Mercado de San Agustín, en el viejo y vital corazón de A Coruña. Son las siete y media de la tarde y un montón de gente abrigada burla el frío que pela este jueves 12 de diciembre para concentrarse en la calle, en torno a un pequeño escaparate que resplandece. Cualquiera que pasase por allí podría imaginar que es que el consistorio ha montado un portal de Belén, en una ciudad (una más) contagiada por la pandemia de las leds, pero nada de lo que ocurre tiene que ver con eso. Aquí, la decoración navideña es más discreta y elegante, en la línea minimalista y algo industrial del local 8C, ahora bautizado con un sobrio rótulo exterior: Carmelamola. Dentro, tras el mostrador, que aún no tiene caja registradora porque todo ha sucedido muy rápido, el logo rojo del comercio da una buena pista de lo que hoy, en este lugar, está pasando y llama la atención de tanta gente apiñada alrededor.
El emblema, registrado en la oficina de patentes y marcas, es un trío genético: tres cromosomas donde la mayoría de las personas tienen solo dos, el par 21. Es la seña que identifica las etiquetas y las cajas en las que Carmela Álvarez Rodríguez, una chica con síndrome de Down, envuelve con calma y esmero las joyas que crea desde los 16 años. Entonces, al compás de esa banda sonora que toca dentro de ella el terceto musical de su ADN, empezó a expresar así su capacidad artística; ensartando abalorios, corales, perlas, turquesas, metales y piedras de distintos colores, tamaños y formas para crear colgantes, pulseras, pendientes, llaveros o cadenas para las gafas. Pronto fundó, con el apoyo de sus padres y su hermana menor, Sara, su comercio online con el que recibe encargos de toda España y del extranjero. Pero ahora al fin cumple su gran sueño: abrir tienda física en uno de los mejores escenarios posibles, en el centro de la ciudad donde nació. Aquel día de hace 23 años, la primogénita de Ana y Manuel llegó con su terceto sorpresa y cambió para siempre el compás de la familia, que ahora vive volcada en la realización personal de su hija.
En estos años, Carmela ha ganado premios y ha quedado finalista de otros, midiéndose con rivales con los que no comparte síndrome y sin que el jurado supiese que ella lo tiene. Ha participado en congresos, en festivales, en mercadillos solidarios, invitada incluso por Inditex. Ha enseñado cómo elaborar piezas de bisutería artesana en centros de la tercera edad y en 2023, después de recibir el sello oficial Artesanía de Galicia y la certificación de taller artesanal, fue seleccionada para formar parte de las citas que organiza el Mercado de la Diputación de A Coruña. Ahora seguirá yendo a algunos mercadillos que considera sagrados para “no dejar de hacer ruido”, pero a diario, de 11 a 14 y de 17 a 20, será el alma de la tienda Carmelamola, donde su padre también le ha instalado un pequeño taller tras el mostrador. Todo este viaje de la vida comenzó en la asociación Down Coruña, donde Carmela, con esos compañeros que ahora también forman parte de la pandilla de amigos con los que sale, empezó a entrenar la motricidad fina con trabajos manuales. Entonces tenía un grave déficit de visión, cataratas y 12 dioptrías, que ha superado gracias a unas lentes intraoculares.
Hasta ese momento, Carmela se aburría bastante con las terapias que le proponían en clase, pero Ana Rodríguez cayó en la cuenta de que a la niña le fascinaban sus colgantes. Le propuso hacerlos ella misma y Carmela se lanzó. La madre se los ponía para ir a trabajar y las compañeras le decían, “jo, cómo mola Carmela”. El nombre comercial lo acuñaron las propias fans ya al principio. Y desde entonces la joven ha hecho de las yemas de sus dedos finos la herramienta de trabajo con la que puede ganarse la vida.
