La chispa la ha prendido el humilde dueño de un pub británico en la localidad de Oldbury, el Wagon & Horses, pero el encargado de avivar la llama contra el Gobierno laborista de Keir Starmer ha sido uno de los hombres más ricos y poderosos del mundo, Elon Musk.
El dueño del establecimiento, Michael Westwood, que presume de servir las pintas de cerveza más baratas de Inglaterra, puso en marcha una petición para que se celebraran nuevas elecciones. Lo hizo en la página web que el Parlamento británico tiene para ese tipo de demandas populares. “Creo que el actual Gobierno laborista se ha echado atrás en las promesas con las que se presentó en las últimas elecciones”, explicaba Westwood para justificar su exigencia.
El dueño del pub no tiene problema en reconocer que es votante del Partido Conservador, pero con su petición ha dado voz a todos los pequeños, medianos y grandes empresarios que acusan al Gobierno de Starmer de haber puesto freno al crecimiento económico con un presupuesto que contempla una subida de impuestos de hasta 50.000 millones de euros. Gran parte de esa recaudación procedería de la decisión de subir considerablemente las cotizaciones a la Seguridad Social (National Insurance) que pagan las empresas. A eso hay que añadir, a partir de abril, un aumento del 6,7% del salario mínimo.
“Creo que la gente está ya harta. Ha visto, además, lo que ha ocurrido en Estados Unidos [la victoria electoral de Donald Trump], y creo que aquello ha tenido un efecto demoledor. Los ciudadanos saben que si unen sus voces pueden cambiar las cosas”, ha explicado Westood al tabloide Daily Express.
Su petición había logrado recabar la sorprendente cifra de un millón de firmas a lo largo de este pasado fin de semana. Cuando a primera hora de este lunes ha intervenido Musk, el multimillonario propietario de Tesla y de X y aliado acérrimo de Trump, a través de su red social, los números se duplicaban.
“El pueblo del Reino Unido ha tenido ya suficiente de un Estado policial tiránico”, escribía Musk. A las pocas horas, el número de firmas respaldando la petición había subido a dos millones.
Musk mantiene un duelo personal con Starmer, contra el que se enfrentó a través de las redes durante los disturbios callejeros violentos del pasado verano en varias ciudades del Reino Unido. El asesinato de tres niñas en la localidad de Southport derivó en una oleada de falsos rumores y desinformación en las redes, que señalaban a un musulmán como culpable. Musk no tuvo el menor reparo en atacar al Gobierno laborista y añadir en la red sus propios mensajes incendiarios. “La guerra civil es inevitable” en el Reino Unido, escribió mientras decenas de vándalos intentaban prender fuego a un hostal donde residían solicitantes de asilo.
Cuando el Gobierno británico decidió no extender a Musk la invitación a la cumbre internacional de inversores que celebró en octubre, la respuesta despechada del multimillonario dejó clara su animadversión a los laboristas. “No creo que nadie deba ir al Reino Unido, cuando se dedican a dejar en libertad a pederastas convictos para poder encarcelar a los que cuelgan mensajes en las redes sociales”, escribió el dueño de X (antes Twitter).
Musk mezclaba dos asuntos distintos en un mensaje de una sorprendente agresividad: por un lado, la decisión del Gobierno de Starmer de acelerar la puesta en libertad de centenares de presidiarios que estaban a punto de salir a la calle, para aligerar el colapso en las prisiones heredado de los conservadores. Por otro, la desafortunada actuación de la policía de Essex, al poner en marcha una investigación policial contra la periodista Allison Pearson, columnista del diario conservador Daily Telegraph, por cuestionar el supuesto doble rasero de los agentes en el trato de los manifestantes contra la guerra de Gaza.
Ese ha sido el grito de guerra desde hace meses de la derecha y ultraderecha británicas, que acusan a Starmer de tratar con guante blanco a los activistas musulmanes. Pearson fue acusada de un delito de odio, y Musk se sumó al supuesto clamor en defensa de la libertad de expresión.
Malestar entre los empresarios
La personal batalla del multimillonario podría ser tan solo una molestia inoportuna para el Gobierno laborista, al que no conviene enfrentarse con un aliado tan poderoso del presidente electo estadounidense, si no fuera porque Musk interviene en un momento de especial agitación en el Reino Unido.
Pensionistas, granjeros, agricultores y empresarios han declarado la guerra a Starmer, que no consigue transmitir la sensación de que su nuevo Gobierno sea capaz de conseguir el crecimiento económico que prometió antes de las elecciones.
La inflación ha vuelto a dispararse en octubre hasta el 2,3%, después de haber logrado bajar un mes antes hasta el 1,7%. En el tercer trimestre del año, entre julio y septiembre (el comienzo del mandato laborista), la economía del Reino Unido creció un raquítico 0,1%.
La principal patronal del Reino Unido, la CBI, celebra esta semana su congreso anual en un clima de pesimismo y malestar con Downing Street. Muchos empresarios amenazan con recortar sus planes de crecimiento, frenar las contrataciones e incluso prescindir de parte de sus trabajadores. La directora general de la organización, Rain Newton-Smith, ha acusado al Gobierno de Starmer y a su ministra de Economía, Rachel Reeves, de haber pillado a la comunidad empresarial “con la guardia baja” y de haber “trasladado una enorme carga a las empresas”. Tanto Reeves como Starmer dedicaron muchos meses, antes de las elecciones, a cortejar a los empresarios, rebajar sus miedos a un Gobierno de izquierdas y buscar su alianza.
“Impuestos como los actuales no deben volver nunca a imponerse a las empresas”, ha dicho Newton-Smith en tono amenazante. La respuesta de la ministra ha sido igual de tajante: “Hemos pedido a los empresarios y a los más ricos que contribuyan más. Sé que estas decisiones tienen un impacto, pero sigo defendiéndolas como las correctas para nuestro país: para recaudar inversión que mejore la sanidad pública y reconstruya el Reino Unido a la vez que nos aseguramos de que la clase trabajadora no ve subir sus impuestos”, ha respondido Reeves a la CBI.
El Gobierno sabe, en cualquier caso, porque así se lo han dicho muchos expertos y todavía más empresarios, que la subida de las cotizaciones empresariales en la parte que corresponde al empleador se traducirán inevitablemente en recortes salariales, reducción de contrataciones e incluso despidos.