Tras dos semanas de negociaciones sin cifras concretas para poder discutir en serio, solo amplios abanicos que iban de los miles de millones a los billones de dólares, la presidencia de la cumbre del clima que se celebra en Bakú, la COP29, ha puesto sobre la mesa los números: propone que la financiación climática global escale hasta llegar en 2035 a 1,3 billones de dólares anuales. Pero esa cantidad debería proceder de todo tipo de fondos públicos y privados. En el borrador de la presidencia, que está en manos de Azerbaiyán como país anfitrión, se fija una obligación concreta para las naciones desarrolladas: deberán movilizar 250.000 millones anuales, también para 2035, una cifra que es vista con buenos ojos por los negociadores de EE UU y la Unión Europea. Estas naciones recalcan que con esta cantidad se multiplica por 2,5 el objetivo actual (100.000 millones de dólares anuales).
Para lograr el nuevo objetivo el texto de la presidencia habla de “una amplia variedad de fuentes, públicas y privadas, bilaterales y multilaterales” en el caso de los 250.000 millones que deben poner los países ricos. Además, relaciona esa financiación en el “contexto de medidas significativas y ambiciosas de mitigación y adaptación, y de transparencia en la ejecución”. Y pone especial énfasis en el papel que deben jugar todos los créditos y ayudas que conceden “los bancos multilaterales de desarrollo y las finanzas movilizadas por estos”. Es decir, que para llegar a los 250.000 millones no solo contarían las ayudas directas a fondo perdido que den los Estados desarrollados, sino que también se sumarían las inversiones privadas ligadas a iniciativas públicas.
Además, atendiendo a otra de las demandas de los países desarrollados, se abre la puerta, como una invitación, no como una obligación, a que otras naciones que no están consideradas desarrolladas en el contexto de la ONU “hagan contribuciones adicionales” para lograr el objetivo de los 250.000 millones de dólares anuales.
Un alto funcionario de la delegación de EE UU ha advertido de que llegar al objetivo de 250.000 millones de dólares requerirá “aún más ambición” que hasta ahora. “Este objetivo deberá estar respaldado por una acción bilateral ambiciosa, contribuciones de los bancos multilaterales de desarrollo y esfuerzos para movilizar mejor la financiación privada, entre otros factores críticos”, ha valorado.
Negociaciones
La cumbre supuestamente debería acabar este viernes a las 18.00, pero en las últimas dos décadas de estas conferencias, en las que negocian cerca de 200 países, nunca han terminado en hora. Este texto difundido sobre las 15.00 (hora local) es el cuarto que hace circular sobre la financiación climática la presidencia de la COP29, contra la que algunos negociadores empiezan a expresar críticas por su forma de llevar las conversaciones. El jueves lanzó otro documento sin cifras concretas y sin decantarse por una fórmula precisa para alcanzar la nueva meta que se debe fijar. El de ahora es más concreto y supone la base para la negociación final, que se entiende que se extenderá durante las próximas horas.
De un lado, están los países en desarrollo a los que debe ir destinada la financiación climática para que puedan transformar sus sistemas energéticos, emprender accionar para reducir sus gases de efecto invernadero y, además, protegerse de los impactos que tiene y tendrá el calentamiento global. Del otro están las llamadas naciones desarrolladas, según la definición establecida por la ONU hace tres décadas y que son, básicamente, Estados Unidos, la Unión Europea, Canadá, Suiza, Australia y Japón. El peso de la financiación climática con ayudas públicas y créditos de todo tipo ha recaído hasta ahora sobre sus hombros. Pero en una zona sombra de estas negociaciones se sitúan otros países de altos ingresos, muy emisores y que no han estado hasta este momento obligados a aportar fondos; se trata de países como China, Arabia Saudí, Rusia y Corea del Sur.
Hacia ellos miran los países del denominado norte global en estas negociaciones, y les reclaman que también aporten fondos. Además, la Unión Europea y el resto de ese bloque pide que se clarifiquen las formas en las que se van a movilizar los fondos requeridos, por ejemplo, si se va a impulsar el establecimiento de tasas sobre grandes sectores emisores, como el de los combustibles fósiles, la aviación y el transporte marítimo internacional. Y durante las dos últimas semanas se han escudado en que esto no está definido para no poner una cifra sobre la mesa, algo que ha desesperado a los negociadores de los países en desarrollo.
En una reacción rápida al texto de la presidencia de la COP29, Jasper Inventor, de Greenpeace, ha calificado el borrador de “inadecuado, alejado de la realidad de los impactos climáticos y escandalosamente por debajo de las necesidades de los países del sur global”. “Aunque al menos ahora tenemos una cifra”, ha añadido. Rob Moore, director asociado del grupo de analistas E3G, ha considerado que el texto “reconoce plenamente la magnitud de las necesidades de los países en desarrollo y enumera los elementos necesarios para satisfacerlas”. Y ha añadido: ”la pregunta clave es si hay suficiente dinero sobre la mesa de los países más ricos, y si hay suficientes garantías sobre la calidad de esa financiación; está claro que es mucho menos de lo que los países en desarrollo necesitan y esperan”.
Combustibles fósiles
Aunque el tema central de esta cumbre es la financiación, el debate sobre el recorte de las emisiones también está presente. Los países deberán presentar en la conferencia del clima del próximo año en Brasil sus planes para aumentar los recortes de las emisiones. Los países más ambiciosos quieren que desde Bakú se manden señales claras en ese sentido con menciones a los combustibles fósiles, algo a lo que se están resistiendo públicamente algunos negociadores, como los de Arabia Saudí.
En la anterior cumbre, celebrada en Dubái a finales de 2023, se logró por primera vez en más de tres décadas de negociaciones de este tipo una mención directa a la necesidad de dejar atrás los combustibles fósiles como forma de lograr que el calentamiento no alcance los niveles más peligrosos. Aunque son los principales causantes del problema, las presiones de los países más petroleros siempre habían conseguido eliminar las menciones a los combustibles. Hasta Dubái, solo se hablaba de los gases de efecto invernadero. Es decir, de las balas y no de las pistolas. En los textos difundidos este viernes por la presidencia de la COP29 se mantienen las referencias a dejar atrás los combustibles fósiles, pero eso no implica que no vaya a ser un motivo de discusión y bloqueo en las próximas horas.