Todos los accidentes castigan al City de Guardiola | Fútbol | Deportes



“Ruben se ha lesionado”, dijo Pep Guardiola, pálido y con la voz ronca. Este viernes, como cada semana desde agosto, se repitió el ritual. El estrado de la sala de conferencias del Manchester City comienza a parecerse a un altar sacrificial cada vez que el entrenador español se acomoda en la silla para evaluar la situación. Un nuevo accidente en contra cada vez contribuye a acelerar la espiral calamitosa que desde hace 40 días arrastra al equipo por una racha negra: 11 partidos, una victoria, dos empates y ocho derrotas. Algo insólito considerando que el City sufrió siete derrotas en 59 partidos en todas las competiciones de la temporada pasada, camino de levantar la cuarta Premier consecutiva, un récord que ningún equipo antes había logrado. Motivo de desesperación para Guardiola, que el domingo pasado —tras desperdiciar un 1-0 en los últimos minutos del derbi con el United— estuvo a punto de declararse incompetente y de dimitir en público. “No soy lo suficientemente bueno para resolver este problema…”, dijo. “A cualquier otro entrenador ya lo habrían echado”.

Temperamental por naturaleza, a sus 53 años a Guardiola no le ha dado miedo exhibir sus emociones ni sus defectos, y en ocasiones los sentimientos se le han descontrolado en forma de autoflagelación, por más que gran parte de las derrotas sufridas obedecieron a accidentes, distracciones clamorosas de sus defensas o pequeños desajustes puntuales. Contra el United, la Juventus o el Feyenoord, el City generó más ocasiones, disparó más a puerta y controló mejor el balón que sus adversarios. De hecho, el juego del City ha mostrado una consistencia notable pese a que se expone a las consecuencias de dos poderosos factores de desestabilización superpuestos: una plaga de lesiones en una plantilla empobrecida tras una serie de tres mercados estivales netamente vendedores.

Desde 2022 el City no está entre los diez equipos de Europa que más han invertido en jugadores y es el único con balance contable neutro, según fuentes de la Premier. Desde 2022, Chelsea, PSG, Manchester United, Tottenham, Arsenal, West Ham, Bayern, Nottingham Forest, Brighton, Newcastle, Aston Villa, Atlético, Real Madrid o Juventus han gastado más que el City, que ha comprado futbolistas por 400 millones de euros y ha vendido por otros 400. La razón es existencial. La Premier acusa al club de financiación ilegal ante la Justicia y lo amenaza con sanciones que contemplan la expulsión del torneo. Los patrocinios de las líneas aéreas Etihad y del Banco de Abu Dhabi fueron bloqueados por la jurisdicción de la liga inglesa y el City recurrió la pena a los tribunales ordinarios, que en octubre le dieron la razón, pero solo de un modo provisional. Ante tamaña fiscalización, la base de jugadores se reducía cuando una plaga de lesiones devastó a sus referencias en defensa: Rodri, Dias, Stones y Kovacic.

Ruben Dias es el único central con verdadera vocación de marca de la plantilla. Nadie en la nómina del City es capaz de mantener el nivel de atención y agresividad los 90 minutos de partido como hace el portugués, que a diferencia de Gvardiol, Aké, Akanji y Stones —atacantes frustrados— nunca soñó con ser otra cosa que defensor. La lesión de Dias a finales de octubre coincidió con el derrumbe. El City no había perdido ni un solo partido cuando, ya sin el portugués, cayó contra el Bournemouth, el Brighton, el Tottenham, y luego fue goleado por el Sporting (4-1) y empató en el descuento contra el Feyenoord (3-3) en una Champions que se le torció.

El pesimismo se apoderó del discurso de Guardiola cuando ayer anunció a la prensa que Dias se había vuelto a romper. Lo hizo cuando hablaba de salir del pozo: “Antes o después le daremos la vuelta a esta mala racha… No sé cuándo porque Ruben estará tres semanas de baja. Tiene una lesión muscular”.

“La plantilla es buena, yo solo pido tener a mis jugadores de vuelta en plena forma”, insistió Guardiola, que desde hace semanas parece lanzar un mensaje a los dueños del club para que acudan al mercado de invierno en busca de futbolistas que le ayuden a cortar la sangría.

En el feudo de Emery

Este sábado el City no tendrá a Dias, jugador que, a falta de Rodri, resulta esencial. El equipo no ha sido capaz de ganar sin Dias esta temporada, pero recupera a Stones y a Kovacic en su visita a Villa Park (13:30 horas, DAZN). El feudo de Unai Emery es el último campo que le vio caer, hace exactamente un año, en su marcha triunfal hacia el título de Premier. Antes de viajar, Guardiola se sometió a las preguntas de los periodistas que siguen al equipo, intrigados como es natural ante la reacción del entrenador más innovador y regularmente exitoso del siglo, con 12 títulos de liga entre España, Alemania e Inglaterra, un hito sin precedentes. La audiencia permanece expectante por lo que pueda deparar el show que ofrecerá Guardiola en su lucha por interrumpir una sucesión de contratiempos que han convertido un equipo que parecía anticiparse a todo en otro que parece superado por todo.

“Gestioné buenos momentos y malos momentos”, dijo. “En 14 años como entrenador tuve malas rachas pero después de un tiempo fuimos capaces de volver y ahora toma más tiempo. Veremos qué pasa en el futuro. Hemos tenido más de 40 días de malos resultados. Si los comparas con los ocho años anteriores el balance mejora mucho. Hemos hecho cosas increíbles. Nuestro pasado en los últimos ocho años habla por sí mismo y estos últimos 40 días hablan por sí mismos también. Tenemos que volver a ganar sin importar las circunstancias”.

Solo hay dos precedentes de rachas equiparables en la trayectoria de Guardiola. Cinco partidos sin ganar con el Barça en 2009, y seis partidos sin ganar con el City en 2016. En ambos casos, se trataba de dos proyectos lógicamente inmaduros en un proceso de desarrollo. Ahora es diferente.

Por primera vez en su carrera, Pep Guardiola se ha puesto el traje de Gregg Popovich. Como hizo el viejo entrenador de los San Antonio Spurs en los años que concluyeron en las finales de la NBA de 2014, el técnico de Santpedor afronta el desafío más difícil: reactivar una dinastía que declina.



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