Cuando Dani Olmo debutó con la selección española absoluta el 15 de noviembre de 2019 en Cádiz, contra Malta, entró por Álvaro Morata, que le pegó un abrazo en la banda, lo levantó del suelo, lo giró y lo depositó dentro del campo. Cinco años más tarde, el 15 de noviembre de 2024, Olmo se fue al banquillo en la ventana de cambios en la que entró Morata. Diez minutos antes había dado a Ayoze la asistencia del 0-2, después de un partido en el que España había orbitado a su alrededor. El cruce con Morata fue circunstancial, porque el delantero se recuperaba de un golpe en la cabeza la semana pasada, pero ilustra el camino de Olmo al centro de la constelación de la Roja en el último lustro.
La carrera del ahora azulgrana se ha desarrollado un tanto en los márgenes desde que en 2014, con 16 años, decidió dejar La Masia para lo que parecía un rodeo improbable que empezó en el Dinamo de Zagreb, en Croacia, y siguió cinco años más tarde en el RB Leipzig, en Alemania, donde estaba recién llegado cuando Luis Enrique lo reclutó para su primera vez. Aunque su salto definitivo se produjo este verano en la Eurocopa de Alemania, donde empezó como suplente de Pedri y terminó como uno de los futbolistas más determinantes del torneo, con dos asistencias y tres goles, igualado con los mejores anotadores.
Pese a comenzar también ahí en el extrarradio, él no tenía dudas: “Yo ya lo sabía”, dijo el jueves, la víspera de cumplir cinco años con la selección, sobre su peso en el juego. “A lo mejor hay algunos que se sorprenden, o que me conocen ahora que estoy jugando más en España, pero yo sabía lo que podía darle tanto al Barça como a la selección”.
Durante la Eurocopa, la lesión de Pedri, que partía por delante de él, le procuró más minutos de los que anunciaban los planes de Luis de la Fuente. El 4-2-3-1 del seleccionador le contemplaba como mediapunta por detrás de Morata, el lugar en el que prefería a Pedri. Aunque en el Leipzig jugó a menudo más cerca de la banda derecha, su viaje al centro, a la zona caliente del diez, es lo que le ha permitido liberar una mayor potencia ofensiva. Tiene regate, visión para el pase filtrado y acierto en el tiro, la triple amenaza que seduce a los ojeadores que escrutan el mercado buscando atacantes. Todo eso le convirtió en el centro del equipo en el partido del viernes contra Dinamarca, donde fue titular por delante de Pedri, que entró en el minuto 80.
En el Barça, Flick sí que los hace coincidir: empareja a Pedri en el doble pivote con Casadó y reserva a Olmo la mediapunta por detrás de Lewandowski. Ahí se está mostrando más letal que nunca: en la Liga lleva cinco goles de 17 disparos, siete de ellos a puerta, según los registros de fbref.com. Y eso que, de nuevo, las circunstancias parecían empujarle a dar otro rodeo: el Barça no pudo inscribirle hasta la tercera jornada, por sus problemas con el fair play financiero, y después de jugar otros tres, sufrió una lesión muscular que le tuvo fuera un mes. Solo esas intermitencias físicas, que no consigue atajar ni con el control del anillo inteligente que lleva desde hace más de un año, empañan la explosión que ha alcanzado en la mediapunta tras adelantar a Pedri en la Roja, después del rodeo por Croacia y Alemania que le terminó devolviendo al Barça.