“Los jóvenes de nuestra época se muestran escépticos ante el amor porque la inmensa mayoría tiene la sensación de que es imposible encontrarlo”, escribía en 1999 la autora afrofeminista bell hooks en su ensayo Todo sobre el amor. No obstante, según una encuesta de la aplicación de citas Tinder —utilizada mayormente por la generación Z, según su directora de operaciones Faye Losotaluno—, la situación parece haber cambiado. The Green Flags Study, publicada este 2024 y realizada a personas de entre 18 y 34 años, determinó que más de la mitad de los hombres y mujeres desean tener una relación romántica. Por tanto, si bien actualmente son conscientes de que es difícil de hallar, sí que parecen querer intentarlo: “Están tratando de que sus vidas tengan más sentido: buscan no perder el tiempo e invertir en cosas que valgan la pena. Su contexto de hiperproductividad conlleva una acusada falta de tiempo y de energía y, además, tienen un mayor conocimiento sobre lo que es un vínculo estable y positivo”, explica Núria Jorba, psicóloga, sexóloga y terapeuta de parejas.
Es posible que se esté experimentando un hartazgo con respecto al amor líquido del que hablaba el sociólogo polaco Zygmunt Bauman en su libro Amor líquido: sobre la fragilidad de los vínculos humanos. Este término alude a la inconstancia y la autosatisfacción en las relaciones, así como a la naturaleza cambiante e impredecible de este tipo de vínculos marcados por la superficialidad y el individualismo. El concepto ha estado muy presente en los medios de comunicación y ha logrado dar explicación a muchos comportamientos usuales en las relaciones de la vida moderna. No obstante, los datos demuestran que muchos jóvenes están priorizando la búsqueda de profundidad y responsabilidad en las citas y relaciones. Solo hay que ver cómo en TikTok muchos utilizan la tendencia #romanempire —imperio romano—, que hace referencia a aquello en lo que se piensa constantemente, para referirse a vídeos relacionados con Normal People, una de las series más sentimentales de los últimos años.
Vínculos tan difíciles como deseados
En contraste con esta voluntad de amar, la inmensa mayoría está de acuerdo en que las citas son más difíciles que nunca. Según la encuesta de Tinder anteriormente citada, casi todos los hombres (91%) y mujeres (94%) coincidían en esta afirmación. “Cada vez se le da más valor a un compañero de vida que un encuentro sexual y la química. A día de hoy se pueden utilizar otras alternativas al sexo y, además, los jóvenes están muy estimulados porque han tenido acceso a la pornografía desde edades muy tempranas, por lo que ya prácticamente nada les impacta”, comenta Núria Jorba.
Por otra parte, gracias a la divulgación y al auge de la educación emocional y afectiva, se ha desarrollado una mayor conciencia sobre las preferencias y deseos personales, así como los límites que no se deben traspasar. Es posible que antes se fuera más flexible y transigente, pero también más propenso a sufrir situaciones incómodas: “Ahora nos planteamos cuáles son nuestras necesidades. A diferencia de hace años por motivos sociales o económicos, a día de hoy no es imprescindible tener una pareja, aunque vivir solo sea mucho más caro que vivir en pareja. Como consecuencia, se pretende que el vínculo aporte algo positivo por encima de una conexión y atracción natural que también puede entrañar conductas tóxicas”, comenta Núria Jorba.
Ciertamente, los jóvenes se preguntan qué es lo que realmente deben tener en una relación para que sea sostenible y coherente. Esto también implica replantear qué modelos relacionales pueden ser mejores para cada uno, no limitándose a la monogamia. Señala Isa Duque (@lapsicowoman), psicóloga, sexóloga y autora de Acercarse a la generación Z, que en muchos casos chicos y chicas han percibido que este tipo de vínculo canónico no es perfecto y puede fracasar, ya que en sus casas muchos han visto cómo las infidelidades, por ejemplo, han afectado a sus padres. Esto, junto al acceso a tanta información, permite que sean más tolerantes con respecto a los modelos relacionales, y también que recapaciten sobre sus necesidades: “El otro día unas chicas me contaban que habían apuntado en sus notas del móvil cómo debería ser su pareja para que, cuando surgiera esa conexión, no se dejen llevar exclusivamente por ese estado casi de enajenación mental que conlleva la fase del enamoramiento, con sus grandes dosis de oxitocina y endorfinas”.
La otra cara de la moneda es que también puede entorpecer las potenciales relaciones porque, según Núria Jorba, se puede caer en ser demasiado exigente e inflexible. En cualquier caso, el resultado es mayormente positivo y tiene un impacto favorable en el futuro de la posible pareja. Paul Brunston, experto global de relaciones de Tinder, considera que la Generación Z tendrá los matrimonios más exitosos hasta la fecha, ya que están invirtiendo en bienestar emocional y comunicación clara.
El amor en una sociedad individualista
La distopía planteada por Spike Jonze en la película Her (2013) está contextualizada en un hipotético año 2025. El protagonista, que está viviendo un duelo y se encuentra en medio de un proceso de divorcio, vaga por escenarios fríos ambientados con canciones tristes. En sus auriculares suena Off you (The Breeders), va de casa al trabajo y del trabajo a casa pasando por un montón de espacios de todos y de nadie: las calles amplísimas, los ascensores, las escaleras mecánicas Está solo y rodeado por un montón de edificios altos que hacen todavía más evidente lo pequeño y vacío que se siente él. En la vida real, en 2024, una sociedad individualista que obliga a pasar mucho tiempo ocupado y apenas deja tiempo para el amor incrementa este anhelo de vínculos reales y profundos por encima de otros casuales o de tipo sexual: “Los jóvenes tienen una rutina muy exigente, mucha presión social y una serie de contextos que bloquean el deseo. No es que ya no quieran o necesiten sexo, sino que llegan a la edad adulta con muchos bloqueos y desconexión emocional y corporal”, afirma Núria Jorba.
Esta búsqueda de solidez emocional también la confirma otro estudio de Bumble publicado a finales de 2023, que sacaba a la luz que más de un tercio de las personas encuestadas consideraba que la intimidad emocional es más importante que el sexo, y que tres de cada cuatro personas en el mundo estaban buscando activamente pareja. Igualmente, Isa Duque considera que parece haber una tendencia hacia la recolocación de las relaciones sexuales como prioridad: “La generación Z está poniendo en jaque el sexocentrismo y la excesiva importancia que se le da a esta cuestión”.
A pesar de la popularidad y frialdad de las relaciones líquidas, la escasez de tiempo y de energía, las decepciones, las canciones de desamor y todo aquello que indica que construir una relación saludable y duradera es una tarea casi utópica e irrealizable, el romanticismo sigue vivo: emocionan los abrazos en los aeropuertos y los besos en los conciertos; después de ver Antes del Amanecer también los Z sueñan con que les ocurra lo mismo que a Ethan Hawke y Julie Delpy y se enamoren casualmente en el vagón de un tren en algún lugar de Europa. Retomando las palabras de bell hooks en Todo sobre el amor, “aprendemos que el amor es importante y, sin embargo, somos bombardeados por su fracaso. Este panorama desolador no altera en modo alguno la naturaleza de nuestro anhelo. Todavía esperamos que el amor prevalezca. Todavía creemos en la promesa del amor”.