Tras enterrar a Ludwig van Beethoven, el 27 de marzo de 1827, dos de sus amigos y asociados hallaron una carta en un escondite de su escritorio cuando ordenaban sus papeles. Escrita años antes, en 1802, cuando tenía 32 años, iba dirigida a sus hermanos Karl y Johann y era todo un testamento vital. En la misiva mostraba su tremenda angustia por el avance de la sordera, llegando a confesar que de no ser por la virtud y su música, se habría suicidado. En la parte final del llamado Testamento de Heiligenstadt, el compositor les pide que, cuando muera, llamen a su médico para que describa su enfermedad y lo haga público y así, escribe, “al menos el mundo se reconcilie conmigo después de mi muerte”. Pero el doctor no pudo cumplir su deseo porque había fallecido años antes. Ahora, casi 200 años después, un amplio grupo de científicos ha podido cumplirlo al analizar varios mechones de su cabello. El ADN recuperado del pelo da pistas sobre sus problemas de salud, la causa de su muerte y algo inesperado: Beethoven podría no ser en realidad un Beethoven.
Al pianista y compositor lo veneraban ya en vida y por eso no es de extrañar que haya reliquias suyas repartidas por medio mundo. Que se sepa, hay 34 mechones de su cabello en manos privadas o en las de sociedades de amigos de su música. Aprovechando estas reliquias, un grupo de científicos quiso indagar en la base genética de los males y muerte de Beethoven. Pudieron analizar cinco de los mechones más creíbles y la historia que sigue, contada al detalle en la revista científica Current Biology supera a cualquier episodio de CSI.
La secuenciación completa del genoma de Beethoven no ha encontrado base genética para la sordera que le apareció de forma repentina a los 26 años. El mal, que empezó con episodios de tinnitus y pérdida de las frecuencias más altas, fue agravándose hasta dejarlo sordo a la par que lo sumía en la desesperación. La sordera le impidió seguir tocando el piano ya a los 46 años. Otro de los males que acompañó al músico durante la mayor parte de su vida fueron unos serios problemas gastrointestinales de origen desconocido, que se manifestaban en intensos dolores abdominales y épocas de diarreas continuadas. Aunque se han apuntado varias causas, en el genoma de Beethoven no hay indicadores de que fuera celíaco o intolerante a la lactosa, ni de que tuviera variantes dañinas en los genes más relacionados con el aparato digestivo.
“No pudimos encontrar una causa definitiva para la sordera o los problemas gastrointestinales de Beethoven”, dice Johannes Krause, experto en ADN y patologías del pasado del Instituto Max Planck de Antropología Evolutiva (Leipzig, Alemania) y coautor del estudio. Krause añade enseguida: “Sin embargo, descubrimos una serie de factores de riesgo genéticos relacionados con enfermedades hepáticas”. En el verano de 1821, el músico tuvo su primer episodio registrado de ictericia. El color amarillento de su piel, indicaba que algo no iba bien en el hígado. “También encontramos pruebas de una infección con el virus de la hepatitis B [contraída] como mucho meses antes de la última enfermedad del compositor. Todo esto contribuyó probablemente a su muerte”, termina.
Ya tras la autopsia y las dos exhumaciones posteriores de su cuerpo, se señaló a la cirrosis como causa final de la muerte de Beethoven. A la predisposición genética y la hepatitis habría que añadir en el cuadro el consumo de alcohol, en especial del vino que tanto le gustaba al músico. Durante años, llevó siempre consigo un cuaderno para que sus interlocutores le respondieran por escrito cuando él les gritaba temiendo, incapaz de oírse a sí mismo, no ser oído. Estos Cuadernos de conversaciones son un diario único para conocer la cotidianeidad de la vida del compositor.
No pudimos encontrar una causa definitiva para la sordera o los problemas gastrointestinales de Beethoven. Sin embargo, descubrimos factores de riesgo genéticos para la enfermedad hepática”.
Johannes Krause, experto en ADN y patologías del pasado del Instituto Max Planck de Antropología Evolutiva
Tristan Begg, científico de la Universidad de Cambridge, es el primer autor de la investigación. En una nota dice: “Podemos suponer por los Cuadernos de conversaciones que su consumo de alcohol era muy regular, aunque es difícil estimar los volúmenes consumidos. Si bien la mayoría de sus contemporáneos afirman que su consumo fue moderado según los estándares vieneses de principios del siglo XIX, no hay un acuerdo total entre estas fuentes, y es probable que esto equivalga a cantidades de alcohol que hoy se sabe que son dañinas para el hígado. Si su consumo de alcohol fue lo suficientemente grande durante un período de tiempo suficientemente largo, la interacción con sus factores de riesgo genéticos presenta una posible explicación para su cirrosis”. Así que la combinación entre genes, hepatitis y alcohol pudieron llevarle a la tumba.
