Canadá, un laboratorio para la descolonización de los museos | Cultura


Decía el historiador y politólogo irlandés Benedict Anderson que las naciones son constructos sociales, comunidades imaginadas por individuos que se sienten parte de un mismo grupo. En Canadá, durante más de un siglo, una de las funciones primordiales de los museos fue contribuir a la consolidación de estos constructos, participando en la creación de la identidad nacional de un país joven. Pero el proceso omitió durante décadas el legado de las Primeras Naciones, los inuit, los métis y otros pueblos indígenas a quienes los colonos europeos arrebataron tierras y sucesivos gobiernos canadienses han marginado y masacrado. En los últimos años, mientras Canadá trata de confrontar los capítulos más oscuros de su historia, sus museos han comenzado una transformación profunda, revisando la comunidad imaginada que proyectaban y siguiendo un camino que algunos se atreven a llamar descolonización.

A nivel federal, la Galería Nacional de Canadá, en Ottawa, avanza en esta dirección desde principios de los años 2000 con medidas como la creación del puesto de comisario de arte indígena en 2007, la fusión de obras de autores indígenas y canadienses en la misma galería en 2017 y, más recientemente, la puesta en marcha del departamento de cuestiones indígenas y descolonización en 2022, que ha contribuido positivamente a la diversidad del personal del museo. A escala regional, el Museo de Bellas Artes de Montreal (MBAM) se ha unido a la tendencia con una serie de iniciativas, gestos y prácticas.

“Estamos trabajando para ser un museo multiperspectival y multivocal”, sostiene el director, Stéphane Aquin. Cuenta que se pensaba que el arte grecorromano era la base de la cultura y del museo. “Sin embargo, al reconocer la presencia de los pueblos indígenas y sus prácticas artísticas en Norteamérica durante miles de años, estamos llevando a cabo un proceso de reequilibrio”, detalla Léuli Eshrāghi, comisario de prácticas indígenas del MBAM, puesto que se creó el verano pasado y que refleja la intención de la institución de abarcar diferentes puntos de vista y opiniones. “Mi papel consiste en estar atento a las prácticas artísticas y de diseño, los protocolos culturales y las relaciones indígenas. Mi objetivo es hacer que el espacio sea más cálido para los pueblos indígenas locales y globales. Y sí, soy curador de arte, pero también algo más”, explica Eshrāghi, de ascendencia sāmoan, persa y de otras nacionalidades.

Beauty in Our Lines (2019), de Niap. del Montreal Museum of Fine Arts (MMFA).
‘Beauty in Our Lines’ (2019), de Niap. Museo de Bellas Artes de Montreal (MBAM).Christine Guest (MBAM)

Hasta hace un par de décadas, en Canadá, el arte indígena estaba relegado a los museos de etnografía y a las secciones dedicadas a la artesanía, separándolo de las bellas artes. Y aunque el MBAM fue pionero en la adquisición de arte inuit —en 1953 iniciaron una colección que en la actualidad consta de casi 900 piezas de 300 creadores—, las obras estaban dispersas por el museo y en una pequeña galería situada en un rincón oscuro de la cuarta planta de un edificio adyacente al principal. Cuando hace cinco años el centro empezó a reconsiderar su forma de presentar el arte inuit, decidieron contratar a una comisaria originaria de estos territorios para darle un nuevo valor a la colección. Tardaron dos años hasta dar con asinnajaq, artista visual, escritora, cineasta y comisaria de arte, natural de Inukjuak, una comunidad inuit del norte de Quebec.

A principios de noviembre se presentó en sociedad el primer fruto de esta colaboración: una exhibición de la colección de arte inuit del museo y algunos préstamos recientes en un emplazamiento nuevo, luminoso y con unas dimensiones que doblan a las de la antigua galería a la que han llamado ᐆᒻᒪᖁᑎᒃ uummaqutik: essence of life. Durante los próximos cinco años, 120 piezas de 70 artistas inuit rotarán en la galería cada cuatro meses, cambiando de acuerdo a la estación y el clima. “Y las obras seguirán este ritmo”, relata asinnajaq.

