Son muchos los motivos para acercarse hasta Andorra, el encantador país de los Pirineos, que en invierno es un imán para los esquiadores. Algo lógico, por otra parte: con más de 300 kilómetros de pistas, este destino ofrece la superficie esquiable más grande de los Pirineos y del sur de Europa, entre paisajes y montañas espectaculares. Con un solo forfait es posible deslizarse por las pendientes de los tres dominios esquiables del país (Ordino Arcalís, Pal Arinsal y Grandvalira). Su unión forma Grandvalira Resorts Andorra, una de las estaciones más extensas del continente.
Cada zona tiene sus propios atractivos. Así, Ordino Arcalís dispone de 30,5 kilómetros de pistas que se adaptan a todos los niveles. Está orientada al norte, lo que favorece la calidad y la cantidad de la nieve que los esquiadores encuentran cada temporada.
En los últimos años, estas condiciones naturales y la celebración de competiciones de free ride la han convertido en un referente internacional del esquí fuera de pista. Mientras, Pal Arinsal cuenta con 63 kilómetros divididos en dos sectores completamente equipados para acoger a los fanáticos de este deporte. Esta temporada amplía su Adaptative Center Pal Arinsal, con monitores específicos para personas con diversidad funcional.
Después de una intensa jornada entre telesillas y arrastres, llega el momento del ‘après-ski’. Algunas propuestas: recorrer pueblos e iglesias con encanto como Auvinyà, Pal, La Cortinada, Santa Coloma y Ordino; saborear la gastronomía local, con embutidos tradicionales, quesos artesanos, carnes a la brasa, especialidades como la ‘escudella’ y el ‘trinxat’, miel y chocolate…
Para todos los niveles y edades
Por último, Grandvalira presenta 215 kilómetros de pistas divididos en siete sectores (Canillo, Soldeu, Pas de la Casa, Encamp, El Tarter, Peretol y Grau Roig). El esquí de fondo es el protagonista en Naturland, con 20 kilómetros esquiables para esta disciplina en la Cota 2000. A menos altura, en la Cota 1600, niños y mayores pueden divertirse los fines de semana con multitud de atracciones con las que soltar adrenalina, como el Tobotronc –el tobogán alpino más grande del mundo– o el Airtrekk –el mayor sky trekk de Europa–.
Después de una intensa jornada entre telesillas y arrastres, llega el momento del après-ski. Algunas propuestas: recorrer pueblos e iglesias con encanto como Auvinyà, Pal, La Cortinada, Santa Coloma y Ordino; saborear la gastronomía local, con embutidos tradicionales, quesos artesanos, carnes a la brasa, especialidades como la escudella y el trinxat, miel y chocolate; relajarse en los spas y centros de bienestar más exclusivos, como Caldea y los circuitos termales de algunos hoteles; dormir rodeado de nieve en cabañas con encanto en pleno bosque; ir de shopping por cualquiera de sus calles comerciales o pasar unas horas en UNNIC, un monumental centro de ocio que incluye un gran casino, actuaciones y shows en directo y alta gastronomía.
Bajo las estrellas. La diversión prosigue ya de noche, con un amplio abanico de experiencias nocturnas que incluyen descensos de esquí y cenas bajo la luz de la luna en restaurantes emblemáticos –la Ovella Negra, Borda de la Coma, la Borda de Sorteny, L’Abarset y Vodka Bar (que abre si hay un mínimo número de personas concreto) son algunos de ellos– a los que acceder después de una excursión en raquetas de nieve o en esquí de travesía. Actividades para todos los gustos y edades en el corazón de los Pirineos.