“Cuando sales en el pueblo nadie te habla de las pensiones o de la subida del Salario Mínimo Interprofesional, se quejan de los okupas, de las pagas de los inmigrantes y de la ley de amnistía y allí en mi pueblo no se ha visto en la vida a un okupa ni hay inmigrantes cobrando pagas y tampoco conocen a ningún independentista con lazo amarillo”. El lamento lo escribía por WhatsApp en las fiestas navideñas un militante del PSOE de Andalucía que, después de muchas idas y venidas en su reflexión, llegaba a una conclusión: “Nos sentimos huérfanos”. Está por ver cómo avanza el mandato de María Jesús Montero pero, por lo pronto, la presentación de su candidatura para liderar el partido en Andalucía ha vigorizado el ánimo de las bases socialistas.
Seis años después de perder la Junta de Andalucía, despojados de casi todo su poder municipal y con el Gobierno central dejándose plumas en los acuerdos con los independentistas, Pedro Sánchez lanza a María Jesús Montero al rescate de la principal federación socialista, que sigue sin salir de la depresión tras perderlo casi todo y verse en la tesitura de tener que renegar de sus referentes, y casi de su historia, por el caso de los ERE.
Hay tantas explicaciones como socialistas andaluces sobre la incapacidad de sobreponerse, pero una de ellas tiene que ver con el predominio de la agenda política nacional que opaca la labor de oposición andaluza. Los “okupas”, “las pagas de los inmigrantes” y la amnistía. ¿Ha optado Pedro Sánchez por un mirlo blanco ajeno a las polémicas de cada día? Posiblemente no lo hubiera, pero su receta para los males andaluces procede de la política nacional. El presidente del Gobierno vuelve a hacer de la necesidad virtud y pretende usar todos los focos de su vicepresidenta primera para darle la vuelta a la tortilla y movilizar a la izquierda andaluza (“nítidamente de izquierdas”, repite Montero que es su proyecto). ¿Que Montero ha negociado todo y más sobre Cataluña? Sí ¿Y qué más garantías quieren los andaluces de que sus intereses estaban preservados estando ahí la socialista andaluza con más peso institucional? En una entrevista en la Cadena SER este jueves, la vicepresidenta ya ha esbozado ese argumentario con el que pretende combatir la percepción del agravio que alimenta el PP en Andalucía.
Montero, con todos sus cargos y negociaciones a cuestas, anda por los pasillos del Congreso y del Senado envuelta en una nube de periodistas que en adelante acabarán familiarizándose con temas de la actualidad andaluza que ahora no pasan de Despeñaperros. Para tranquilidad de Juan Manuel Moreno Bonilla, en la prensa nacional se identifican asuntos y protagonistas de la política catalana o valenciana pero la gestión de Andalucía no está en la conversación. La futura líder del PSOE-A no estará en la Cámara autonómica para confrontar con el presidente andaluz (¡cuántas crónicas se escribieron sobre Javier Arenas sentado en la tribuna de invitados cuando estaba en la misma posición!), pero tiene todas las cámaras de televisión apuntándole a todas las horas del día. Para empezar, ese cambio ya lo celebran quienes se quejan de orfandad.
La operación Montero tiene muchas aristas y, por eso, ha sido muy meditada. Hacienda no es como todas las demás carteras que compatibilizan los ministros con liderazgo territorial y el papel de la vicepresidenta es fundamental en el Ejecutivo, pero Pedro Sánchez ha decidido lanzarla como salvavidas a Andalucía porque la necesita más que nunca; también para salvarse él. Esto no solo va de pelear por la Junta sino de recuperar todo el espacio posible en las generales: de los 350 escaños del Congreso, 61 son andaluces.
A Montero la fichó el presidente en 2018, tras la moción de censura, casi sin conocerla, y ha terminado sirviéndole para casi todo a todas las horas en el Gobierno y en el partido. Le encomienda ahora una tarea clave dentro de la estrategia de fortalecimiento territorial del PSOE que pasará por prescindir de una pieza fundamental del engranaje del Ejecutivo (en principio, las elecciones andaluzas serán antes que las generales, como tarde en la primavera de 2026 y, en ese momento, Montero dejará de ser ministra). Lo que tienen claro muchos en el PSOE es que ese engranaje del Gobierno no podrá seguir funcionando si los ministros metidos a candidatos autonómicos no hacen bien sus deberes electorales. Esta última misión de Montero, dicen algunos, es quizá la más relevante de toda su carrera política.