Miki Nuñez, por tercer año consecutivo, y Laura Escanes, en su segunda temporada, fueron los maestros de ceremonia escogidos por TV3 para las campanadas. Disfrutaron de una intensa promoción previa. Se colaron, por ejemplo, en el Polònia de fin de año. El anuncio promocional, a lo Fred Astaire y Ginger Rogers, duraba 37 segundos y tenía una treintena de planos distintos. Hacerlo migas era una precaución aconsejable por si alguien no sabía bailar. El baile ofrecía, además, dos vuelos de Escanes, una coreografía obviamente trucada. La pareja parece entenderse bien. Salieron en Col·lapse y Escanes aseguró que toda Cataluña amaba a Nuñez. Una versión más elegante de otra frase que se aplica al cantante: el yerno de Cataluña.
TV3 tiene la decencia de no obligar a la dama a ser una Pedroche. Viste a la pareja con corrección, sin bizarría. Este año tuvieron más momentos de lucimiento que en otras ediciones. Empezaron, por ejemplo, interpretando una canción, sin bailarla. El pequeño escenario donde los instalan sirve principalmente para emplazar la publicidad de turrones y cava. Y apenas hay riesgo de meter la pata con los cuartos y las horas gracias a una infografía, también con publicidad incrustada, que asume la verdadera responsabilidad de señalar el momento en que hay que empezar a comer las uvas.
Lo único que deben vigilar es no interponerse excesivamente con el espectáculo que se desarrolla en las escalinatas de María Cristina. Algo que no es responsabilidad del canal. Lo organiza el Ayuntamiento y lo ha encargado nuevamente a la compañía francesa Groupe F, en cuyo currículo hay desde ceremonias olímpicas o nocheviejas de medio mundo. Es una multinacional de los piromusicales con drones. Hubo unos primeros iconos en el cielo de obras de Joan Fontcuberta y Joan Miró y también de Keith Haring, pero eso último el telespectador se lo perdió porque fue el momento de la publicidad. Luego vino la pirotecnia. En el Telenotícies habían ofrecido imágenes de otras ciudades que ya habían entrado en el 2025 y cómo lo habían celebrado. Todas de la misma manera. Barcelona ha abandonado la idea de asociar la ciudad y la fecha a un tótem que sea propio, distinto.
Nuñez y Escanes cumplieron con su deber sin cometer errores. Únicamente en el capítulo de los deseos (de paz, vivienda, salud…) hubo uno que resultó postizo, pero eso no fue culpa suya: “un 2025 lleno de entusiasmo”. Resulta que coincidía con el deseo corporativo que RTVC incluyó en una publicidad sobre sus éxitos.