Las primeras Navidades, tras el final de la Guerra Civil española, llega a todas las cárceles españolas la redención. Porlier, un colegio en el corazón del madrileño barrio de Salamanca, es el lugar escogido para poner en marcha uno de los mayores programas de conversión de nuestra historia reciente. Entre sus más de 5.000 almas cautivas, se encuentra la flor y nata de la intelectualidad y la cultura republicana que permanece en España hasta el final de la contienda. Entre ellos, un grupo de periodistas, dibujantes y cronistas, seleccionados previamente, tiene que crear un concurso literario e iconográfico sobre el significado de la Navidad entre los propios reclusos. La idea es del vocal de prensa y propaganda, José María Sánchez de Muniain, conocido como “el sacristán de Dios”.
La colaboración oficial en materia penitenciaria entre la Iglesia y el Gobierno de Burgos llega tras la batalla del Ebro y en plena negociación por el Concordato. El cardenal Gomá describe al nuncio del Vaticano, monseñor Antoniutti, un encuentro con el propio Franco en el que le solicita la ayuda de la Iglesia para la regeneración moral y espiritual de los presos. Su número es cada vez mayor debido al avance en todos los frentes. El encargado del elaborar el plan es el jesuita Pérez del Pulgar. Ingeniero eléctrico y creador del Instituto Católico de Artes e Industrias (ICAI), diseña un programa que vincula la libertad condicional al trabajo. No se trata de una siempre reducción de días de condena, depende, sobre todo, de la buena conducta del preso y de su familia. El proceso lo sintetiza en un libro, La solución que España da al problema de sus presos políticos, que publica a modo de guía. El año nuevo de 1939, con las grandes ciudades enemigas aún por ocupar, Franco hace las siguientes declaraciones al periodista Manuel Aznar, en las que resalta su idea central.
“Yo entiendo que hay en el caso presente de España dos tipos de delincuentes: los que llamaríamos criminales empedernidos, sin posible redención dentro del orden humano; y los capaces de sincero arrepentimiento, los redimibles, los adaptables a la vida social del patriotismo.”
El día de la Victoria, el 1 de abril de 1939, la esencia del nacionalcatolicismo adquiere fuerza de ley. Los propagandistas católicos, aunque quedan fuera de la Obra del Auxilio Social, triunfan sobre los falangistas en el ámbito de la Justicia, donde imponen su modelo organizativo y las técnicas de comunicación de la Asociación Católica Nacional de Propagandistas (ACNP). Ese mismo día, Muniain anuncia la aparición de un nuevo periódico: Redención. El semanario de los presos y sus familias. De tamaño grande y ocho páginas, costará dos pesetas al trimestre y solo se venderá por suscripción entre los presos. Las restricciones de luz y papel hacen que tenga cuatro hojas, pero el periódico sale adelante. Los presos se apuntan y tratan de hacer lo propio con sus compañeros.
Cuantos más suscriptores hagan, más visitas, cartas y paquetes de la familia tendrán, aunque en muchas no hay nada que llevarse a la boca. Ciudades “tristes y mudas”, como las de Dámaso Alonso, viven con el trasiego diario de miles de condenados. Siguen la marcha nocturna hacia “los grandes cementerios bajo la luna” que denunciara Bernanos. Noviembre alcanza el mayor número de ejecuciones, es el aniversario del fusilamiento de José Antonio. La Justicia y la Caridad. El capellán de la cárcel Modelo de Barcelona, el padre Martín Torrent, escribe a Muniain para que insista en catequizar.
El secretario particular de Ángel Herrera, antes de la guerra, ya convocó un concurso entre todos los presos de España para formar un “florilegio” de temática religiosa y patriótica. Musa Redimida tuvo mucha aceptación porque cada uno de los poemas suponía una rebaja de condena automática. Elabora un nuevo plan. Se trata de poner en marcha un recital navideño que ocupe dos números. El primero, para el 23 de diciembre, se titulará La Navidad en prisiones. Los textos deben centrarse en el Año de la Victoria. El segundo, justo una semana más tarde, hablará sobre la reconstrucción nacional y se titulará La Nueva España en el umbral de 1940.
Sin apenas tiempo, los periodistas comienzan a enviar las instrucciones a sus colaboradores y presentan la lista de posibles articulistas. Llegan justos a imprenta. La víspera de Nochebuena, el periódico abre con el nacimiento que han elaborado en Valencia los presos de San Miguel de los Reyes. Sus hijos no pueden entrar a verlo, como habían solicitado, pero Radio Nacional retransmite desde allí el concierto de Navidad. La prisión de mujeres de Girona gana el concurso de cuentos de religión y en Amorebieta, dos hijos de las reclusas son bautizados y apadrinados por el director. El premio al mejor poema, aunque al jefe de servicio le parece algo político, es para José María Vega, de Celanova: “Esta noche nace para todos el Redentor, ricos y pobres, cautivos y libres”.
El siguiente número, del 30 de diciembre, trae en portada la visita del Papa a los reyes de Italia y el avance imparable de las tropas alemanas. El interior recoge las celebraciones y los artículos previstos. En la celular de Valencia, el Arzobispo inaugura el bendito sagrario. En la colonia penitenciaria de Carabanchel Bajo, comen coliflor a la vinagreta y huevos a la portuguesa, con vino, café y copa de coñac. Misa del gallo y comunión para las presas de Ventas. El cierre es para la visita de Muniain que cena con el equipo de redacción en Porlier. Les hace entrega del aguinaldo, 25 pesetas, por orden del Director General de Prisiones, el también propagandista y general Máximo Cuervo. Bluff, el dibujante de viñetas del periódico, no tiene suerte. Su consejo de guerra considera que sus caricaturas de los nacionales son fruto de “inteligencia satánica”. Carlos Gómez Carrera es ejecutado al año siguiente en el campo de tiro de Paterna. La temática para el concurso de Navidad de 1940 es única: invocación a José Antonio, mito de vida y de esperanza.