La decisión del Gobierno de Joe Biden de permitir que Ucrania use misiles estadounidenses de largo alcance para atacar objetivos en territorio ruso y la furibunda respuesta de Moscú, avisando de que esto abrirá una nueva fase en la guerra, ha reabierto el debate en una Europa donde las posiciones siguen enfrentadas en esta cuestión. En su último consejo de Exteriores, el jefe de la diplomacia europea, Josep Borrell, ha reiterado su apoyo a esta medida que Kiev lleva pidiendo con insistencia desde hace meses. Pero se trata de una decisión de cada país que envía armas a Ucrania. Y uno de los principales, Alemania, mantiene su negativa. Aunque cada vez afloran más las grietas en el nein de Berlín.
“He dicho una y otra vez que los ucranios deberían poder usar las armas que les proporcionamos no solo para parar las flechas, sino también para atacar a los arqueros. Y seguiré creyendo que eso es lo que se debe hacer. Espero que los Estados miembros estén de acuerdo en eso”, ha dicho Borrell en la cita de ministros de Bruselas, donde, tras 1.000 días de guerra en Ucrania, el conflicto bélico a las puertas de Europa ha vuelto a centrar buena parte de las discusiones. Unas discusiones que continuarán este martes, cuando lleguen a la capital belga los ministros de Defensa de los Veintisiete, mientras que, a escasa distancia, en el Parlamento Europeo, se celebrará un pleno especial sobre Ucrania.
“Hemos discutido” la decisión estadounidense, ha explicado Borrell al término de la reunión de Exteriores. Aunque, ha precisado, “no ha habido ninguna toma de decisión al respecto”. Al fin y al cabo, ha recordado una vez más, es una decisión a tomar por cada país que envía armas a Ucrania, aunque “es importante tomar nota de que la Administración norteamericana, después de mucho tiempo diciendo que no y no, finalmente ha dicho que sí”, ha apostillado.
Las miradas se han dirigido de inmediato a Alemania, hasta ahora reticente a entregar a Ucrania sus misiles de crucero de largo alcance Taurus. Un portavoz del Gobierno ha asegurado este lunes que la decisión estadounidense “no tiene ningún efecto” sobre la negativa del canciller alemán, Olaf Scholz, a dar un paso que teme pudiera provocar una “escalada” de la guerra, como acaba de advertir Moscú. Un extremo que el propio socialdemócrata, en plena campaña ya de cara a las elecciones adelantadas de febrero, había reiterado la semana pasada en persona y ha vuelto a repetir a su llegada a Río de Janeiro para participar en la cumbre del G-20: “Tenemos claro que las potentes armas que hemos suministrado hasta ahora, la artillería de largo alcance y los lanzacohetes, no pueden utilizarse para penetrar profundamente en el interior de Rusia”, ha insistido Scholz.
Pero justamente el hecho de que el país se encuentre ya en plena carrera por su puesto está provocando algunas grietas en esta postura. La ministra de Exteriores alemana, la verde Annalena Baerbock, ha recordado en Bruselas que la posición de su partido, que forma aún parte de la alianza de gobierno de Scholz, es apoyar la entrega de Taurus a Ucrania. “No hay que esperar a que el terror ataque para protegerse”, ha declarado a su llegada a la capital belga, donde también ha llamado a no dejarse amedrentar por amenazas de Rusia. Su presidente, Vladímir Putin, “juega conscientemente con nuestro miedo (…) debemos demostrar que somos más fuertes que ese miedo”, ha declarado un día después de que el líder de su partido y candidato a canciller, Robert Habeck, declarara que si fuera elegido jefe de Gobierno, permitiría el envío de los misiles Taurus, extremo también defendido por el favorito en la carrera electoral, el conservador Friedrich Merz.
La negativa de Scholz a enviar estos misiles no es lo único que irrita a sus socios europeos. Según diversas fuentes diplomáticas, durante la reunión de ministros este lunes en Bruselas, la llamada telefónica del canciller con Putin del pasado viernes, la primera desde finales de 2022, ha sido duramente criticada a puertas cerradas. Algo que también ha sucedido en los pasados días públicamente, como en el caso del primer ministro polaco, Donald Tusk, para quien “nadie detendrá a Putin con llamadas de teléfono”. El Gobierno polaco ha sido uno de los primeros en saludar este lunes la decisión de Biden de permitir el uso de sus misiles en operaciones en territorio ruso.
Francia, por su parte, ha recordado que ya se manifestó dispuesta a dar ese paso a mediados de mayo. En aquel entonces, el presidente, Emmanuel Macron, ya dijo que “es una opción que consideraríamos si supusiera permitir atacar objetivos desde donde los rusos están atacando territorio ucranio”, ha recordado en Bruselas su ministro de Exteriores, Jean-Noël Barrot. “Nada nuevo bajo el sol”, ha agregado, si bien el Elíseo no ha vuelto a pronunciarse al respecto.
Durante la reunión en Bruselas, los ministros europeos de Exteriores también han discutido las ayudas militares a Rusia de países como Irán, contra el que han ampliado las sanciones, entre otros incluyendo a una naviera iraní y tres compañías de transporte marítimo rusas involucradas en el aprovisionamiento de armas y munición iraníes, incluidos componentes de drones, para “abastecer a las tropas rusas que combaten en Ucrania”. También han debatido la posibilidad de sancionar en un futuro a Corea del Norte por el envío de al menos 12.000 soldados a apoyar a Rusia, así como las informaciones sobre la existencia de al menos una fábrica en China que estaría produciendo drones para Rusia. Aunque esta cuestión lleva tiempo preocupando a los europeos, la posibilidad de actuar contra Pekín, si se acaba demostrando su connivencia, será tomada ya previsiblemente por la sucesora de Borrell, la estonia Kaja Kallas.
Actuar más rápido
En su última comparecencia como jefe de la diplomacia europea (aunque este martes participará también en la reunión de defensa), Borrell ha instado este lunes a los Veintisiete a discutir menos y actuar más rápido, en conflictos como los de Ucrania y Oriente Próximo, si la UE quiere ser tomada como un actor geopolítico de peso.
“Demasiadas veces no hemos estado unidos, demasiadas veces, las discusiones llevaron demasiado tiempo. No puedes pretender ser una potencia geopolítica si te toma días, semanas y meses llegar a un acuerdo para actuar”, ha recalcado en referencia a las largas discusiones que han precedido cualquier paso dado hacia Ucrania —desde la entrega de armamento o, ahora, el todavía abierto debate en Europa sobre si permitirle a Kiev su uso para atacar objetivos bélicos en territorio ruso— y, también, a la todavía tampoco resuelta crisis en Oriente Próximo, con una UE muy dividida respecto a cómo presionar a Israel para que respete el derecho humanitario internacional en Gaza y Líbano, como se ha vuelto a ver este lunes en la cita de ministros en Bruselas.
“Mi mensaje final a mis colegas es estar más unidos y tomar decisiones de forma más rápida. El mundo no nos espera”, ha advertido Borrell, que se marcha con la frustración de no haber logrado un giro en Oriente Próximo, ante el rechazo de muchos países de la UE a su propuesta de intentar presionar a Israel suspendiendo el diálogo político.