Una paternidad extramatrimonial
Aunque no era el objetivo del estudio, abrir la caja de los genes puede tener consecuencias inesperadas. Los investigadores comprobaron que el cromosoma Y de Beethoven no coincide con el de ninguno de los cinco parientes lejanos actuales que llevan el mismo apellido y comparten, según los registros genealógicos, un ancestro común con el músico por vía paterna. Este cromosoma se transmite exclusivamente de padres a hijos y, salvo mutaciones, no cambia. Pero los Van Beethoven varones que hoy viven (en la región belga de la que emigró el abuelo del compositor a Alemania) tienen un cromosoma Y diferente. Como dice el experto en genealogía genética de la Universidad Católica de Lovaina, Maarten Larmuseau, “combinando datos de ADN y documentos de archivo, pudimos observar una discrepancia entre la genealogía legal y biológica de Ludwig van Beethoven”. Larmuseau publicó en 2016 una investigación sobre el mito de los falsos padres, encontrando que solo el 1% de los hijos no lo son de sus verdaderos padres genéticos.
El misterio solo puede tener una explicación: tuvo que haber al menos una paternidad extramatrimonial con descendencia en la línea paterna de Beethoven. El problema es que, sin otros datos genéticos familiares de referencia, no saben cuándo sucedió. Hubo siete generaciones de Van Beethoven entre la concepción de Hendrik van Beethoven, el antecesor más antiguo conocido, en 1572, y la de Ludwig van Beethoven en Bonn (Alemania) 200 años después. La ausencia de registro de su bautismo había arrojado dudas sobre la paternidad del padre del músico, pero la genética no puede zanjar esta cuestión por ahora.
Tuvo que haber al menos un hijo extramatrimonial con descendencia en la línea paterna de Beethoven, pero por ahora la genética no puede zanjar quién
El análisis genético permitió a los científicos descartar tres de las ocho muestras de cabello con las que contaban inicialmente. Uno de ellos, el llamado mechón de Hiller, no podía ser del músico, ya que ha resultado ser el de una mujer. Su análisis a comienzos de siglo descubrió que esos cabellos pertenecieron a alguien que sufría envenenamiento por plomo, a lo que se achacaron todos los males del compositor. Los cinco mechones restantes pertenecen al mismo hombre centroeuropeo con unos genes que se agrupan con los de los habitantes actuales del Estado alemán de Renania del Norte-Westfalia, región en la que nació Beethoven. Además, el ritmo de degradación del ADN recuperado de los cabellos indica que fueron arrancados en el primer tercio del siglo XIX. Todo esto, unido a que las muestras se han podido rastrear y están bien documentadas, permite asumir que son auténticas. Partiendo de esta asunción, investigadores de la Universidad de Cambridge (Reino Unido), el Instituto Max Planck de Antropología Evolutiva (Alemania), la Universidad Católica de Lovaina (Bélgica) y otra treintena de instituciones indagaron en los genes del compositor para intentar dar respuesta su petición.
El genetista Carles Lalueza-Fox es uno de los mayores expertos en ADN antiguo y fue revisor de la investigación sobre Beethoven antes de su publicación. Sobre el asunto extramarital, recuerda que faltan datos de los individuos que hay entre Beethoven y los belgas que llevan su mismo apellido. “Si se hiciera el análisis con personas de ahora, se podría decir que Beethoven no es un Beethoven”, comenta el científico del Instituto de Biología Evolutiva (UPF-CSIS). Más allá del asunto familiar, Lalueza-Fox, destaca de la fortaleza y calidad del nuevo estudio. “Es la primera vez que se obtiene el genoma de un personaje histórico a alta calidad, es como si lo hubieran hecho de una persona viva”, señala el genetista, que hizo un trabajo similar con la sangre de Jean-Paul Marat, uno de los hombres que lideraron la Revolución Francesa.
Sobre las conclusiones del trabajo, Lalueza-Fox plantea la siguiente pregunta: “Si ahora tuviéramos todos nuestro propio genoma, ¿sería fácil predecir las enfermedades que tendremos?” Hay algunas que son genéticas, incluso provocadas por mutaciones en un único gen, pero la mayoría son una combinación de herencia y ambiente. Y lo relaciona con la causa de la muerte de Beethoven: “La mutación en un gen [encontrada en el ADN de Beethoven] implica una predisposición, que siempre es un riesgo aumentado, pero si eres abstemio, no te predispone nada”. Sea como fuere, la ciencia ha cumplido el deseo de Beethoven dos siglos después.
Puedes seguir a MATERIA en Facebook, Twitter e Instagram, o apuntarte aquí para recibir nuestra newsletter semanal.