Cuenta el escritor Neil Gaiman en El chico de oro, uno de sus relatos más celebrados, que el nombre que reciben las personas al nacer no determina su vida, pero de alguna manera sí la condiciona. El cuento narra la historia de Presi, un chico cuya madre está tan convencida de que llegará a dirigir los designios del país y que, directamente, es bautizado bajo el nombre de pila de Presidente. El destino hace el resto: en el relato, Presi se convierte en el presidente de Estados Unidos más joven de todos los tiempos.
De una manera parecida, difícilmente podía saber la madre de Lantian Jay Graber (Oklahoma, EE UU, 1991) hasta qué punto acertó con el nombre de su hija. Acupunturista y casada con un matemático suizo, tras vivir el horror de las torturas, los asesinatos y la quema de libros de la Revolución Cultural china, llamó a su hija Lantian, que en chino mandarín quiere decir cielo azul. Para completar la jugada, por aquello de hacer su nombre más pronunciable, la propia Lantian añadió detrás Jay, que en español se puede traducir como arrendajo, un ave de pequeño tamaño que surca los cielos a gran velocidad.
Algunos de los seguidores de Graber en la red social Bluesky, de la que es CEO, no salen de su asombro con la casualidad. Ella misma parece no creérselo al explicarlo: “Así es. Mi madre me llamó Bluesky, y yo añadí el nombre de un pájaro, y tiempo después una empresa con el logo de un pájaro me pidió que liderara un proyecto suyo que se llamaba Bluesky”.
Sea lo suyo una profecía autocumplida, destino manifiesto o pura y dura coincidencia, el ascenso de Graber ha sido meteórico. Gran aficionada a la historia de Robin Hood, Graber cree firmemente en la tecnología como herramienta para mejorar las condiciones de vida de las personas y ampliar los márgenes de su libertad. No obstante, el hecho de haber crecido con una madre víctima de la China de Mao le hace desconfiar de las grandes corporaciones y de los Estados.
En 2009, se matriculó en Ciencia, Tecnología y Sociedad en la Universidad de Pensilvania. Mientras le daba vueltas una y otra vez al modo en el que las grandes empresas influyen en la capacidad que el ciudadano de a pie tiene de hacer negocios, Graber fue testigo de la forma de organizarse de movimientos como Occupy Wall Street, que, por ejemplo, votaba en asambleas el contenido de sus comunicados. También entró en contacto con el incipiente mundo de las criptos y el blockchain.
Lo vio claro: el futuro del mundo pasaba por organizar el poder de forma descentralizada para que caiga en manos de todos y de nadie a la vez. En 2015 empezó a trabajar en SkuChain, una empresa que trasladaba la lógica del blockchain a la cadena de suministros. Un año después, pasó a ensamblar equipos de minería cripto para un proyecto que quería sacar adelante su propia moneda, y en 2019 fundó Happening, una red social centrada en la organización de eventos.
Fue entonces cuando estalló la crisis en Twitter. Su creador, Jack Dorsey, observaba preocupado su deriva. Ya no era, como había expresado alguna vez, la conciencia del mundo, sino que se había convertido en un lugar en el que los algoritmos de recomendación tendían a fomentar el odio y la desinformación. Para dar un golpe de timón, creó Bluesky, una empresa que debía crear un protocolo abierto y descentralizado que promoviera un diálogo mucho menos tóxico. La idea inicial es que todas las redes sociales que lo desearan pudieran conectarse a ese protocolo, que en ningún caso sería propiedad de Twitter.
Dorsey puso al frente del proyecto a Graber, que nada más aterrizar lo tuvo claro: si querían ser independientes, había que articularse como una empresa distinta a Twitter, no como una filial. Dicho y hecho, Bluesky se creó además como una entidad de beneficio público, es decir, reconoce el ánimo de lucro, pero la rentabilidad y los retornos para los inversores pueden esperar, si ello es bueno para el bien común.
Tras recibir un primer espaldarazo inversor de la propia Twitter, de algo más de 12 millones de euros, todo cambió cuando Musk puso encima de la mesa en 2022 más de 40.000 millones para comprar la red del pajarito. Graber aprovechó la coyuntura para desligarse por completo de Twitter, algo a lo que ayudó el escaso interés que Musk tenía en ellos. Siguieron trabajando en su protocolo libre y descentralizado, pero construyeron una red social por encima. Por el camino, Bluesky levantó unos 20 millones en un par de rondas protagonizadas sobre todo por fondos cripto. La moderación de contenidos llegó a la red, y Dorsey se fue: “Están cometiendo los mismos errores que cometimos con Twitter”.
Hoy, el viento sopla a favor de Bluesky. Muchos han visto detrás de la victoria de Donald Trump, la mano de X, antes Twitter, un red social que a ojos de sus detractores ha dado demasiada rienda suelta a los bulos y la desinformación. Mientras, Bluesky, crece a un ritmo casi de un millón de usuarios al día y ronda ya los 20 millones. No obstante, se acerca el día en el que Graber tendrá que decidir hasta dónde lleva su apuesta por ese algoritmo libre, público y descentralizado.
Por ahora, en declaraciones recogidas por Forbes, mantiene el equilibrio: “Hay fuerzas que empujan hacia una centralización y consolidación crecientes en toda la sociedad, y también hay fuerzas que empujan hacia una descentralización y fragmentación crecientes, y hacia tecnologías que dan más capacidad de acción a las personas. Ambas cosas están ocurriendo al tiempo, y creo que cualquiera de ellas, llevada al extremo, podría ser ineficaz o perjudicial. Así que tendremos que equilibrar la buena gobernanza con la soberanía individual”. Graber deberá hilar fino para no quemar sus alas demasiado cerca del sol.
Enganchada
Media docena de posts al día. Desde que sabe que los focos están sobre ella, Graber está usando Bluesky con cierta asiduidad para compartir sus ideas y celebrar el progreso de su número de usuarios. No ha sido raro verla postear media docena de veces al día, un nivel de actividad más cercano al que tiene Musk en X que al que tenía Dorsey en Twitter.