El pasado 1 de septiembre tenía que ser un día de celebración para Jesús Pedro García Martín, de 54 años. Cumplía 30 años desde que ingresó en la Policía Municipal de Madrid. En lugar de ser una jornada de festejo se convirtió en una auténtica pesadilla. Fue el único superviviente de un accidente de tráfico provocado por un conductor que circulaba de madrugada en sentido contrario por la autovía de A Coruña (A-6), a la altura del municipio madrileño de Las Rozas. Los cuatro ocupantes de los dos turismos implicados en el choque murieron. Ahora está ingresado en un hospital de Coslada recuperándose de las gravísimas lesiones que sufrió y que le han llevado a estar postrado en una cama y moverse en una silla de ruedas desde hace 12 semanas. “He llorado mucho de dolor, pero también de impotencia y de rabia, al verme una situación así, que yo no he provocado”, resume con entereza. Este pasado domingo se celebró el día mundial en recuerdo de las víctimas de siniestros viales.
Jesús Pedro García Martín, de 54 años, se levantó aquel domingo 1 de septiembre a las seis de la madrugada. Tenía que entrar a trabajar como oficial responsable de su unidad una hora más tarde. Se subió a su moto, una Suzuki GSX-R de 600 centímetros cúbicos, y se incorporó a la A-6 por el acceso de Pinar de las Rozas, en una zona con tres carriles por sentido de circulación. “Me puse en el carril central y no iba muy rápido, a noventa o cien kilómetros por hora, porque tenía tiempo. En unos 20 minutos llegaría al trabajo de sobra”, recuerda tumbado en la cama del hospital.
Por el carril izquierdo le adelantó un Volkswagen Passat que iría, según sus cálculos, a unos 120 kilómetros por hora. En ese momento fue cuando se percató de que un coche circulaba en sentido contrario por su misma calzada: “Era noche cerrada. De repente vi unas luces muy blancas y muy nítidas. Iba por el carril izquierdo y a gran velocidad. Fue un segundo”. Acto seguido, chocaron frontalmente el turismo que le acababa de adelantar y el que circulaba en sentido contrario. “Todo fue muy rápido. Ninguno hizo ninguna maniobra evasiva. Ni frenaron. El golpe fue tan fuerte que los dos coches hicieron una V, se levantaron por las partes traseras”, describe con precisión.
El coche que circulaba de forma ilegal, un todocamino Volkswagen Taigo, giró y recorrió lateralmente unos 50 o 60 metros por los carriles central y derecho. Fue la fracción de segundo que tuvo García Martín para intentar esquivarlo desviándose hacia el arcén derecho. No tuvo tiempo para escaparse del choque inminente. Su moto impactó con el lateral izquierdo trasero del todocamino. “Yo salí despedido por encima del coche y, como llevaba las piernas metidas en el carenado de la moto, fue lo que me produjo todas las lesiones que tengo”, describe. “Estuve consciente en todo momento. Tengo grabado como veo el cielo oscuro. Entonces pensé: ‘Ahora sonará un crac y terminará todo. Moriré, será el adiós”.
El policía cayó boca arriba y afortunadamente pasó por debajo del quitamiedos metálico sin chocar con algún poste. Su miedo era que nadie hubiera visto el accidente y que quedara tirado en medio del campo, muriéndose y sin recibir ayuda. Su experiencia en primeros auxilios le llevaron a ponerse de lado, para evitar un posible ahogamiento en caso de vomitar. Ahí es cuando surgió su gran preocupación: pensó que se había quedado parapléjico, al no sentir sus piernas ni ver sus pies cuando mira hacia abajo. “Entonces pensé que estaba respirando, que estaba vivo y que tenía que luchar”, añade.
Enseguida se acercaron a él un policía nacional destinado en el palacio de La Moncloa, un guardia real y una doctora que también se dirigían a sus trabajos. Fueron los que llamaron a los servicios de emergencia. La médico le dijo que no podía ayudarle por las lesiones que tenía, pero que se iba a quedar hasta que llegaran las asistencias. Le comentó que estuviera tranquilo porque ya se oían las sirenas. Los primeros en llegar fueron los policías locales de Las Rozas.
