ofrecen a sus invitados, ¿qué evidencia científica necesitas que pruebe su eficacia? Es trendy, es cool y es irreverente. Vas a triunfar.
Disclaimers entre la vergüenza y la indignación
Acompáñenme en un recorrido por la hipocresía hecha publicidad, gracias a la cual los fabricantes te juran que su compromiso es con la salud y que consumir alcohol es caca. Mientras, te montan un “pack antirresaca” con distintos complementos alimenticios diciéndote que si “sales de fiesta, y te ha costado más de la cuenta meter la llave en la cerradura” ¡no dejes de tenerlo a mano para rendir tu mañana siguiente! Este es un ejemplo real y deleznable por su descaro, pero la mayoría de webs de complementos alimenticios hacen alegatos en pro de la vida saludable mientras ofrecen remedios para que puedas castigar abiertamente tu salud evitando (supuestamente) las consecuencias inmediatas.
En un dechado de infamias publicitarias en una misma web, dan una vuelta de tuerca más y te aseguran que es ideal para “personas que se ven constantemente expuestas a compromisos personales y laborales en horario nocturno”. Perpetuando hábitos tóxicos socialmente aceptados porque la posibilidad de tener que cumplir con clientes o amigos y no ponerte como un piojo, ni se contempla. Por cierto, ¿con lo del bebercio y los compromisos laborales se refieren también a pilotos de avión, conductoras, personal que mueve maquinaria pesada y demás currantes nocturnos? ¿O solo se aplica si eres aspirante a tiburón en una consultora de la Castellana?
Continuando con la galería de los horrores éticos, tenemos los que se adaptan “a ese cuerpo tan inquieto y a tu consumo” –estilo relaciones públicas con doble profesión en una discoteca de la ruta del bakalao– y te dan una guía que clasifica el tipo de fiesta al que vas a ir (copas y música, barbacoa veraniega, juegos de mesa, afterwork) para, según su criterio de cantidad de alcohol y tiempo invertido en beberlo, recomendarte una dosis u otra de su complemento alimenticio.
Si eres de los que no perdonan una fiesta, la solución está en tu mano: con una sencilla suscripción tendrás periódicamente en casa el pack Party animal con 20 unidades . Estupenda solución por si salir a darlo todo ya no es suficiente y empiezas a beber en cualquier momento. Así que, que te quede claro que “lo mejor es no beber, pero si lo haces… nosotros nos lucramos de que consumas una sustancia tóxica”.
¿Dónde está la evidencia? Que yo la vea
Por ahora el tratamiento científicamente probado para la resaca es no beber. Aunque ha habido investigación sobre el tema, los resultados son por lo general negativos. Los pocos estudios que encuentran resultados positivos relacionados con el uso de algún complemento alimenticio o sustancia son poco útiles por su baja calidad: o se realiza con una muestra tan diminuta de personas que no significan nada, o presenta evidentes conflictos de interés por estar financiada por el mismo laboratorio que vende el producto objeto de estudio, o ambas cosas a la vez.
Entonces, ¿cómo es posible que estos productos hagan abiertamente declaraciones sobre su capacidad para remediar la resaca? Como hemos dicho muchas veces en El Comidista, las declaraciones de propiedades saludables están sometidas a una normativa europea de obligado cumplimiento: no puedes poner lo que te apetezca para vender, tiene que estar científicamente validado y autorizado. Generalmente estas declaraciones se sustentan en la presencia de alguna vitamina o mineral para la que se ha probado el efecto beneficioso, pero no hay ninguna declaración autorizada relativa a la capacidad para paliar los síntomas de la resaca. ¿A qué se están aferrando?
