Hoy puede ser un día histórico para la fiesta de los toros. Hoy, 23 de marzo de 2023, el Canal Toros de Movistar se funde a negro y pone fin a 30 años de retransmisiones en directo. Hoy, la televisión se corta la coleta, y nada cierto se sabe sobre si los toros volverán o no a la pequeña pantalla en las mismas condiciones de fiabilidad y calidad vistas hasta ahora.
Canal Toros se llevará a la tumba las razones de fondo por las que ha decidido colgar el traje de luces. Una y otra vez, sus directivos se remiten al comunicado en el que anunciaron el cierre: “La nueva situación del mercado, y la irrupción de nuevos actores, lamentablemente hacen que no sea viable la continuidad del canal”. Y será verdad, pero da la impresión de que no es toda la verdad. En estos últimos 30 años, la tauromaquia ha sufrido, y sufre todavía, cambios profundos que han modificado sustancialmente su papel en la sociedad moderna. Ya no es ese espectáculo que en los años sesenta arrastraba a las masas, paralizaba los tajos, y convertía a un harapiento con un hatillo al hombro en un héroe nacional. No.
En 2006, TVE decidió apagar sus cámaras en las plazas de toros; la corriente animalista y antitaurina ha crecido como un tsunami arrasador; la sociedad urbana ha convertido a los animales en miembros de sus familias, y el sector ha preferido vivir de espaldas a esta realidad.
Pero ahí estaban Canal Plus, primero, y Canal Toros, después, con la antorcha encendida y la ilusión intacta en esa mayoritaria minoría que aún se sigue emocionando con la misteriosa lucha entre un ser humano y un toro.
La empresa Movistar ha sido más taurina que todas las que viven de este espectáculo; no solo revolucionó la forma de ver toros en televisión, sino que ofreció su plató a todos los protagonistas para que mantuvieran el interés que la sociedad parecía empeñada en negarles.
Y sin saber por qué (porque no se sabe, aunque se puede atisbar que han podido influir el descenso del número de abonados, el actual antitaurinismo sociopolítico y unos constantes desencuentros con las principales empresas taurinas), Canal Toros ha dicho basta y se ha cortado la coleta.
¿Y, ahora, qué?
Pues, en este momento, pantalla en negro. Porque nada se sabe de OneToro, la empresa americana y dirigida por un aficionado alemán, que ha comprado los derechos televisivos de la Feria de Abril, la de San Isidro y la Feria de Julio de Valencia. El pasado día 15 era la fecha fijada para el inicio de las nuevas suscripciones, pero ha sido trasladada al próximo 28 sin explicación alguna. Silencio e incertidumbre total; ni una cuña publicitaria, ni una nota de prensa que explique los avances del proyecto. Nada. No hay ningún dato que avale la consistencia de la nueva plataforma y garantice que el Domingo de Resurrección estará en La Maestranza para retransmitir la corrida inaugural de la temporada sevillana.
Lo único cierto es que la pantalla taurina nacional (por fortuna, quedan cinco autonomías con programación taurina propia) se oscurece hoy, 23 de marzo. Ojalá vuelva pronto el color y se disipe la desazón que ha acompañado a OneToro desde su anunciado nacimiento.
Ojalá el cierre de Canal Toros no sea la antesala de un horizonte sin salida. Se le echará de menos, sin duda, pero, tras su retirada de los ruedos, la única esperanza es que OneToro triunfe en las principales plazas. Si no fuera así, la fiesta de los toros habrá sufrido una estocada en el hoyo de las agujas de dramáticas consecuencias.
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