El motorista escuchó como los servicios de asistencia iban comentando el número de fallecidos en el choque. Se trataba del conductor del vehículo que circulaba incorrectamente, Juan Carlos Baldeón, un ingeniero de 27 años residente en Valdemorillo (Madrid), y de los ocupantes del Volkswagen Passat, el policía nacional destinado en la comisaría del distrito de Salamanca Alberto Sánchez, de 44 años, y su acompañante, un camarero llamado Juan Carlos, de 41. El copiloto y hermano del supuesto autor del accidente, Jorge Luis Baldeón, un estudiante de Psicología de 28 años, ingresó con pronóstico muy grave en el hospital Puerta de Hierro de Majadahonda, donde falleció unos 20 días después.
García Martín fue trasladado con pronóstico grave en el hospital Clínico de Madrid. Sufría fractura en dos partes del fémur izquierdo con salida lateral, aplastamiento del pie izquierdo y rotura abierta de tibia y peroné derechos, además de haberse roto desde la tercera a la novena costilla izquierda y tener un coágulo en un pulmón. La motocicleta quedó partida en dos al chocar con el guardarraíl. Fue intervenido de urgencias e ingresado en la UCI: “Los tres primeros días estuve en una nube porque me pusieron una bomba con fentanilo y morfina, pero, cuando me la quitaron porque me estaba afectando los riñones, tuve dolores extremos. Llegué a estar 16 días sin dormir de los dolores, que eran insufribles. He perdido unos siete kilos”.
El pasado 1 de octubre fue trasladado al hospital de Asepeyo en Coslada (Madrid), un centro especializado en traumatología, cirugía ortopédica y rehabilitación inaugurado en 1981. Allí va a sesiones de rehabilitación por la mañana y por la tarde. Ahora puede apoyar el pie derecho en barras paralelas y hace ejercicios para fortalecer los músculos. El director médico del centro, el doctor Ricardo Rodríguez de Oya, afirma que su evolución ha sido muy buena para la gravedad de sus lesiones. “Podría haberse fracturado una vértebra y haber quedado parapléjico o haber sufrido un golpe en la cabeza con fatales consecuencias. Se nota que tiene fuerza por luchar y salir cuanto antes”, destaca el especialista. El policía reconoce que está contento cada vez que baja al gimnasio porque es “el único camino” para curarse. También añade que suele hacer más de lo que le piden sus fisioterapeutas.
El policía reconoce que le ha dado muchas vueltas a su rutina y lo que podría haber cambiado de haberse retrasado unos segundos en arrancar la moto o de haberle puesto el cierre de seguridad. También se pregunta por qué le tocó a él, en un momento de su vida en el que se encontraba “fenomenal”. La familia del presunto autor del accidente no se ha puesto en contacto con él, lo que echa en falta: “Si lo hubiera hecho mi hija, yo habría ido a verlos de inmediato, más que nada porque ellos no tienen la culpa”. “No tengo rencor a las personas que iban en sentido contrario. Todavía no sé qué pudo ser los que le llevo a circular por el sentido contrario. Pudo ser por un despiste, por haber consumido drogas o alcohol o por algún reto o alguna apuesta”, concluye. Los especialistas del Grupo de Investigación de Accidentes de Tráfico (GIAT) de la Guardia Civil están con las pesquisas, que han recaído en el Juzgado de Instrucción número 3 de Majadahonda. Los agentes han concluido que el conductor ilegal recorrió unos tres kilómetros antes de provocar el accidente.
Postrado en su cama y como policía municipal, defiende los controles preventivos de alcoholemia y drogas. “A la gente le suele sentar mal porque tras una noche de fiesta está cansada y quiere volver a casa, pero cada vez que pillamos un positivo, evitamos el riesgo potencial que pueden causar estas personas. Un control ese día habría evitado cuatro muertos y un herido grave. La gente no se da cuenta del riesgo que supone conducir un coche de 1.500 o 2.000 kilos y a gran velocidad”. Ahora, solo espera recuperarse cuanto antes y volver a patrullar como hacía antes del accidente. Eso siempre que su recuperación se lo permita y no ponga en peligro la seguridad de sus compañeros, según afirma con rotundidad.
La resolución 60/5 de Naciones Unidas de octubre de 2005 fijó el tercer domingo de noviembre como fecha para conmemorar a los millones de personas fallecidas en carretera en todo el planeta. Cada año, según este organismo, pierden la vida 1,3 millones de personas en siniestros viales y resultan heridas 50 millones de personas, mucho de ellos con secuelas permanentes.