La comisaria cuenta que uummaqutik se concibió en torno a los valores del ingenio, la generosidad, la abundancia y la comunidad, que sirven de hilo conductor de las obras de arte y del espacio que ocupan. Para la selección y la puesta en marcha del proyecto, asinnajaq contó con la complicidad de Krista Ulujuk Zawadski, antropóloga ártica, comisaria de arte e investigadora inuit. “Krista fue una especie de asesora para mí, con quien exploré las diferentes formas culturales de operar y junto a quien cuestioné algunas prácticas del museo y la curaduría en general. Repasamos todo: desde las cartelas hasta las relaciones con los artistas y el equipo. ¿Qué hemos visto ya? ¿Qué nos gustaría ver? ¿Qué es lo apropiado en este contexto? ¿Cómo podemos abrir este espacio? ¿Cómo cuidamos de las obras de arte?”.

'Untitled (Mother and Son Pulling
Walrus from Water)', (alrededor de 1973), de Qumaluk Tukalak. Montreal Museum of Fine Arts (MMFA).
‘Untitled (Mother and Son Pulling Walrus from Water)’, (alrededor de 1973), de Qumaluk Tukalak. Museo de Bellas Artes de Montreal (MBAM).Christine Guest (MBAM)

Para empezar, asinnajaq quiso romper con la distinción tradicional entre arte y artesanía: “Para nosotros, esa fragmentación no existe; todo es arte. De hecho, muchas de las adquisiciones y obras expuestas podrían estar en una exposición de diseño. Pero creo que pertenecen a esta muestra. Forman parte de nuestra cultura y de nuestras prácticas artísticas. Esta reivindicación es muy importante”. Una vez superadas estas barreras, las posibilidades son infinitas: “Tenemos vidrio, pintura, textiles, cerámica, además de las ampliamente difundidas obras sobre papel y tallas y, bueno, una motocicleta muy comentada. Se trata de asegurarnos de que acompañamos a la gente en un viaje hacia la enseñanza de las historias del arte”.

Las cartelas que acompañan a las obras también han sido objeto de debate y ruptura con lo establecido. “Por norma general, la información sobre los autores que los museos incluyen se limita a ‘nació aquí y murió allá’. Pero esto no es necesariamente importante para nosotros, sobre todo si fuiste arrebatado por el gobierno o por la iglesia. Por eso hacemos hincapié en patrias y lugares de pertenencia, en vez de lugares de nacimiento”, explica asinnajaq, en referencia al impacto que las escuelas residenciales y la separación forzada de niños indígenas de sus familias para colocarlos en hogares adoptivos tiene en la forma de presentar los datos biográficos de los artistas inuit.

Los nombres de algunas de las obras, que en un principio eran anónimas y habían sido tituladas por historiadores y comisarios, han sido revisados para asegurarse de que no resulten culturalmente ofensivos o inapropiados. Cuenta asinnajaq que los involucrados en la exposición dialogaron “sobre la autonomía y soberanía de los artistas y sobre el hecho de que sus obras no lleven nombre. Muchas veces los nombres que se dan son un poco banales y no hacen más que describir las piezas, pero a veces son perjudiciales…”. Las cartelas, además, incluyen información sobre la obra y el autor en francés, inglés y uno de los dialectos inuit, que aparece simbólicamente primero.

La exposición 'ᐆᒻᒪᖁᑎᒃ uummaqutik : essence of life' en el Museo de Bellas Artes de Montreal (MBAM).
La exposición ‘ᐆᒻᒪᖁᑎᒃ uummaqutik : essence of life’ en el Museo de Bellas Artes de Montreal (MBAM).Jean-François Brière (MBAM)

Esta reconsideración liderada por voces indígenas como asinnajaq no es exclusiva del MBAM, sino que forma parte del proceso de transformación actual de las instituciones culturales canadienses. Un cambio que implica la creación de espacios de diálogo, reconciliación y reparación para cuestionar esa comunidad imaginada, parcial y distorsionada, a cuya creación contribuyeron los museos.

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