Argentina “está entrando en su mejor momento de los últimos 100 años”, dijo días atrás Javier Milei en su habitual lenguaje hiperbólico. El presidente argentino alentó a los empresarios “a subirse al tren del progreso ahora”, porque de aquí en adelante, dijo, el camino estará alfombrado de buenas noticias y el país se irá hacia arriba. La euforia de Milei se asienta en cifras económicas que le sonríen, como el descenso del riesgo país y del ritmo de inflación, la incipiente recuperación económica y el incremento de las reservas del banco central. Argentina ha recuperado la atención de los mercados financieros internacionales y los bonos locales han subido un 16% de promedio este mes. Pero la población local se queja de que la mejora económica de la que todos hablan no llega a sus bolsillos y los empresarios, conocedores de la historia pendular del país, se mantienen cautos.
Las razones detrás del entusiasmo de los mercados son múltiples, pero entre ellas destaca la confianza en que Argentina podrá pagar los cerca de 17.000 millones de dólares en vencimientos de deuda que tiene en 2025. Milei ha asegurado que honrará sus compromisos y que aunque el Estado argentino carece hoy de ese monto, el escenario de cara al año que viene será distinto. El Gobierno mantiene una negociación abierta con el Fondo Monetario Internacional para obtener nuevos fondos y, en paralelo, fortalece las reservas del Banco Central de la República Argentina (BCRA) gracias a los más de 20.000 millones de dólares que entraron al sistema por una amnistía fiscal.
Marina dal Poggetto, directora ejecutiva de la consultora EcoGo, cree que los mercados están pendientes de cuatro factores: la consolidación fiscal —Argentina tiene previsto cerrar este año con superávit por primera vez en 16 años—, la capacidad del BCRA de comprar dólares, los datos de inflación —que pasaron del 25% mensual en diciembre al 2,7% mensual en octubre— y la sostenibilidad política de un Ejecutivo con minoría legislativa.
“En septiembre y octubre se alinearon los cuatro”, señala Dal Poggetto, tras compararlo con el escenario de mitad de año, cuando la inflación se había estancado en el 4% mensual, el BCRA no sumaba reservas y había dudas sobre la capacidad de Milei para frenar leyes opositoras en el Congreso, lo que logró al garantizarse el tercio de legisladores necesarios para respaldar el veto presidencial.
Ese control del Congreso y el repunte en la popularidad de Milei en los últimos meses aceleraron la racha alcista de las acciones bursátiles. El índice Merval de la Bolsa de Buenos Aires más que duplicó su valor en dólares en once meses: de los 961 dólares a los que cotizaba la canasta de acciones en diciembre de 2023 se ha pasado a 1.961 dólares esta semana. El riesgo país, por el contrario, ha caído hasta casi un tercio y cerró este viernes en 745 puntos. El descenso de este índice, que mide el diferencial entre el interés que paga un país por su deuda en comparación al interés que paga la Reserva Federal estadounidense por sus bonos, anticipa el probable regreso de Argentina a los mercados de crédito internacionales.
El economista Miguel Kiguel cree que el contexto internacional de descenso de tasas de interés contribuyó a la creación del clima positivo que se respira en Argentina y prevé que la tendencia se mantenga en los próximos meses, aunque pueda haber algún tropiezo. Las inversiones productivas, sin embargo, tienen otros plazos. “Un bono lo compro un día y lo puedo vender al siguiente. Una fábrica que se construye en Argentina o un pozo de petróleo, una mina, son inversiones mucho más irreversibles y la gente se cuida más. Creo que hay entusiasmo con Milei, pero se quiere ver cómo sigue todo”, señala Kiguel, de la consultora Econviews.
La contracara
Los datos económicos que celebra el Gobierno tienen como contracara un fuerte aumento de la pobreza desde que asumió Milei. Después del drástico recorte del gasto público y los aumentos de tarifas, las cifras oficiales del Indec señalaron que en el primer semestre del año la tasa de pobreza escaló 11 puntos y alcanzó al 52,9% de la población, mientras la indigencia trepó al 18%. Se trata del peor registro en 20 años para un país donde viven 47 millones de personas.
Pese al retroceso del índice inflacionario, los ingresos de los trabajadores y jubilados no lograron recuperar lo perdido cuando se produjo el mayor impacto de la inflación y la devaluación, en diciembre y enero pasados. Un estudio presentado en la última semana por el Instituto Interdisciplinario de Economía Política (UBA) concluyó que entre noviembre de 2023 y octubre de 2024 cayó un 28% el salario mínimo real —fijado hoy en 271.571 pesos, unos 270 dólares—. De acuerdo con el informe, ese ingreso es, en términos reales, inferior al registrado en 2001, el año de la peor crisis de la historia reciente de Argentina. Como consecuencia, el consumo se derrumbó alrededor del 17% interanual, en especial en los rubros de alimentos y bebidas.
La batería de medidas instrumentada por Milei está recibiendo críticas incluso de economistas cercanos a su ideología. Algunos han señalado que el promocionado superávit fiscal no es tal, dado que se está omitiendo contabilizar los intereses de la creciente deuda pública tomada en lo que va del año —aumentó más de 90.000 millones de dólares y el total adeudado en bruto llega a 462.000 millones—.
Pero la mayor parte de los cuestionamientos recientes apunta al atraso cambiario, la apreciación del peso frente al dólar, el resultado de la continuidad de las restricciones aplicadas al mercado de divisas (“el cepo”) y la devaluación mensual regulada por el Gobierno. Ese escenario deriva, por un lado, en un tipo de cambio que atenta contra la competitividad externa de la industria nacional y, por otro lado, ha promovido el regreso de la “bicicleta financiera”: el paso ida y vuelta de una moneda fuerte, que se obtiene a tasas bajas, a una moneda más débil, que paga tasas más altas (en este caso, el peso). Economistas ortodoxos como Roberto Cachanosky y Carlos Rodríguez alertaron en los últimos días sobre los riesgos que afronta la Administración de Milei. “Fijar el tipo de cambio y recurrir al carry trade o préstamos externos es mantener una economía inviable y postergar una crisis inevitable”, sentenció Rodríguez en sus redes sociales.
Desde una perspectiva heterodoxa, el economista Ricardo Aronskind advierte que “dos tercios de la población tienen el poder adquisitivo de sus ingresos arrasado” y que “para la gran mayoría de las empresas el mercado interno está hundido”, así como “están destruidos los mecanismos para que alguna reactivación pueda generalizarse”. La recuperación que se vislumbra, señala, “está enclaustrada en sectores muy específicos”, como el financiero y “los enclaves de actividades primarias y extractivas, como los combustibles”.
Para Aronskind, que es profesor e investigador universitario, la estabilidad financiera vigente no es sostenible porque “no se están generando divisas en forma genuina” ni se está reorganizando a largo plazo la deuda externa. “Con la deuda, el Gobierno apuesta al roll over [renegociar y postergar vencimientos]. Y las carencias exportadoras las compensa con la destrucción de la economía interna, que permite un menor uso de dólares en importaciones para consumo e insumos. Logró reemplazar la oferta de dólares genuinos por un ajuste de ingresos tan grande que la gente se vio obligada a ‘escupir’ sus ahorros y vender dólares para poder sostener sus gastos corrientes”.
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