Europa no es competitiva, ni con respecto a EE UU ni menos aún con respecto a China. En 20 años, el PIB por habitante europeo se ha reducido en un 8% con respecto a EE UU; hoy la diferencia es del 46%. El 70% de esta pérdida en los últimos años se debe a la creciente menor productividad tecnológica y el otro 30%, al menor número de horas trabajadas. Si los europeos no somos capaces de invertir esta tendencia, ¿quién pagará en 2040 y más allá nuestra sanidad, nuestras pensiones y la asistencia social de que hoy disfrutamos gratuitamente?
España está hoy un 18% por debajo de la UE. Europa va mal y España no mejora con respecto a Europa. En innovación (European innovation scoreboard de 2023), España es el 16º de los 27 Estados miembros de la UE. Es decir, si nuestro nivel de innovación es mediocre, nuestra mala posición actual en PIB por habitante no mejorará en el futuro. Hay que invertir la tendencia.
El mundo en 20 años será bipolar (EE UU y China) o tripolar con Europa. Es una batalla que estamos perdiendo los europeos si no reaccionamos. No hay que preparase para el futuro; hay que invertir la tendencia del presente.
La razón de esta situación de Europa con respecto a EE UU y de España con respecto a Europa deriva de dos grandes factores: el modelo productivo y la capacitación profesional.
El modelo productivo español tiene tres problemas: los sectores que lo componen, muchos con bajo valor añadido; el ecosistema de infraestructuras e interacciones y la baja inversión en I+D. No todos los sectores tienen la misma sensibilidad respecto de la I+D. Aquellos con mayor componente tecnológico se comportan mejor. De 1996 a 2019, las tecnologías de información y comunicaciones han crecido anualmente un 4%; la agricultura, un 3,3%, y la minería y el turismo no han progresado. Que en la economía española el turismo suponga el 12% del PIB y la industria un 17% es una debilidad. La inversión en I+D en España, pública más privada, supone el 1,5% del PIB. La media de la UE es del 2%, con Estados miembros por encima del 3% (Suecia y Alemania). La inversión privada es baja: un 1,56% del PIB en la OCDE frente el 0,61% en España, probablemente por nuestra estructura industrial de pymes (el 99% de las empresas españolas tienen menos de 10 empleados). La pública está poco orientada a la industria: muchos artículos científicos y pocas patentes, de las que sólo un tercio de las registradas son utilizadas comercialmente. El resultado es inevitable: la UE exporta el 17% de productos de alta tecnología y España, el 5%.
Respecto a la capacitación profesional, el atractivo para los jóvenes de cursar una carrera STEM (ciencia, tecnología, ingeniería y matemáticas, en su siglas en inglés) es bajo en Occidente: el 17% de los estudiantes universitarios frente al 24% en China. Entre 1998 y 2020, la población joven que cursa estudios universitarios pasó del 24% al 34% de la población. En ciencias de la salud aumentó un 172%, mientras que en las carreras STEM se redujo un 20%. España suma hoy 750.000 ingenieros. Si queremos pasar a un PIB industrial del 22% del total, en línea con Europa, necesitaremos 200.000 ingenieros más en los próximos 10 años. Al ritmo actual, considerando los nuevos graduados menos los jubilados, necesitaremos 20 años, demasiado tiempo para recuperar nuestro atraso. La falta de titulados de Formación Profesional superior es un problema añadido que contribuye a que el 30% de los egresados de nuestras escuelas de ingeniería estén subempleados. Este es un problema europeo: según el Informe Draghi, el 77% de las empresas europeas manifiestan que sus nuevos empleados no tienen los conocimientos necesarios.
Hasta aquí el diagnóstico. Abordemos las medidas para la mejora:
— Hay que eliminar legislaciones y reglamentos nacionales y sustituirlos por europeos. Europa debe ser una federación sin limitaciones.
— Crear un plan industrial concreto, estable, consensuado a largo plazo y alineado con Europa, seleccionando sectores. Se sabe que practicarlo no resulta políticamente fácil. Se hizo en el País Vasco desde los años setenta y hoy su PIB industrial se sitúa en el 23,4%. En una economía del tamaño de la española, la identificación de los sectores clave no puede dejarse a la aleatoriedad del mercado.
— Aumentar la inversión en I+D al 3%, pero con focalización y eficiencia. Una mala focalización y eficiencia puede llevar a una situación como la de la URSS en los años setenta. Japón invertía un 2,5% de su PIB en I+D, y la URSS el 4%. Japón se convirtió en una potencia mundial, y la URSS fracasó.
— Incentivar fiscalmente y con medidas directas el crecimiento del tamaño de las pymes.
— Impulsar el atractivo de las vocaciones para carreras STEM desde primaria, con profesores más formados en las materias específicas.
— Impulsar la Formación Profesional dual con apoyo del tejido empresarial. Va en su propio beneficio. Corea del Sur es un ejemplo a tener en cuenta.
— Fomentar la excelencia en la docencia. Estirar de los mejores y no únicamente empujar a los peores. En España hay ejemplos de éxito, pero aún escasos. Hay que replicarlos. Hay que movilizar medidas para repatriar talento español hoy en EE UU y la UE. Existen programas que han funcionado, como el Serra Húnter en Cataluña. Hay que repetirlos y generalizarlos con inteligencia y focalización. En el área de la inteligencia artificial, el 29% de los mejores investigadores son de China, el 20% de EE UU y el 18% europeos, pero el 59% están en EE UU. En tecnologías cuánticas, la UE tiene el doble de profesionales cualificados que EE UU, pero el 50% trabaja allí. Eso demuestra que estas iniciativas funcionan.
Es una responsabilidad propia de europeos y españoles poner remedio a estas carencias para invertir nuestra decadencia. Existen ejemplos históricos de éxito, pero hay que planificarlo, financiarlo y en definitiva quererlo abordar manteniendo el esfuerzo estable y sin cambios de orientación.