María José Díaz-Aguado lleva 45 años investigando sobre convivencia escolar, y es una de las mayores expertas españolas en acoso. Nacida en Madrid hace 68 años, catedrática de Psicología Evolutiva y de la Educación, acaba de publicar Acoso escolar y ciberacoso en España en la infancia y en la adolescencia, un amplio estudio sobre esta forma de violencia basado en 20.662 entrevistas con alumnos de cuarto de Primaria a cuarto de la ESO ―la mayor parte de ellos tenía entre 10 y 16 años―, pertenecientes a 325 centros educativos de toda España. El trabajo ha sido realizado por la Unidad de Psicología Preventiva de la Universidad Complutense de Madrid, que dirige Díaz-Aguado, con el patrocinio de la Fundación ColaCao y la colaboración de 15 consejerías de Educación. Y muestra que seis de cada 100 estudiantes son víctimas de bullying, entendiendo por tal haberlo padecido en alguna de sus formas al menos dos o tres veces al mes en los últimos dos meses.
Pregunta. ¿Hasta qué punto aumenta el riesgo de suicidio haber sufrido acoso escolar?
Respuesta. Haber sufrido todo tipo de violencia, y por supuesto acoso escolar, incrementa los problemas de salud mental e incrementa el riesgo de suicidio. Se ha confirmado en investigaciones llevadas a cabo en distintos países, y también lo muestran los datos que hemos obtenido en España en este último estudio. Al preguntarles a los estudiantes de secundaria si han intentado quitarse la vida alguna vez, entre quienes afirman no haber sufrido acoso escolar, reconoce haberlo hecho un 5,5%. Pero ese porcentaje aumenta al 20,3% entre quienes afirman haber sufrido acoso de forma presencial, y a un 21,1% entre quienes aseguran haber sufrido ciberacoso. Los problemas de salud mental incrementan el riesgo de ser elegido como víctima por los acosadores, al encontrarla más vulnerable. Y a su vez, sufrir acoso empeora los problemas de salud mental.
P. ¿En qué medida están agravando las redes sociales, empezando por WhatsApp, los conflictos escolares y los casos de acoso?
R. El ciberacoso, por un lado, reduce la posibilidad de que la víctima pueda escapar o encontrar un lugar seguro. Y al poder ser compartido rápidamente con más participantes, aumenta el riesgo de que el daño sea extenso y duradero. Desde el punto de vista de quienes acosan, además, hace más difícil que en el acoso presencial que empaticen con la víctima. Aumenta el riesgo de desconexión moral y la sensación de impunidad, lo que puede incrementar la crueldad de las agresiones. Nuestro estudio muestra que un 70% del alumnado de sexto de primaria ya tiene una cuenta en una red social, como YouTube, TikTok, WhatsApp e Instagram. Un porcentaje que aumenta al 88% en primero de la ESO.
P. ¿Reciben las víctimas de acoso suficiente protección y apoyo?
R. Los recursos actuales no son suficientes. Primero debemos dotar a las escuelas de los medios y la formación necesaria para optimizar la prevención. Así se reducirá el número de víctimas y de acosadores. En segundo lugar, quienes han vivido violencia deben recibir ya desde la escuela una atención psicológica que les ayude a paliar el daño y reduzca el riesgo de que vuelvan a vivirla, y a quienes acosan hay que enseñarles a corregir su conducta y a corregir el daño. Y en tercer lugar, es imprescindible incrementar mucho los recursos de salud mental externos a la escuela, pero coordinados con ella, para que toda la infancia y la adolescencia que los necesite acceda a los mismos, aunque no pueda pagarlos.
P. El ritmo a la hora de aplicar medidas parece demasiado lento.
R. Hay que intervenir a la primera señal para que los acosadores no consigan el poder que buscan y no dañen a la víctima. Si el profesor y el centro interviene la primera vez que se burlan de un estudiante e impulsa que los compañeros también intervengan, es muy posible que ahí se detenga.
P. Los protocolos por acoso escolar se dirigen con frecuencia solo hacia quienes lo inician, ¿no debería ampliarse el foco?
R. La intervención escolar, tanto la preventiva como la que se tiene que producir cuando hay un caso, debe llevarse a cabo con todo el alumnado. Con quienes acosan, para corregir su conducta y ayudarles a paliar el daño. Con las víctimas, para paliar su sufrimiento y reducir el riesgo de que padezcan nuevas violencias. Y con todo el alumnado que lo ha presenciado, porque también pueden verse dañados y porque tienen que ser actores fundamentales a la hora de detenerlo, apoyar a la víctima y corregir al acosador, transmitiéndole que solo podrá conseguir el poder que busca con una conducta prosocial, nunca con violencia.
P. Que una clase aísle a un compañero, ¿no es una forma de acoso?
R. Sí, el acoso relacional se caracteriza por aislar intencionadamente a la víctima, y le hace muchísimo daño. En la adolescencia, la principal fuente de referencia para construir la autoestima es el grupo de iguales. Y verse privado del apoyo y reconocimiento positivo del grupo puede tener consecuencias muy graves. En cualquier edad, pero especialmente en la adolescencia.
P. ¿Ha mejorado en algo la respuesta que da España a esta lacra?
R. Los resultados de nuestro estudio reflejan que la lucha en España contra el acoso escolar y el ciberacoso avanza en su eficacia y su extensión, si lo comparamos con lo que había hace unos años. Pero también que han surgido nuevos riesgos, fundamentalmente a través de las redes sociales, y que los problemas de salud mental en la adolescencia, especialmente en las chicas, son más graves ahora. Tenemos que dotar a las escuelas y a los recursos de salud mental de los medios que permitan afrontar esta situación, y llevar a la práctica en buenas condiciones lo que establece la Lopivi, la Ley de Protección a la Infancia y la Adolescencia.