El Madrid regresó de Liverpool dando por hecho que ya no entrará entre los ocho primeros de la Champions, con otra lesión muscular (Camavinga, baja para dos o tres semanas por un problema en el bíceps femoral de la pierna izquierda), y pendiente también de los físicos de Bellingham, Brahim y Mbappé, que se someterán este viernes a pruebas médicas. Pero, por encima de todo, volvió con la sensación ya innegable de que la adaptación de la nueva estrella francesa se ha hecho bola.
Su paseíllo final camino de los vestuarios de Anfield solo, cabizbajo y sin esperar a nadie después de su pobre actuación, más allá del penalti errado, fue la foto que concentra un inicio personal en el Bernabéu mucho más torcido del esperado. Un problema acrecentado por el hecho simbólico de haber dejado un despliegue tan flojo en una cita tan señalada desde su posición más natural, la banda izquierda, heredada, al menos, hasta que se recupere Vinicius.
En el cuerpo técnico, que lo ubicó hasta hace una semana como delantero, nunca han considerado su ubicación en el campo un obstáculo para su integración en los mecanismos del equipo, por más que, como admitió Carlo Ancelotti el pasado domingo en Leganés, “está más acostumbrado” al costado zurdo. Físicamente, sí que le han visto una mejora en los últimos tiempos. Sin embargo, la gran estrella ha encallado y su expresión corporal remite a un jugador en serias dificultades futbolísticas.
“Sé que cuando un jugador como yo llega, cambian muchas cosas. Lo sé, no estoy loco”, reconoció el francés el día que anotó sus primeros goles en Liga, a principios de septiembre. Una asunción que comparten otros miembros del vestuario, conscientes de que es una pieza que lo condiciona todo en el engranaje colectivo y que ha aterrizado con la intención del club de que sea un pilar indiscutible en los próximos cursos. No obstante, nadie anticipó estos cuatro primeros meses del francés, ni tomando como preaviso su floja Eurocopa del pasado verano.
Más tiros pero menos tino
Quienes lo han seguido en Francia saben que las estadísticas no son una cuestión baladí para él. Y las suyas de este curso no desmienten las evidencias. La diferencia entre los goles metidos (nueve) y los esperados (12,7), que se calculan en virtud de la calidad de las ocasiones disfrutadas, es la peor de su carrera: -3,7, según los registros de Opta. De hecho, por lo que se ha solido significar es por anotar mucho más de lo que el big data le ha calculado. El curso pasado, por ejemplo, marcó 7,7 dianas más de lo estimado. Y en los dos anteriores, 8,2 y 7,9, respectivamente.
El problema de Mbappé no es las veces que remata, porque su media por encuentro (4,56) es la mayor desde que llegó al PSG en 2017, dentro de una línea ascendente en este apartado. Sino el tino y la finura con que lo hace. Esta campaña, solo el 46% de sus intentos acaban entre los tres palos, cinco puntos menos que su última entrega en París, donde casi siempre se movió cómodamente en porcentajes superiores al 50%.
Y dentro de esta falla a la hora de encarar la portería rival, una de las imágenes habituales es ver cómo sus disparos terminan bloqueados. En el Madrid, el 33% han tenido este final, nada menos que 11 puntos más que el curso pasado en el Parque de los Príncipes y el doble de los registros que ofrecía cuatro temporadas para atrás.
Ancelotti no dejó de apelar a la paciencia con él en las tripas de Anfield, ese tipo de fe al que se recurre cuando las cosas no funcionan como se necesita. Ni siquiera lo peor de su encuentro en Liverpool fue el penalti fallado, el tercero que hierra de los 10 lanzados este 2024. La lesión de Vini le concedió la autopista de la banda izquierda, un lugar de oportunidades pero también de mayor exposición y exigencia, sobre todo en este momento de ausencias por problemas físicos (se espera que Rodrygo pueda tener minutos el domingo ante el Getafe).
El Madrid no termina de encontrar el rastro sobre el campo de Mbappé, un jugador cuyo número de intervenciones lleva descendiendo tres temporadas, desde que hiciera pico (59 por partido) en la 21-22. Desde entonces, cada vez menos, aunque el bajón de este curso ha resultado notable (43,6), siete veces menos que su última estancia en el Parque de los Príncipes. Su paso por Anfield estuvo en la media.
Poco tajo defensivo
La necesidad de acelerar su aterrizaje le ha llevado a Carletto a darle siempre pista. Es, junto a Valverde, el único que no ha rotado de los imprescindibles. Sin embargo, cuesta encontrar una evolución en su rendimiento, ya sea en ataque o en su colaboración en defensa. Primero se apeló a la falta de puesta a punto física, ya que se incorporó a los entrenamientos solo una semana antes de la competición, pero esa razón se ha ido diluyendo y al final ha sido su fútbol el que ha quedado a la intemperie.
El francés se ha mantenido regular en su poca incidencia en el fútbol del Madrid y tampoco ha asomado gestos de rebeldía. Un tiempo muy prolongado de silencio dentro y fuera del campo, que ha transcurrido en paralelo a sus ausencias con la selección francesa, acordadas previamente, según Didier Deschamps.
Con mucha menos huella en ataque de lo esperado, su poca implicación en tareas defensivas está siendo un elemento de corrosión que le ha costado, incluso, alguna bronca en el vestuario. En Lille, él y Vinicius fueron reprendidos de manera dura por varios de sus compañeros debido a su escaso tajo en tareas de contención. El dato de recuperaciones por choque (1,39) es el más bajo de su carrera.
Liverpool le encendió el piloto rojo a Kylian Mbappé cuatro meses después de su llegada al Bernabéu.