Sergio González, capitán del Leganés: “Estudiar una carrera universitaria me liberó” | Fútbol | Deportes



“No eran juicios, eran prejuicios”, dice. “He convivido siempre con prejuicios y me ha dolido”.

Sergio González Poirrier no duda. Conoce el caso perfectamente. Es su caso. Pero podría ser la historia de miles de niños que nunca alcanzaron su sueño de llegar a ser futbolistas profesionales porque no estuvieron preparados anímicamente para hacer frente a un técnico, un directivo o un presidente de club que les juzgó incompetentes para el oficio. La capacidad no resulta constantemente evidente. Este muchacho de clase media, nacido en Las Rozas en 1992 y tranquilamente empecinado desde cadete por ser futbolista, se sabe de memoria la película. Es la prueba viviente de que la industria del fútbol está plagada de expertos que no atinan más que un aficionado de barra de bar.

“¡Siempre me pasaba!”, recuerda el capitán del Leganés, un tallo de 1,89 sentado junto al vestuario después del entrenamiento, en mangas de camiseta y sin inmutarse por el frío de la mañana. “Cuando estaba en Tercera me ofrecían a un equipo de Segunda B y en los clubes me decían que para Tercera estaba bien, pero en Segunda B no me veían. Cuando ascendí a Segunda B y me asenté me ofrecieron a equipos de Segunda y los equipos de Segunda decían lo mismo, que no me veían. Cuando ascendí a Segunda igual… Me ofrecieron a equipos de Primera y dijeron que no me veían… ¡Y aquí estoy!”.

No puede reprimir la risa. No es para menos. Más de una década después de que le dieran la baja del juvenil del Madrid, de curtirse en el Las Rozas, en el Villaviciosa y en el Alcorcón, de asentarse en Segunda B con el San Sebastián de los Reyes y subir a Segunda con el Mirandés, el 2 de junio pasado levantó la Copa de campeón de Segunda con el Leganés y ascendió a Primera. Este domingo, a sus 32 años, se ajustará el brazalete, pronunciará el discurso de arenga a sus compañeros y pisará la hierba de Montjuic para enfrentarse al Barça (21:00 horas, DAZN).

“A la élite se llega rápido a través de un filial, mediante un fichaje si te llama un club de categoría superior, o a cabezazos. Yo he llegado a cabezazos”

“A la élite se llega rápido a través de un filial, mediante un fichaje si te llama un club de categoría superior, o a cabezazos”, dice. “Yo he llegado a cabezazos. He jugado en todas las categorías del fútbol español y siempre he tenido que demostrar que tengo nivel para la categoría ascendiendo a mi equipo. Cada categoría requiere una adaptación. Llevo cuatro meses y siento que donde mejor me he adaptado es en Primera. Ahora jugar contra rivales como el Barça me genera ilusión y ambición. ¡Quiero aprovechar el momento al máximo!”.

Hoy Sergio figura cómodamente instalado junto con Íñigo Martínez, Alderete, Catena o Raíllo entre los diez defensas que más balones despejan, más duelos ganan y más pases en profundidad realizan en Primera. Hoy las incógnitas se han disipado. Pero resulta misterioso que un individuo inexperto, casi menor de edad, se resistiera durante años a dar su conformidad a la mayoría de autoridades que le negaron la capacidad. “Siempre he confiado en mí”, dice cuando le preguntan cómo hizo para no deprimirse y colgar las botas. “Mentalmente soy muy estable. Me considero muy fuerte. A base de rendimiento. Yo no digo: ‘Yo soy capaz de hacer esto’. Prefiero que los hechos hablen por sí solos”.

“Mi sueño sí que era jugar en Primera, pero tampoco me obsesionaba con grandes expectativas”, medita. “Lo compaginé con los estudios y disfruté mucho del camino. Tenía en mis entrenamientos y mis partidos la parcela deportiva, y la parcela extradeportiva que eran mis estudios. Siempre me consideré un privilegiado por trabajar muy duro en algo que me apasiona”.

“Hoy con la tecnología nos miden todo. Pero lo más importante para saber si un defensa central está listo para Primera no se puede medir: son las acciones determinantes. Siempre hay dos o tres en cada tiempo. El que sale vencedor es el que acredita su condición para el máximo nivel”

Los directores deportivos suelen mirar con suspicacia a los futbolistas que se embarcan en carreras universitarias porque consideran —con razón— que la máxima competición es ya de por sí mentalmente agotadora. Sergio se licenció en Administración de Empresas, estudió finanzas y completó un máster en Derecho Deportivo antes de empezar el MBA en dirección de entidades deportivas que cursa actualmente. Él advierte que los estudios no solo no le consumieron la energía sino que le proporcionaron algo imprescindible. “Uno de los motivos por los que me ha ido bien en el aspecto mental es porque siempre tuve la formación académica”, dice. “Hay momentos en los que no paras de pensar en el fútbol y mis estudios me ayudaron para liberarme y pensar y ocuparme de otras cosas. Compaginar es cuestión de organización y determinación. Yo me he organizado. Cuando estoy jugando al fútbol estoy al 100% jugando al fútbol; y cuando estoy haciendo otra cosa estoy al 100% también. Eso me permite rendir y equilibrarme emocionalmente. El fútbol puede ser muy absorbente para mí porque tengo un sentido de la responsabilidad excesivamente elevado. Me viene muy bien tomar perspectiva, alejarme un poco y mirar”.

En Montjuic le esperan Lamine, Lewandowski y Raphinha. Los enfrentará con sus armas: la concentración sin cortapisas y el sentido analítico. “Hoy con la tecnología nos miden todo”, observa. “Los parámetros físicos no fallan. Los deportivos hay que interpretarlos. Creo que lo más importante para saber si un defensa central está o no está para Primera no se puede medir: son las acciones determinantes. Siempre hay dos o tres jugadas en cada tiempo. El que sale vencedor es el que acredita su condición para el máximo nivel. Hay acciones que son muy llamativas, como un cruce o un despeje fuerte, o de ir al suelo, que puede que no sean tan importantes como muchas otras de posicionamiento, de anticipación, de tapar un pase en el área, de defender un centro lateral, de tener la marca cogida y no quedarse mirando el balón… Comunicar, ayudar a los compañeros con una, voz muchas veces evita problemas graves y eso tampoco se puede medir”.

Si fuera por el big data, probablemente Sergio González no estaría en Primera. Si fuera por los numerosos técnicos que no le vieron, tampoco. Él se emociona. “Mi línea, hasta día de hoy, ha sido ascendente. ¿Hasta dónde va a llegar? Ya veremos. ¡Yo quiero ir a más!”.



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