La ausencia de Cucurella por sanción abrió una brecha en la banda izquierda del Chelsea y una imprudencia de Levi Colwill, que cometió penalti sobre Curtis Jones, permitió al Liverpool sacar la cabeza del pozo que se lo tragaba en Anfield. Ante su público, una hinchada perpleja que contemplaba cómo el equipo, antaño indomable, contemporizaba hasta dejarse dominar, la suerte le sonrió en un contragolpe aislado que acabó en el 1-0. Agarrado al ingenioso Salah, el Liverpool acabó imponiéndose por 2-1 en el choque de la jornada. Resolvió el duelo del modo más conservador imaginable. Contra la cultura de la última década. A base de colocarse y atacar solo sobre seguro. Apenas ha encajado tres goles en ocho partidos esta temporada y los resultados le proyectan a la cabeza de la clasificación con 21 puntos, uno más que el City, pero a la luz del tembloroso partido de este domingo ante un Chelsea en formación parece difícil que los beneficios del candado de Arne Slot compensen a los del cañón que cargaba Jürgen Klopp. Por más que el City ande metido en dificultades por adaptarse a la ausencia del invaluable Rodri.
1
José Sá, Santi Bueno, Dawson, Tote Gomes, Mario Lemina, Nelson Semedo, Gomes Da Silva (Jeanricner Bellegarde, min. 90), Rayan Ait Nouri, André, Jorgen Strand Larsen (Gonçalo Guedes, min. 79) y Matheus Cunha (Carlos Forbs, min. 66)
2
Ederson Moraes, Rúben Dias, Rico Lewis, Gvardiol, John Stones, Bernardo Silva, Jeremy Doku (Foden, min. 66), Gündogan, Kovacic (Matheus, min. 85), Sávio (Grealish, min. 73) y Erling Braut Haaland
Goles 1-0 min. 7: Jorgen Strand Larsen. 1-1 min. 33: Gvardiol. 1-2 min. 95: John Stones.
Árbitro Chris Kavanagh
Tarjetas amarillas Tote Gomes (min. 13), Nelson Semedo (min. 20), Sávio (min. 39), Gomes Da Silva (min. 62) y Sarabia (min. 97)
El City visitó The Molineux y allí José Sá y Bernardo Silva litigaron durante toda la tarde. Indistinguibles desde las gradas del recoleto estadio de los Midlands, en cada jugada a balón parado el portero del Wolves y su pequeño compatriota se afanaron en la guerra psicológica. Incapaz de superar en el salto a sus marcadores pero astuto para olfatear problemas ajenos, Bernardo se colocaba en la zona del guardameta y distraía su atención. La estratagema, un asunto prácticamente irrelevante, estuvo a punto de provocar la anulación del gol que le dio la victoria al Manchester City en el minuto 94. El árbitro revisó el tanto de cabeza de Stones, a la salida de un córner lanzado por Foden en la última acción del partido, y tras comprobar que el empujoncito que le dio Bernardo a Sá no parecía afectar al desarrollo de la jugada, puesto que se produjo antes del contacto del tiro de esquina, concedió el 1-2 definitivo. Pep Guardiola y sus jugadores celebraron el triunfo con el entusiasmo debido a los puntos que acaban sumando campeonatos. Al cabo de siete jornadas disputadas, el equipo de Guardiola, que persigue su quinta Premier consecutiva, sigue afianzándose como gran favorito en lo alto de la tabla.
“El sabor de ganar de esta manera, en el último minuto, es muy agradable”, dijo Guardiola, al cabo del partido. “No estamos acostumbrados. Es muy difícil ganar contra equipos que se cierran el área de penalti con once jugadores y el espacio literalmente es inexistente. Contra el Wolves lo mejor que puedes hacer es asegurarte con paciencia de que no te hagan transiciones porque si los dejas correr te destruyen”.
No hay precisión sin una buena presión
El Wolverhampton es un rival difícil. Lo sabía Guardiola, que hace un año vio a su equipo dejarse todos los puntos en The Molineux. El entrenador local, Gary O’Neil, ha formado un bloque sólido en defensa, que sabe salir jugando por dentro con interiores y centrales hábiles para mostrarse e hilar contras precisas. El City necesitaba presionar a todo trapo. Con todos sus futbolistas. Con agresividad y al hombre. De otro modo se expondría a incendios difíciles de controlar: las salidas fulminantes del rival y la desconexión mental y posicional de sus propios jugadores en un entorno que exige ritmo y continuidad máximos como vía más segura hacia el éxito. La maniobra del 1-0 sustanció la amenaza.
El City presionó con todos sus hombres. Por más que Guardiola advirtiera del peligro del saque en largo de Sá, el plan fe perfecto. La ejecución, no tanto. Transcurridos cinco minutos comenzó a evidenciarse que son Rodri los movimientos de hostigamiento se vuelven más laxos, más extemporáneos, menos eficaces. André Costa, Lemina y Dawson repitieron pases a gran velocidad, atrajeron rivales, y por el vacío que se hizo en la derecha corrió Semedo lanzado por Hugo Bueno. El centro del portugués terminó por desarbolar la defensa el City, que corrió desordenada en retirada atraída hacia Cunha. El 1-0 lo metió Larsen en el segundo palo, solo.
El empate de Gvardiol, un gran toque de derecha desde fuera del área, apenas alivió los problemas del City. Indeciso en la presión, lento en la circulación y predecible en el juego exterior con Doku y Savinho, el equipo celeste invadió el campo contrario hasta la saturación pero estuvo a punto de encajar el 2-0. Se sostuvo por el oficio de Guardiola y por las altas dosis de compañerismo y espíritu de revuelta que anima al grupo. Tras un largo y pesado asedio, a la salida de un córner, en la última jugada, Stones hizo un gol justo que el litigio de Bernardo con Sá estuvo a punto de anular.