Conseguir el local fue también como una señal del destino. Parecía que estaba esperando por ella. La madre vio en el periódico una información sobre la reforma del mercado municipal y descubrió que, en el concurso para adjudicar los puestos, el 8C había quedado libre. Era demasiado pequeño para cualquier aspirante, pero perfecto para Carmela, que trabaja con género menudo. La remodelación del establecimiento, de unos 10 metros cuadrados, la hicieron con sus propias manos Manuel y Ana, ayudados por amigos. Todo aquí es trabajo en familia, incluso han ingeniado expositores fabricados con ramas secas de los árboles de casa. Entre las joyas de Carmelamola no existen dos piezas iguales, y la artesana bautiza sus diseños con nombres fantásticos: unos en gallego, otros, en idiomas crípticos y mágicos. Si se pronuncian todos de corrido parecen el conjuro de un hechicero.
“Es uno de los días más importantes de nuestras vidas”, confiesan los padres, satisfechos, mientras el abuelo Julio no cabe en el cuerpo de tanto orgullo. Carmela se deja querer, sonríe mucho, está nerviosa por tanta gente que ha acudido al estreno, difundido a lo grande en la prensa local. En A Coruña se conoce su historia de superación. Esta tarde le regalan varios ramos de flores y todo el mundo se quiere hacer selfis con ella y comprar joyas para regalar en Navidad. Sin embargo los padres lo tienen muy claro: “Hoy es su día de fiesta, hasta mañana aquí no se vende”. Por venir, incluso han venido concejales del Ayuntamiento y un par de responsables de la Xunta.
Pero Carmela no es, en esta tarde con frío y sin lluvia, la única integrante de Down Coruña que demuestra que es posible, con el tenaz amparo de la familia, labrarse un futuro a partir de una pasión. Mientras los asistentes al acto inaugural calientan el cuerpo por dentro con el chocolate que van sirviendo el tío materno y la hermana de Carmela (tratándose de A Coruña, el chocolate es de Bonilla a la Vista), Francisco Rey Pazos, vecino del cercano municipio de Bergondo, ayuda a subir la temperatura ambiente con la mesa de mezclas que le trajeron los Reyes Magos. Fran tiene síndrome de Down y ya ha cumplido 24 años. Empezó como Dj a los 17 y ahora forma parte del equipo de la empresa Mas Music, que dirige el tambien disc-jockey Tomás Romero.
Todo empezó con un proyecto llamado Dj Inclusivo, donde alumnos procedentes de distintas asociaciones recibieron clases para aprender a pinchar discos. El pupilo más destacado resultó ser, nuevamente, el que vino al mundo con un trío 21 debajo del brazo, “y ahora no solo trabaja en lo que más le gusta, sino que se gana la vida con esto y está muy solicitado: la semana pasada estuvimos en Madrid porque lo llamaron de Down España… era el único Dj allí”, celebra Romero, al que Fran Rey remite cuando quiere zafarse de la prensa preguntona. “Habla con mi mánager”, zanja en cuanto presiente que la charla del reportero le va a desconcentrar de la pantalla del ordenador donde va intercalando las canciones que le gustan con las piezas que le pide el público.
Hoy, la melodía que más se repite, entre los grandes hits del momento en España, es el himno inaugural de Carmelamola. Una canción que Ana Rodríguez, la madre coraje que se desdobla y multiplica, le arrancó a la Inteligencia Artificial para esta ocasión. Pero los algoritmos no son nada si una inteligencia natural no los pastorea: el tema, interpretado por una voz femenina que recuerda a las del pop juvenil que más lo peta, dibujó una sonrisa en la cara de Carmela que no se le quitó ni a la hora de dormir. La letra dice así: “Carmelamola, tu arte es especial… con esfuerzo y cariño lograste brillar / Cada pieza cuenta una historia sin igual / Hoy abrimos tu tienda, vamos a celebrar / Eres un ejemplo de lucha y valor, rompiendo barreras, mostrando tu amor / Con ayuda de tu familia, tu apoyo, tu gran red, desde 2018 tu marca creció, y hoy en San Agustín, tu sueño se cumplió”.