Que la arquitectura nunca parte de cero lo sabían hasta los arquitectos modernos que defendían el borrón y cuenta nueva. Restar hasta que no quedara casi nada era su manera de librarse de lo prescindible —las jerarquías o los ornamentos— y defender un diseño más económico y, por lo tanto, se suponía que más democrático. Lo que quedó de aquel deseo fue, salvo unos pocos proyectos excepcionales, más barato que democrático. Los edificios modernos que se salvaron fueron audaces, ingeniosos, pero también terriblemente caros: el muro interior de ónice de Marruecos en la Casa Tugendhat, que Mies van der Rohe levantó en Brno, costó lo mismo que levantar un bloque entero de viviendas. Ningún arquitecto que se precie ignora el punto de partida. Todos saben que nunca es ni cero ni un folio en blanco. Saben, además, que el contexto no solo es urbano. Es también social, económico, tecnológico, geográfico (y, por lo tanto, biológico y climático. Y es también cultural. En ese último epígrafe se esconde la actualización de la tradición: el caballo de batalla de los últimos años.
En el diseño de las cubiertas de las viviendas y hasta en la manera tradicional de vestir suelen esconderse datos prácticos: la relación del lugar con el agua y el sol, o el tipo de materiales disponibles y tecnologías desarrolladas en un sitio. La tradición es conocimiento acumulado durante siglos. Tiene una razón de ser. Por eso conviene prestarle atención evitando momificarla. Una mirada nueva —extranjera o proveniente de otro ámbito— puede actualizarla. Está sucediendo en algunos de los edificios que se levantan en África, que es hoy un continente en construcción. Son muchas las ciudades donde es preciso construir lo básico: una infraestructura sanitaria y educativa. Los arquitectos polacos de Jeju Studio han desarrollado una escuela en Ulyankulu (Tanzania), que lleva tres décadas siendo el hogar temporal de miles de refugiados. Hablan de “construir, con la incertidumbre, una esperanza”. Esa esperanza entiende el lugar cuidando la ventilación y trabajando con los materiales locales preindustriales.
En otros países africanos, como Marruecos, la conciencia de cómo el turismo modifica las ciudades hizo que los propietarios de la Maison Brummell Majorelle le encargaran su hotel a Bergendy Cooke. La arquitecta neozelandesa, con estudio en Barcelona, trabajó con artesanos locales para interpretar los elementos tradicionales de la arquitectura árabe. Cooke no replica, destila las murallas de la Medina, para levantar una fachada que encierra un oasis vegetal. La actualización de la tradición va de la mano con la huida de la occidentalización en las propuestas arquitectónicas. Igual que la reconsideración de la huella de los hoteles corre pareja a la incentivación de otro tipo de turismo. Esa opción transforma la arquitectura. En Pekín, el estudio chino Domain Architects ha transformado una escuela rural en el Farm Hotel utilizando 60.000 metros de cáñamo. Más allá de la reconsideración de materiales locales, esa intervención produjo cero emisiones. Y esa es otra de las claves de la mejor arquitectura: su relación con las urgencias del planeta.
Tanto las viviendas sociales que Emiliano López y Mónica Rivera levantaron en Esporles (Mallorca) como los Khudi Bari —las viviendas mínimas que salvan vidas durante las inundaciones— en Bangladesh de Marina Tabassum conjugan sostenibilidad energética (100% en la reducción de emisiones) con conocimiento del lugar. Además, ambas son económicas. Y responden a la naturaleza cultural y geográfica del lugar. La no separación de la naturaleza es otra clave en algunos de los mejores hospitales, espacios públicos y museos. Herzog & de Meuron llevan décadas defendiendo, con sus edificios hospitalarios, la relación entre naturaleza y salud. A su manera lo hacen los arquitectos del estudio MVRDV apostando por la recuperación, como espacio público, de las cubiertas de muchos edificios holandeses.
