Esta es la segunda vez que Tahlequah, una orca hembra de 25 años que suele desplazarse por la costa oeste de EE UU, pierde a una cría. El Servicio Nacional de Pesca Marina estadounidense (NOAA Fisheries) notificó el 1 enero que el ejemplar conocido como J35, fue avistado cargando el cadáver del neonato con el hocico, en las aguas del estrecho de Puget, en las costas del Pacífico, frente al estado de Washington.
En 2018, Tahlequah recorrió más de 1.600 kilómetros empujando el cuerpo inerte de otra cría durante 17 días junto a algunos miembros de su manada, una sobrecogedora historia que acaparó numerosos titulares. En esta ocasión, Phoenix ―de tres años― y una orca de 14 años conocida como Notch acompañan a su madre en el proceso de duelo por la cría, que tenía apenas unos días cuando murió. “El último avistamiento confirmado de J35 tuvo lugar el domingo pasado. Creemos que las orcas podrían haberse desplazado hacia aguas más remotas en la costa exterior”, explica a EL PAÍS Michael Mistein, del Departamento de Pesca de NOAA Fisheries. El primer avistamiento de la cría, cuando todavía estaba viva, fue el 20 de diciembre.
La mortalidad perinatal es alta en esa zona. Solo quedan, según el organismo, alrededor de 75 orcas residentes en el sur, por debajo del máximo de 98 registrada en la década de los noventa. Los expertos señalan que el aislamiento de esta población de cetáceos amenazados ha provocado altos niveles de endogamia, la reproducción entre ejemplares de un mismo linaje. Es otro factor que afecta a la sostenibilidad del grupo, junto con los impactos humanos que contribuyen a su declive, como la contaminación y el ruido de las embarcaciones.
Sin duda, J35 está gastando energía con su cría muerta. Forma parte de una manada de orcas residentes que se alimentan de peces y que sufren un gran estrés por la falta de salmón chinook, que se encuentra en peligro de extinción y que es parte esencial de su dieta. Además, el resto de conductas naturales, como comer o dormir, se verán afectados. La zoóloga marina Carmen Arija, directora de Sea Wolves, señala que esto se debe, esencialmente, a la reducción del descanso de la madre.
“Mientras está portando un cadáver, el animal va a dejar de dormir, lo que va a afectar su sueño unihemisférico [una mitad del cerebro duerme y la otra se mantiene activa]. La madre, para sostener un cadáver a flote, también va a dejar de cazar”, indica. Arija, advierte además de que hay que tener cautela al interpretar lo que le está ocurriendo a J35, pues el luto no es la única causa de su comportamiento.
“Algunas abandonan a sus crías si la ven débil y es difícil saber qué es lo que le está pasando por la cabeza de esta orca. Yo tendría un poco de prudencia al hablar de esto”, señala. La zoóloga explica que con el alumbramiento, la hormona prolactina estimula al tejido mamario para que crezca y produzca leche, como sucede con los humanos. Si estos niveles son muy altos, la orca va a seguir cuidando a su bebé porque es lo que su cerebro le pide, sin que tenga que sentir pena por ello.
“Es muy posible que este animal tenga depresión unida a la bajada de progesterona y estrógenos después del parto”, agrega.
A los científicos les preocupa Tahlequah, pues temen que su comportamiento se sostenga por un largo periodo, tal como ocurrió hace siete años. Tampoco están seguros de cuándo volverán a ver a la madre, pues las orcas pueden internarse en altas profundidades y recorrer largas distancias. “Es difícil predecir cuándo podríamos volver a observarlas”, reconoce Mistein.
La muerte en el mundo animal
Lo que Tahlequah hace con su bebé muerto se conoce en el mundo científico como comportamiento epimelético, que ocurre cuando un animal sano cuida de un individuo herido, enfermo o muerto. Aunque el aparente pesar que manifiesta esta orca es sobrecogedor y pueda parecer inusual, sí se ha observado en otros animales longevos y socialmente cohesionados como las orcas.
Los primates ―incluidos los chimpancés y gorilas―, elefantes y jirafas, llevan consigo a bebés muertos. Ricardo Aguilar, director de investigación en Europa de la oenegé Oceana, explica que es algo que sucede normalmente en los mamíferos, pero también en aves. “Es el caso de los cuervos y las urracas, que se ha visto que tienen comportamientos dirigidos hacia los miembros que han muerto”, indica.
En España también existen registros de esta conducta. Bruno Díaz, director del Instituto de Investigación del Delfín Mular, junto a sus colegas observaron en 2020 a un delfín de Risso hembra que nadaba con una cría muerta a lo largo de la costa sur de Galicia. El estudio, publicado en 2023, sugiere que existe “un fuerte vínculo afectivo y refleja un sentido de protección” entre estos animales. En esta ocasión, la madre sostuvo a la cría durante cinco días consecutivos y luego volvió a reencontrarse con su manada.
“Es un comportamiento común, pues estamos hablando de la inteligencia emocional de estas especies. La relación entre la madre y la cría es equivalente a la de un primate superior”, sostiene el experto. Los científicos explican que la lactancia cesa una vez que muere una cría, por lo que el ciclo reproductivo de la madre se reanuda. Estos cambios hormonales pueden haber contribuido a la pérdida o abandono de los restos del ejemplar de delfín de Risso muerto.