Pues nos encontramos con tres situaciones. Por una parte, muchos de estos complementos alimenticios hacen mutis por el foro en la etiqueta, ni mencionan la palabra “resaca”, pero liberan toda su creatividad en sus webs –tienes este ejemplo y este otro– como si fuera territorio salvaje. Incumplen la legislación, que indica explícitamente que “se aplicará a las declaraciones nutricionales y de propiedades saludables efectuadas en las comunicaciones comerciales, ya sea en el etiquetado, la presentación o la publicidad de los alimentos”. Eso sí, juegan con la ventaja de que, ante un toque de las autoridades por un incumplimiento del Reglamento, siempre es más fácil cambiar el texto de una web que el etiquetado de un producto. Cuando dejen de mirarte, lo cambias otra vez. Chimpún.
Con la botánica hemos topado
Otro escenario habitual es la excepción que se aplica a los compuestos botánicos. Como te contamos en este artículo, estos todavía no están evaluados y hay una lista de 2000 declaraciones –algunas loquísimas– atribuibles a estas sustancias, que pueden seguir utilizándose aprovechando el periodo transitorio que recoger la normativa. Por supuesto, una de ellas es la capacidad para reducir la resaca y se atribuye al nopal (la planta que da higos chumbos). Un poquito de chumbera en la receta y ya tienes vía libre para poner “alivia la resaca” a todo color en el frontal de la etiqueta (como hacen en esta o esta).
Otros como este o este ni siquiera se aferran a la opción de que se pueda usar una declaración específica sobre la resaca, sino que incluyen en su fórmula distintas vitaminas, minerales y compuestos botánicos, cada uno con sus propiedades autorizadas o pendientes de autorizar. De ese cocktail de “beneficios” –”reduce el cansancio y la fatiga”, “mejora el rendimiento cognitivo”, “estimula el sistema inmunológico”, “mantiene la salud del hígado”– deducen y declaran que sirve para aliviar la resaca. Una vez más, la astucia de la publicidad, los agujeros de la normativa y nuestros propios deseos de veracidad, juegan a favor de que determinada industria se lucre con productos no avalados por la evidencia.
El metabolismo importa, y la resaca no se va bebiendo más alcohol
Se han propuesto numerosos mecanismos que desatarían la tormenta resacosa. La presencia de congéneres, sustancias que se forman en la destilación o la fermentación, podrían contribuir a la intensidad de los síntomas. También podría ser por la alteración de neurotransmisores o por el impacto que tiene el alcohol sobre los procesos inflamatorios y la respuesta inmunológica. O por daños en las mitocondrias, que son los orgánulos que nos proveen de energía y que en el cerebro siempre trabajan al límite, de forma que un pequeña alteración puede afectar a numerosas funciones cerebrales (puedes encontrar más información sobre estas hipótesis en estudios como este o este).
Durante un tiempo la teoría más plausible echaba “la culpa” a la presencia en sangre de acetaldehído, una sustancia intermedia que se forma al metabolizar el alcohol. Pero el acetaldehído se transforma rápidamente y no llega al cerebro, así que no parece una hipótesis muy probable como se justifica en El papel del metabolismo del alcohol en la patología de la resaca alcohólica. Según este estudio, parece que una velocidad de metabolización del alcohol lenta que hace que el etanol permanezca más tiempo en la sangre sí que podría estar detrás de una mala resaca.
En contra de la creencia popular, la resaca no se mitiga tomando una “dosis” de una bebida alcohólica al día siguiente para paliar un supuesto síndrome de abstinencia, por mucho que los anglosajones hablen del hair of the dog refiriéndose a ese trago resacoso. Como se explica en Resaca alcohólica: una revisión crítica de los factores explicativos, se puede descartar que sea un síndrome de abstinencia porque en este los síntomas son mucho más graves –incluyendo alucinaciones y espasmos– y aparecen a las 24 horas de dejar de beber, mientras la resaca se presenta solo unas pocas horas después y dura un día como máximo. Además, el síndrome de abstinencia aparece solo tras un consumo crónico de alcohol y los parámetros fisiológicos son distintos de los que se muestran en la resaca.
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