Lorenzo Caprile (Madrid, 57 años) es una rara avis en el ecosistema de la moda, una industria regida por grandes grupos de lujo y marcas de moda rápida. Para ser más precisos, Caprile es de una especie en peligro de extinción. El modista trabaja a la vieja usanza, en su propio taller, en el madrileño barrio de Salamanca, donde cada año un pequeño ejército de costureras y bordadoras confeccionan a mano cientos de trajes a medida ajenos a la dictadura de las tendencias. Aquí solo se hacen vestidos para satisfacer las fantasías, antojos y caprichos de las clientas: princesas, infantas, aristócratas, damas de alta sociedad y señoras de a pie. Es un “milagro” en un negocio cada vez más industrializado y menos personal.
“El día que no pueda hacer este oficio como yo quiero y lo entiendo, me retiraré”, anuncia a EL PAÍS, mientras saborea una taza de café y fuma un cigarrillo en su despacho, una salita empapelada con imágenes que le sirven de inspiración: recuerdos personales, fotografías viejas, pinturas goyescas… Por ahora, sigue haciendo las cosas como cuando empezó con su propio taller, en 1993. Ahora celebra los 30 años de su marca con una gran exposición en la Sala Canal de Isabel II de Madrid (abierta hasta el 30 de marzo de 2025), una retrospectiva con más de 100 piezas, incluidos el traje de novia de la infanta Cristina; el icónico modelo rojo que la reina Letizia llevó a la boda de Federico y Mary de Dinamarca, en 2004; o aquel vestido de inspiración taurina que lució la infanta Elena en la boda de la princesa heredera Victoria de Suecia, en 2010. También prepara su regreso a la televisión con una nueva temporada de Maestros de la costura Celebrity.
Pregunta. La hoy reina Letizia fue presentada a la realeza europea con un traje rojo firmado por usted. ¿Cómo llegó a ella?
Respuesta. Fue un encargo en bloque de Casa Real. Me pidieron varios trajes de noche con envergadura para sus primeros meses. A mí, doña Letizia, que entonces era señorita Ortiz, me llegó por sus cuñadas. Me dijeron que había que vestirla tipo Cenicienta porque iba a empezar a tener una vida social de mucho nivel.
P. Entonces, usted la convirtió en princesa.
R. Eso lo decís vosotros. Yo hice mi trabajo lo mejor que pude. De la boda de los reyes Felipe y Letizia lo que más recuerdo es el cortejo de los niños, que sigue siendo para mí uno de los mejores trabajos que han salido de este taller.
P. ¿Por qué la reina Letizia ya no viste de Caprile?
R. Hay muchísimas leyendas negras. Me llegan historias para no dormir y cotilleos para todos los gustos… En este país, si no tienes una leyenda negra, no eres nadie. Así que estoy orgullosísimo de mi propia leyenda negra.
P. ¿Y cuál es la verdad?
R. A ver. En esos primeros años doña Letizia estuvo picoteando de allí y de allá, pero finalmente se decantó por Felipe Varela, que hizo un trabajo más que digno. Ahora, con mucha inteligencia, la Reina no se centra en un modista e intenta promocionar a marcas pequeñas y a gente joven que está empezando. Y me parece fenomenal.
P. ¿Le gustaría vestir a la princesa Leonor?
R. No, no tengo el menor interés. Hay un montón de muchachos y muchachas jóvenes que se merecen esa oportunidad. No quiero ser el abuelo pedorreta.
P. Mire si lo llaman para vestir a la princesa de Asturias el día de su boda, como hicieron hace 20 años con Pertegaz.
R. Uy, no, qué horror. Cuando se case Leonor espero estar en Torremolinos con cuatro chulazos. No aguanto 90 años para vestirla. Ya me he tragado las tres bodas reales. Ahora que esa experiencia la vivan los que vienen detrás de mí.
