Parténope es como se llamaba antiguamente a la ciudad de Nápoles, bautizada así como la sirena que no fue capaz de enamorar a Odiseo y se dejó morir en esa costa del sur de Italia. Es en ese mismo rincón marino en el que nace Parthenope, la protagonista de la última película de Paolo Sorrentino (La gran belleza, Fue la mano de Dios), al que da título y en el que el director napolitano sigue intentando regresar y entenderse con la ciudad en la que nació y creció y después abandonó.
En Parthenope (en cines el 25 de diciembre), la belleza lo envuelve todo. Y la belleza está personificada en la actriz debutante Celeste Dalla Porta (Milán, 26 años). Una belleza libre y solitaria. Inconsciente y consciente. Utilizada y privilegiada. Una belleza que puede ser una carga o una llave al mundo. Y, sin embargo, Sorrentino insiste: su película no habla de belleza, sino del complejo paso del tiempo “que nos impacta de manera distinta según la etapa vital en que nos encontremos”. “Celeste salía de la escuela de cine, donde vi a muchísimas actrices, pero ella, además de ser muy buena, me pareció muy fuerte emocionalmente”, explicaba Sorrentino tras el estreno mundial del filme en el pasado Festival de Cannes, de donde la carrera y exposición de la milanesa salieron disparadas. La actriz, totalmente nueva en estos mundos promocionales, de entrevistas, fotos y estrenos, de luces y alfombras, habla de una manera pausada, muy inteligente, con madurez, paciencia y emoción. No sabe muy bien lo que le espera. Por ahora, gracias a Sorrentino y Saint Laurent (también productores del filme), disfruta de una nueva vida.
Hay una frase muy impactante en Parthenope: “La belleza, como la guerra, abre las puertas”. ¿Lo cree así?
Sí, de alguna forma sí, lo es. Y como la guerra, la belleza puede ser autodestructiva.
¿Recuerda su primera conversación sobre el personaje?
Sí, fue una conversación muy misteriosa porque Sorrentino me contaba cosas del personaje con cuentagotas e incluso luego lo negaba o decía lo contrario, me fue dando la información muy lentamente. Pero creo que lo hizo a propósito porque quería que fuera una mujer misteriosa, difícil de entender.
Y antes de eso, ¿cómo conoció a Paolo Sorrentino?
Conocí a Paolo en el rodaje de Fue la mano de Dios, hice un papel de extra en una escena que acabó cortada en el montaje final. Luego trabajamos juntos en un spot para Bulgari que Paolo dirigía, pero eso no tuvo nada que ver… Pasaron dos años y mi agente me dijo de ir a conocer a Paolo para interpretar a esta mujer.
¿Pasó por un casting normal para conseguir el papel?
En realidad, fue algo extraordinario, porque Paolo tiene un interés muy particular en las relaciones humanas y es muy curioso sobre la persona que tiene delante. Fue un proceso muy largo.
¿Le dio mucha libertad para desarrollar el personaje?
Sí, la libertad eran los cimientos del personaje, la libertad es lo que encarna el alma de Parthenope. Y todo el proceso de creación artística estuvo marcado por la libertad.
Parthenope es una mujer guapa, educada, tiene todo para ser feliz en principio, pero intuimos su trágico final… Parece que ha pagado un alto precio por su belleza.
Sí, me gustaría citar a Paolo: “A veces la libertad va de la mano de la soledad”. Cuando la libertad personal es lo primero para ti, si conoces a gente que quiere ejercer el control sobre ti, tienes dos opciones: aceptas su control o no lo aceptas, y entonces estás más sola. Parthenope no quiere que la encierren, y acaba sola.
Dentro de ese espectro entre soledad y libertad, ¿en qué punto se colocaría?
Me gustaría tener ambas. Me gusta mi libertad personal, disfruto mucho la relación con otras personas, pero también valoro mucho el tiempo para mí misma y conmigo misma, me gusta un poco de soledad, me gusta sentirme libre en mis relaciones y que los otros se sientan libres cuando se relacionan conmigo.
¿La belleza puede ser una carga, una maldición?
Todo puede serlo si no lo gestionas bien y si no sabes valorarlo. La belleza también puede ser una ventaja. Pero de todas formas la belleza es muy subjetiva y cambiante en el tiempo. Creo que lo importante es la belleza en tu forma de ver el mundo, en cómo lo miras, ese es el tipo de belleza que busco personalmente.
Gary Oldman, su compañero de reparto, dijo en Cannes que usted estaba a punto de perder la inocencia por cómo iba a cambiar su vida después de esta película.
Por una parte, me siento extrañamente afortunada, estoy como en un sueño. Esto es un sueño hecho realidad, ser actriz, actuar en una película, pero es que, además, un papel protagonista y qué protagonista… Es mucho, mucho que digerir. Es una gran emoción. Estoy un poco asustada, porque no sé de qué va el éxito, nunca lo he buscado, nunca lo he querido, pero tengo curiosidad por cómo será. Me siento atraída y asustada a la vez. Tengo miedo de la fama, pero también estoy emocionada. Quiero ser una actriz, tener buenos papeles y seguir actuando.
¿Cuándo comenzó su sueño de ser actriz?
El sueño de ser actriz ha estado siempre conmigo, desde que tengo memoria. Pero no pensaba tanto en cine, ni en teatro. Lo que me llamaba la atención era la interpretación en sí como forma de expresarte y expresar tus emociones, siempre fui una niña muy tímida, y la interpretación era un desafío y a la vez una forma de expresar tu interior. Cuando actúas, puedes ser una persona distinta cada vez. Eso es lo que siempre me atrajo.
¿Tiene algo en el futuro más cercano?
Por ahora estoy disfrutando lo que está pasando, cada día es algo nuevo. Intento permanecer en el presente y disfrutarlo.