Lo ha conseguido, por fin. Han pasado 25 años desde que el magnate tecnológico Jeff Bezos fundó Blue Origin y a esta compañía espacial se la conoce solo por sus carísimos vuelos suborbitales para millonarios, a quienes asoma al espacio unos instantes y les otorga un pin de astronauta privado de dudosa validez. Esa reputación ha empezado a cambiar hoy, con el estreno de su primer cohete para competir en serio en la carrera espacial. Es el New Glenn: una lanzadera espacial pesada, destinada a competir con los Falcon 9 de Elon Musk llevando satélites y sondas al espacio; y que aspira incluso a superarlos, pues está diseñado para lanzar módulos capaces de aterrizar astronautas en la Luna.
The NG-1 countdown clock is proceeding. The three-hour launch window opens at 1 a.m. EST (0600 UTC).
Live webcast begins here 20 minutes before launch.https://t.co/wDtmxoDKRs
— Blue Origin (@blueorigin) January 16, 2025
El cohete ha despegado a primera hora de este jueves —a las 8.03, hora peninsular española— desde el Centro de la Fuerza Espacial de EE UU en Cabo Cañaveral (Florida). El exitoso despegue llega después de un primer intento abortado el lunes por motivos técnicos que Blue Origin no ha especificado, y tras dos aplazamientos previos la semana pasada, debido a condiciones meteorológicas adversas.
En la NASA, que necesita el New Glenn para lanzar una misión a Marte que debería haber partido en octubre de 2024, se esperaba con expectación este vuelo de prueba, con una duración máxima de seis horas, y que ha despegado con el principal objetivo de colocar una cápsula en órbita y llevarla a casi 20.000 kilómetros de distancia de la Tierra.
Antes de eso, el primer reto de la NG-1, la misión inaugural del New Glenn —un coloso de 98 metros de alto llamado así en honor del mítico astronauta de la NASA John Glenn— llegó ocho minutos después del lanzamiento, cuando Blue Origin no logró posar sobre el océano Atlántico el propulsor principal, que tras impulsar el despegue y el tramo más duro de la ascensión, se había desprendido de la parte superior del cohete a los dos minutos de vuelo. “Hemos perdido el propulsor”, reconoció la compañía durante la emisión en directo del lanzamiento.
Ese aterrizaje suave en una barcaza llamada Jacklyn, como la madre de Bezos, no era crucial para el éxito de la prueba de este jueves. Pero completar la maniobra con éxito sí es imprescindible para lograr la reutilización parcial del cohete, que lo convierta en una máquina rentable para subir carga al espacio. Blue Origin lo había logrado previamente con un cohete de mucho menor tamaño, que utiliza para sus vuelos de turismo espacial. Reutilizar los propulsores principales ha sido también la estrategia de SpaceX, con la que ha logrado reducir el coste de los vuelos espaciales y poder realizar lanzamientos cada pocos días, destinados sobre todo a desplegar satélites.
El ensayo de esas capacidades del New Glenn como transportista espacial se produjo tras la separación del propulsor principal. La etapa superior del cohete, que es desechable, ha seguido impulsando una cápsula de carga —la Blue Ring Pathfinder— para colocarla en una órbita terrestre media, con una altura mínima de 2.400 kilómetros sobre la superficie de la Tierra y un máximo de 19.300 kilómetros. En el vuelo inaugural, el propulsor superior ha acompañado a la cápsula en todo momento, pero en los vuelos normales —una vez que la lanzadera esté operativa— se desprenderá al llegar a la órbita y caerá al mar: es la parte desechable del cohete.
En esa fase culminante estreno del New Glenn estaba prevista una demostración de maniobras que en el futuro le permitirán colocar en órbita artefactos espaciales, como los satélites militares del Departamento de Defensa de EE UU, que financia parcialmente esta iniciativa de la empresa de Jeff Bezos. El magnate tecnológico también planea usar sus cohetes New Glenn para desplegar su propia megaconstelación de satélites de telecomunicaciones Kuiper, con la que Amazon pretende competir con los Starlink de SpaceX, ofreciendo acceso global a internet de banda ancha.
Alternativa al dominio de Musk
Si el cohete estrella de Blue Origin supera también otra misión de prueba adicional, conseguirá la licencia de operación y abordará en los próximos años esos primeros objetivos de desplegar satélites militares y de telecomunicaciones. Solo entonces, una vez consolidada como una lanzadera espacial viable y reutilizable —el plan es aprovechar cada propulsor principal para realizar hasta 25 lanzamientos—, el New Glenn aspiraría a ser una alternativa a los cohetes Falcon 9 y Falcon Heavy, ambos modelos de SpaceX, que llevan más de una década volando y prácticamente monopolizan el mercado de los lanzamientos espaciales. Con más de 430 vuelos realizados desde 2010, los Falcon son los cohetes comerciales más usados de la historia; y en global, solo los superan los veteranos Soyuz de la agencia espacial rusa Roscosmos, que han protagonizado más de 1.700 lanzamientos desde su estreno en 1966.
Con esas ambiciosas aspiraciones, lanzar el New Glenn ya ha supuesto un complejo salto cualitativo para la compañía espacial Blue Origin, que inicialmente había previsto este estreno en 2020. Hasta ahora solo tenía otro cohete, el New Shepard —bautizado en recuerdo de Alan Shepard, el primer astronauta de la NASA en viajar al espacio— con unas capacidades muy inferiores. Solo permitía vuelos suborbitales, destinados a fugaces experiencias de turismo espacial y a experimentos científicos también breves. El nuevo cohete de Bezos es cinco veces más alto y multiplica por 30 la capacidad de carga del antiguo. Además, está diseñado para subir artefactos espaciales a todo tipo de órbitas terrestres: desde la baja hasta la geoestacionaria.
El éxito del New Glenn supondrá que la NASA tendrá por fin una alternativa privada más, además de los Falcon de Elon Musk, para desplegar sus sondas y telescopios espaciales. Y, si demuestra suficiente fiabilidad, para llevar astronautas a la Luna en misiones del programa Artemis previstas para los años 2030.