La dana, también denominada gota fría por su nombre más literario y poético, ha dejado a su paso un trauma colectivo. Tras la catástrofe se hace necesario el apoyo emocional a la hora de intervenir la crisis. La terapia psicológica es esencial en estos casos; un asesoramiento cuya necesidad va más allá de las personas damnificadas y que llega hasta el voluntariado y personal de los grupos de rescate.
Es aquí donde entraría un concepto de psicología que se hace fundamental. Se trata del concepto de contención, una idea surgida a principios de los años sesenta a partir de las teorías de Wilfred Bion, médico y psicoanalista británico, quien describe la contención como capacidad para “contener” las emociones de la persona traumatizada. Para Wilfred Bion se trata de un proceso influido por la relación maternal desde las primeras etapas del nacimiento, cuando aún no somos capaces de asimilar los estímulos de la vida y nuestras madres tienen la disposición para manejar emocionalmente el caos de sensaciones que nos impactan, ayudándonos a asimilar la angustia y a transformar sus contenidos.
Este concepto de contención en su interpretación psicoanalítica lo encontramos en una novela actual, un thriller de corte psicológico titulado La paciente silenciosa (Alfaguara) escrito por Alex Michaelides, psicoterapeuta chipriota que nos cuenta la historia de la pintora Alicia Berenson quien, después de disparar a su marido, no vuelve a hablar más y es internada en un centro psiquiátrico. A través de las palabras, el psicoterapeuta Theo Faber va a conseguir trazar un camino emocional con los suficientes desvíos como para que la paciente logre asimilar la angustia que la mantiene muda.
Porque cuando se presenta una situación traumática como la vivida los pasados días por la DANA, el caos psicológico al que se ven sometidas las víctimas necesita ser enfrentado. Y esto solo es posible con la ayuda de personas que sepan conducir y ordenar el citado caos. La participación de personal cualificado se hace necesaria no solo para que se puedan manejar emociones incontrolables, sino también para hacer compañía a personas que son incapaces de hacer frente una experiencia tan dramática.
El impacto emocional de una tragedia de estas características poco o nada tiene que ver con la literatura, por muy poético y novelero que nos resulte una locución como “gota fría”. Es curioso, pero las perturbaciones atmosféricas que dan lugar a episodios pluviales como los vividos en estos días son la repetición de otros tantos, empezando por la riada de Santa Teresa que tuvo lugar el día 15 de octubre de 1879 en la cuenca del río Segura, desbordándose su afluente, el Guadalentín, a su paso por Lorca. Dejó más de mil cadáveres.
Por entonces, el impacto emocional se manejaba de manera intuitiva por la gente cercana a las víctimas; no existían especialistas; la psicología acababa de surgir como una rama separada de la filosofía. Se da la casualidad de que la riada de Santa Teresa ocurrió el mismo año en el que Wilhelm Wundt (1832–1920) fundó el primer laboratorio de psicología experimental en la Universidad de Leipzig, Alemania. Con ello, la psicología empezaba a tomar forma como disciplina científica.
El hacha de piedra es una sección donde Montero Glez, con voluntad de prosa, ejerce su asedio particular a la realidad científica para manifestar que ciencia y arte son formas complementarias de conocimiento.