Arabia Saudí tendrá otra vez el domingo, la tercera seguida, el clásico por el que paga. El Real Madrid resolvió con una insistencia aplastante contra el Mallorca una semifinal de mucho roce en la que el equipo de Arrasate aguantó hasta que recibió el primer gol de Bellingham, otra vez excepcional, y que terminó liberando la tensión que acumulan últimamente estos duelos en una breve trifulca cuando el árbitro los mandó a los vestuarios.
3
Thibaut Courtois, Antonio Rüdiger, Lucas Vázquez, Ferland Mendy, Aurélien Tchouaméni (Raúl, min. 54), Eduardo Camavinga, Federico Valverde (Dani Ceballos, min. 74), Jude Bellingham, Vinícius Júnior (Brahim Díaz, min. 87), Rodrygo y Kylian Mbappé
0
Dominik Greif, Antonio Raíllo (Copete, min. 33), Pablo Maffeo, Martin Valjent, Johan Mojica, Sergi Darder (Takuma Asano, min. 70), Omar Mascarell, Dani Rodríguez (Abdón Prats, min. 80), Manu Morlanes (Samú Costa, min. 69), Vedat Muriqi y Cyle Larin (Robert Navarro, min. 69)
Goles
1-0 min. 62: Jude Bellingham. 2-0 min. 92: Valjent. 3-0 min. 94: Rodrygo
Arbitro Ricardo de Burgos Bengoetxea
Tarjetas amarillas
Jude Bellingham (min. 65), Camavinga (min. 73)
El Madrid dejó en Yeda otra función notable. No tiene ya mucho que ver con aquel equipo tierno y desganado que estrenó la Liga visitando al Mallorca en agosto. Ha despertado. Se arroja sobre los partidos con cierta premura, ya sea contra la lejanísima Deportiva Minera en su primera ronda copera o contra el Mallorca en una semifinal. Trata de obligarse a no dejar la tarea para más adelante. Y se fue enseguida a buscar arriba al equipo de Arrasate, que tardó en empezar a ver la luz. Recuperaba y golpeaba. Acumuló 15 tiros en la primera parte, que fueron 28 al final, y obligaron a nueve paradas de Greif.
Castigaba sobre todo el costado derecho de Maffeo, habitual agitada pareja de baile de Vinicius, vértice de las tensiones. El brasileño llegaba con el recuerdo de su expulsión en Mestalla aún fresco. Dimitrievski se desplomó en Valencia como abatido por un francotirador cuando Vinicius respondió con un empujón a un toque del portero. En Yeda, Maffeo se desmayó cuando el brasileño le tocó levemente el escudo. El árbitro lo ventiló con una breve charla conjunta.
La treta no había dado fruto, y la batalla continuó, sin que el brasileño encontrara rendijas. El defensa acumulaba puntos. Permitía poco peligro y sumaba menos faltas que Vinicius, que trataba de devolverle la asfixia. No era lo único comprometido de la noche del lateral. Por allí llegaba todo el mundo; no solo Vinicius. Mbappé se dejaba caer también por su pasillo con esa explosividad recobrada que le hace volar. Vuelve a parecerse a aquel futbolista con el que fantaseó el madridismo durante años. El francés no era el único que torturaba a Maffeo. También lo visitaban Rodrygo y Bellingham. El inglés sostiene esa versión expansiva suya que le permite aparecer por cualquier parte. Cuando se enciende como estas últimas semanas, el Madrid orbita a su alrededor. Se asocia con quien lo necesita, mejora cada jugada en la que participa, con el pase, o conduciendo, o con el tiro.
El partido del Madrid era una sesión de olas rompiendo inexorables contra el malecón. Atacaba el espacio a la espalda y encontraba también entradas en el juego estático incluso cuando se cerraba el Mallorca. Pero resultaba mucho más dañino a la carrera. Hasta que el rival descifró cómo ordenarse para dormir el vértigo.
Al equipo de Arrasate le costaba hacerse con la pelota, y cuando lo lograba y se disponía a emprender el camino hacia Courtois, aparecían Camavinga y Valverde barriendo el medio. Pero les quedaba su propia arma nuclear. Muriqi es casi un sistema de ataque en sí mismo. Maneja con destreza una presencia apabullante que resulta un enigma hasta para Rüdiger, veterano de muchas reyertas cuerpo a cuerpo. El kosovar, capaz de domar cualquier pelota voladora, proporcionaba vías de escape al Mallorca. Primero peleaba y después distribuía con enorme claridad. Larin dispuso de dos buenas ocasiones nacidas de sus victorias aéreas.
Para descorchar el partido, Vinicius necesitó alejarse de Maffeo y explorar el costado derecho ofreciéndose a una arrancada de Mbappé. Recibió en el área, enfiló hacia la línea de fondo, y cuando parecía que no quedaba campo sacó un centro atrás que Rodrygo cabeceó al poste. El pelotón del Madrid se arrojó sobre el rebote como si acabara de caer alimento en una pecera. Chutó Mbappé contra el cuerpo de Greif y entonces apareció Bellingham a resolver el enigma del escape room: no lo parecía, pero había una ruta a la red entre los cuatro defensores y el portero que se habían amontonado para bloquear el paso.
El gol liberó a Vinicius, que empezó a aparecer más en el área y estuvo a punto de marcar después de un deslumbrante ejercicio de escapismo sobre la línea de fondo bajo la mirada de un maestro sobre ese alambre como Benzema, el más aclamado del estadio en su butaca.
El Mallorca se había desinflado mientras seguía encajando embestidas. Hasta que un pase filtrado de Brahim a Mbappé precipitó el derrumbe: cuando la pelota llegaba ya al francés, Valjent se tiró a la hierba y marcó en propia puerta. Lo concluyó Rodrygo al embocar un centro enroscado de Lucas Vázquez, el último peldaño antes del clásico de la final del domingo.