Carlos III no podía imaginar aquel 1772 en el que adquirió un conjunto de Stradivarius para su hijo, el Príncipe de Asturias, futuro Carlos IV, que más de 250 años después, en un Teatro Real que aún no se había ni soñado, una sala llevaría su nombre, y que en ella se promocionaría este miércoles un concierto benéfico con esos instrumentos que se realizará el mismo día de su nacimiento ―20 de enero― para ayudar a los afectados por la trágica dana de finales de 2024. Tampoco se imaginó María José Suárez, conservadora del llamado Cuarteto Palatino, valenciana nacida en la zona de Utiel-Réquena, que dos años después de que asumiera la tarea de preservar estas joyas de Patrimonio Nacional, las mismas servirían para recaudar fondos destinados a ayudar a agrupaciones musicales de su tierra en la recuperación del desastre. El 20 de enero, a las 19.30 horas, todos esos imposibles coincidirán para que se celebre un concierto único en el Teatro Real, donde los miembros del Cuarteto Casals devolverán la vida a estos instrumentos de fama internacional. Los Stradivarius que sonarán entonces llevan 27 años sin salir del Palacio Real.
La mañana del 20 de enero, Suárez sacará los Stradivarius de sus vitrinas, revisará las cuerdas y comprobará las cerraduras de los estuches en los que se transportan estos instrumentos las pocas veces en las que salen de su guarida. Luego vigilará con celo cómo agentes de la Policía armados los suben a un coche blindado y no se apartará ni un segundo de ellos durante los 400 metros de la Plaza de Oriente que separan al Palacio del Teatro Real.
“Desde luego no me voy a separar de ellos”, explica la conservadora. “Cuando lleguen al Teatro, seré yo la que abra las cajas para que [los músicos] los cojan”.
Los dos violines, la viola y el violonchelo que conforman este cuarteto, también conocido como Cuarteto Real, exquisitamente decorado por su creador, el lutier Antonio Stradivari, no han salido del Palacio Real desde 1997. La conservación de estos instrumentos sigue un estricto protocolo que ha permitido mantenerlos en excelente estado de conservación, y ser uno de los pocos conjuntos que se conservan casi íntegramente como lo concibió Stradivari, ya que en el siglo XIX se perdió sin dejar rastro uno de los violonchelos que conformaban el entonces quinteto. Aunque están exhibidos al público dentro del propio Palacio Real, y se sacan de sus vitrinas unas cuatro veces al año para ofrecer pequeños conciertos allí mismo, escuchar las notas que salen de las cajas de maderas especialmente escogidas, moldeadas y barnizadas por el lutier es una rareza.
“Los Stradivarius son unos instrumentos extraordinarios que teníamos que poner al servicio de una causa extraordinaria”, dice Ana de la Cueva, presidenta de Patrimonio Nacional, en una conferencia de prensa celebrada este miércoles.
La música, otra vez, salva. “Tiene una cualidad excepcional que no la tiene ninguna de las otras artes, y es la capacidad de comunicación con las personas, la capacidad que tiene de resiliencia y de conectar con las emociones“, destaca Suárez, que escucha todo lo que ocurrirá el próximo 20 sentada en medio del auditorio de la sala Carlos III, como una madre que quiere saber lo que se habla de sus hijos.
Todo el dinero recaudado irá a la Federación de Sociedades Musicales de la Comunidad Valenciana para ayudar en la recuperación de las instalaciones e instrumentos de las bandas de los pueblos afectados por la dana, y también a asociaciones musicales de Albacete. Hasta el momento, según Ignacio García-Belenguer, director general del Teatro Real, se han recaudado 40.000 euros, que “ya es una cantidad relevante”, pero el objetivo es recaudar más. Para ello, la institución ha habilitado también una fila 0, a través de la cual se pueden hacer donaciones. Todo, con el reclamo de los Stradivarius, que por primera vez en lo que va de siglo dejarán el Palacio Real para recorrer los pocos metros que lo separan del Teatro Real, al otro lado de la Plaza de Oriente, en la capital.
¿Y por qué moverlos de sitio? Los conciertos que se realizan periódicamente en la sala de columnas del Palacio Real para mantener el buen funcionamiento de los Stradivarius logran reunir a unas 300 personas, que agotan las entradas en cuanto salen a la venta, pero esa cantidad de espectadores se juzgó insuficiente para reunir los fondos que necesitan los afectados por la dana. Las más de 1.700 butacas del Teatro Real marcan un objetivo mucho más ambicioso.
“Teníamos que hacer algo por la dana con lo mejor que tenemos, y eso es, el Cuarteto Palatino”, recalca de la Cueva, presidenta de Patrimonio Nacional.
Los cuatro instrumentos están pensados no solo para la Casa Real española en específico, sino también para ser tocados en conjunto. “La combinación de tocar los cuatro crea una resonancia absolutamente única, una combinación absolutamente perfecta”, asegura Vera Martínez, una de las violinistas del Cuarteto Casals, a través de una videollamada en la rueda de prensa.
La música de Bach ha sido el elegido para darle sentido a este concierto. “El arte de la fuga es una catedral arquitectónica inmensamente bella, larga y difícil de escuchar, es una obra para nosotros muy espiritual”, dice Martínez para describir la obra seleccionada. Habla de las curiosidades de la composición, la última creada por Johan Sebastian Bach antes de morir, de las fugas que la integran, y tararea a través de la pantalla un acorde en Re mayor, con el que cerrarán las fugas. Terminarán con el preludio coral BWV 668 que, revela Martínez, “es como la entrada al cielo”.
Los Stradivarius aún no han sido sacados de las vitrinas para los ensayos. Suárez explica que en breve, junto al Cuarteto Casals, determinarán los horarios en los que se harán. Antes, un lutier revisará los instrumentos, los limpiará y les ajustará las cuerdas. Durante los ensayos, que se celebrarán a puerta cerrada en el llamado comedor de diario del Palacio Real, la conservadora vigilará cada movimiento de los músicos.
La noche del 20 de enero, cuando acabe el concierto benéfico por la dana, Suárez y el lutier harán el proceso inverso. Los revisarán, limpiarán y soltarán un poco las cuerdas, para volver a colocarlos en su vitrina, a la espera de que otro acontecimiento único, quizás menos triste, los saque de su letargo.