El rescate de playas, o del contacto con el mar, realizado por Cresus-Carrasco en Porto do Son (A Coruña) ha ganado el Premio Europeo de Espacio Público dedicado a los bordes marítimos. Y el hotel que Shigeru Ban ha ampliado en Toyota (Japón), también habla de rescate de naturaleza. Ban reinventó la arquitectura de emergencia con sus intervenciones tras terremotos o tsunamis. Lo hizo trabajando con lo que tenía más a mano. Luego, llevo esa reinvención a los espacios domésticos, donde ideó habitaciones móviles. Hoy se dedica a repensar los museos. En Toyota, con medio millón de habitantes, Ban ha remodelado el museo que cuenta la historia de la ciudad. Y lo ha hecho con una pérgola de madera de cedro, con un edificio capaz de acumular la energía con la que funciona y ganando un espacio que une el inmueble original con el jardín. Kengo Kuma hizo algo parecido en su ampliación de la Fundación Gulbenkian de Lisboa. Pero Ban dio un paso más. Su museo rinde homenaje a sus propios orígenes: está diseñado para transformarse fácilmente en un centro de acogida durante catástrofes naturales.
Los cinco mejores proyectos del año
Parque en la Colina del Levantamiento de Varsovia. Archigrest y TopoScape
Los paisajistas de TopoScape y los arquitectos del estudio Archigrest han trabajado con vegetación y memoria para sanear un territorio. Premio Europeo al Espacio Público, este parque convierte las ruinas de la destrucción —casquetes procedentes de infraestructuras bombardeadas durante la II Guerra Mundial— en un nuevo jardín público. Así, da un giro constructivo a una historia de dolor y mira al futuro garantizando accesibilidad para todos, aire, naturaleza, espacio público y serenidad en un jardín sembrando de tanta vegetación como concordia.
Hospital de Selandia del Norte (Dinamarca). Herzog & de Meuron
En la tradición danesa de curar con naturaleza, Herzog & de Meuron firman el hospital de Selandia del Norte, en Dinamarca. Un proyecto que apuesta la tranquilidad mental de los pacientes a su relación con la naturaleza tanto como a su facilidad de movimiento en el centro. Fácilmente accesible, el edificio muestra cómo arquitectónicamente asistimos a un acercamiento a otro tipo de transformaciones, lejos de las formales o técnicas. Las prioridades de este siglo son energéticas, sociales, ecológicas. El mejor edificio es el que mayor bienestar produce. La topografía por delante de la geometría y el lugar, por encima del estilo.
Museo de la Ciudad. Toyota (Japón). Shigeru Ban
Construido con madera de cedro y capaz de acumular la energía con la que funciona, está diseñado para transformarse fácilmente en un centro de acogida durante tsunamis o huracanes. Es a la vez una rehabilitación de un antiguo instituto de enseñanza media, una muestra del ideario de Ban para reducir las emisiones de carbono y buscar el ahorro energético, aislando sus edificios y construyendo con materiales de kilómetro cero, y una propuesta para un urbanismo que une edificios, en lugar de acumular inmuebles aislados.
Viviendas Sociales en Esporles (Mallorca). Emiliano López y Mónica Rivera
Estas viviendas sociales conjugan sostenibilidad energética con conocimiento del lugar. Se adelantan 26 años a la obligatoriedad de hacer desaparecer el 100% de emisiones exigido por ley para las construcciones que se realicen a partir del 2050. Los 18 pisos actualizan la tradición constructiva del lugar revisando su sostenibilidad. El norte del edificio, macizo y compacto, protege. El sur, se beneficia de las virtudes climáticas con una estructura porticada. Ese acceso es un captador solar cerrado, con vidrios, en los días fríos y abierto y protegido del sol en los días más calurosos.
Khudi Bari. Marina Tabassum
Un Khudi Bari cuesta 500 euros. Es una vivienda mínima desmontable, con una estructura formada por elementos triangulares producidos con materiales locales, como el bambú, atado con juntas de acero. Cimentada sobre un armazón cuadrado enterrado en el suelo, con barro de doble altura (y así resistente a las inundaciones), en bengalí quiere decir “casa pequeña”. No implica, sin embargo, un logro menor. Lleva implícita la posibilidad de salvar vidas. Marina Tabassum lo ideó para lidiar con las inundaciones que sufre su país, un territorio definido por el delta del Ganges y por el río Barhmaputra que concentra las mayores precipitaciones del planeta.