P. Con todo lo que sabemos sobre la monarquía, usted sigue siendo monárquico. ¿Por qué?
R. Porque creo que en este momento tan revuelto es un símbolo que permite un mínimo de unión y cohesión, con todos los matices y con todos los defectos y con las pequeñas grietas que puede haber en una institución, como las tienen todas… Con lo cainitas que son los españoles, imagínate tener elecciones cada dos años y que tuviéramos un presidente de la república de un lado y un jefe del gobierno del otro. El país estaría parado.
P. Usted se mueve muy bien con unos y con otros.
R. ¿Yo? Sí. Usando un término muy LGTBIQ+, yo soy una persona muy versátil. Si todas tus amistades son de un lado, me da igual cuál sea, creo que es muy empobrecedor. Se está perdiendo la capacidad de razonar, de dudar, de cuestionarse… Somos muy borregos. Yo soy muy unamuniano. Unamuno fue muy incómodo para todos. Así terminó…
P. ¿Viste mejor la izquierda o la derecha?
R. Yo creo que la izquierda y la derecha visten igual de mal. Nunca tuvimos más información sobre la moda. Hay blogs, Instagram, todo tipo de revistas, programas y series de televisión, plataformas… Y nunca vestimos peor. La calle es tristísima, horrorosa. No es una cuestión de dinero, porque hay muchas marcas que ofrecen ropa bonita a precios asequibles. Creo que es una cuestión de esfuerzo. El cuidarse requiere un esfuerzo y ahora se vuelca en el físico. Pero luego a ese cuerpo hay que vestirlo. Estamos en un momento muy feo. Luego hay personas que destacan.
P. ¿Por ejemplo?
R. En la izquierda me parece que Carmen Calvo tiene un estilo fantástico. En el otro lado, para mí Iñaki Oyarzábal es ejemplo de hombre elegante.
P. ¿Qué es la elegancia?
R. La elegancia es inteligencia. Una clienta que ya falleció, una señorona que siempre salía en las listas de las más elegantes, me decía: “Para mí la elegancia es tener toda la casa llena de espejos”. Si te das cuenta, ahora hay muy pocos espejos en las casas. No nos miramos, nos da terror enfrentarnos a nosotros mismos. De ahí el auge de las maquinitas, de Instagram… Nos alimentamos de reflejos falsos.
P. ¿Se gana más dinero como modista o en la tele?
R. Trabajando en el taller. Yo no hago Maestros de la costura por dinero. Los meses que no estoy aquí, el taller se resiente.
P. ¿Cómo es ser un empresario autónomo en España?
R. Horroroso. Aquí doy palos a todas las administraciones: ayuntamientos, autonomías, Gobierno central. Cada día hay un palo distinto en la rueda.
P. ¿Hay algo de Zara en su armario?
R. Sí. Si me pongo a rebuscar, seguro que encuentro algo de Zara en mi armario. Pero tengo muy poca ropa de nadie en general.
P. ¿Qué opina de la moda rápida?
R. Yo soy un gran defensor de Inditex. He tenido la oportunidad de hablar con don Amancio [Ortega] en dos ocasiones. Las dos veces me dio lecciones magistrales. Ha cambiado las reglas de la industria para siempre.
P. ¿Y cuando dicen que Zara copia a otros diseñadores?
R. Eso me parece una gilipollez, un acto de soberbia. Todos copiamos, todos. El que diga lo contrario, miente. Ya lo decía Chanel: “Preocúpate cuando dejen de copiarte”. Veo inspiraciones caprilescas, que a su vez vienen de otros sitios, todas las semanas. Y bien orgulloso. Eso quiere decir que la gente me sigue, que cuento. La copia es el mejor regalo que te pueden hacer.
P. ¿Qué es lo que más le molesta de la moda?
R. La moda es muy tramposa, hipócrita y cínica. No tiene ningún tipo de pudor ni ningún tipo de escrúpulo. Puedes tener una carrera brillante, pero si cometes un mínimo fallo o una colección no funciona, te dan una patada en el culo. Conozco demasiadas muñecas rotas en el mundo de la moda…
P. ¿Alguna vez ha rechazado a una clienta?
R. No, eso es otra leyenda negra. No están los tiempos para rechazar a una clienta. En realidad, nunca estuvieron los tiempos para rechazar a nadie.