Tres motivos diabólicamente entrelazados hacen del cáncer de páncreas el más letal de todos, con tasas de mortalidad superiores al 95% en los más peligrosos: no da señales hasta que suele ser demasiado tarde (la media de supervivencia tras el diagnóstico es de cinco meses), es tremendamente agresivo y los fármacos, o no funcionan de entrada o generan resistencias que los convierten en inútiles. Algunas soluciones a estas barreras pueden llegar de la mano de dos científicos de dos generaciones distintas que investigan en España aspectos muy distintos de estos tumores.
A ambos los une la Fundación Cris contra el cáncer, una de las mayores financiadoras para investigación de esta enfermedad: 42 millones de euros en los últimos cinco años. Es en este tiempo cuando han comenzado a trabajar con uno de los grandes investigadores del cáncer del mundo, Mariano Barbacid, descubridor de una de las principales mutaciones que provocan estos tumores (y otros) hace 40 años y con Meritxel Rovira, que desde el Instituto de Investigación Biomédica de Bellvitge ha descrito 15 nuevos subtipos de células del páncreas, lo que ha terminado llevándola a estudiar el cáncer en este órgano.
Sus aproximaciones son muy distintas. Rovira hace ciencia básica, participa en los primeros pasos que pueden dar lugar a soluciones a muy largo plazo. “Si todo va bien, podríamos ver ensayos clínicos en 10 años”, dice. Barbacid trabaja con ratones; en ellos investiga nuevos fármacos, está más cerca de la clínica, pero todavía son modelos animales. Esta es la mala noticia: ni ellos ni ninguna investigación en el mundo (que se sepa) va a revertir la realidad del cáncer de páncreas en el corto, ni siquiera el medio plazo.
“Pero lo que está claro”, dice Barbacid, “es que sin investigación no vamos a hacerlo nunca. Si se investiga se avanza, pero no podemos garantizar a qué velocidad”. Cuando se habla del cáncer de páncreas no queda otra que cultivar la paciencia. “Está muy por detrás de otros tumores y apenas hemos avanzado nada en los últimos 20 años”, lamenta el jefe de Oncología Experimental del Centro Nacional de Investigaciones Oncológicas (CNIO).
Al contrario que en cáncer de mama, de colon, de pulmón o el melanoma ―entre otros―, el de páncreas no ha podido beneficiarse de la inmunoterapia. La razón, explica Barbacid, es que el 80% de estos tumores son fibroblastos: “Es como si tuvieras un balón de fútbol y la célula tumoral estuviera solo en el 20% dentro del balón. Esto impide que los anticuerpos que forman la inmunoterapia puedan llegar a las células”.
Tampoco las nuevas terapias de precisión han logrado avances contra este cáncer. Durante casi 40 años, se había creído que el oncogen KRAS, que es el iniciador del proceso canceroso, era lo que los científicos definen como “inabordable farmacológicamente”. En 2021 se aprobaron fármacos contra KRAS, pero los pacientes tratados con estos nuevos medicamentos desarrollan resistencias muy rápidamente, por lo que hasta ahora los resultados de los ensayos clínicos no han mejorado los obtenidos con la quimioterapia.
Precisamente, Barbacid trabaja en modelos experimentales con estos fármacos para intentar mejorar los resultados y evitar que se produzcan estas resistencias en los tumores de páncreas, aunque no puede dar más detalles sobre su investigación, que está pendiente de revisión para ser publicada en una revista científica.
Los estudios de Rovira se encaminan a abordar lo que sucede antes del tratamiento, a mejorar el diagnóstico para que pueda detectarse de forma temprana, y no cuando ya es demasiado tarde o incluso ha hecho metástasis, como sucede ahora. Rovira parte de analizar el páncreas célula a célula, lo que les ha llevado a comprobar que hay mucha heterogeneidad entre ellas. El siguiente paso fue examinar tumores, y es ahí donde se dieron cuenta de que algunos de ellos se parecían a unas células de las que habían analizado y otros a otras. “Esto da pie a que podamos diseñar nuevos modelos animales para estudiar esa heterogeneidad y generar tumores que vienen de una única célula”, explica la investigadora.
Si generan la mutación y pueden estudiar los tumores desde su formación, podrán entender mejor cómo evoluciona y detectar biomarcadores que permitan diagnosticar antes. Para comprender en qué consiste esto se suele poner el ejemplo del cáncer de próstata: cuando se desarrolla, los niveles de un antígeno (llamado PSA) en sangre se suelen disparar. Así que un simple análisis puede alertar de un posible tumor (aunque es un cribado en entredicho). No existe, hoy por hoy, nada parecido para el de páncreas, y este es uno de los objetivos del equipo de Rovira.
Porque, los 10.000 diagnósticos anuales de cáncer de pancreas en España se efectúan, en la mayoría de los casos, cuando ya es muy tarde, cuando ya no hay solución. El tumor ha estado creciendo en el paciente de forma silente, o con síntomas tan generales (dolores estomacales, de espalda) que es muy difícil identificarlo. Y esa es la razón por la que 8.000 personas mueren por esta enfermedad cada año en el país, algo que estos dos investigadores quieren revertir.