El método Marvel lo cambió todo en el mundo del cómic. Aunque también dejó algún cadáver por el camino. Cuando Stan Lee lanzó en los sesenta su editorial de superhéroes, este prolífico escritor ideó un sistema de trabajo que le daba espacio para publicar decenas de tebeos al mes con su firma. El proceso era el siguiente: él escribía el escueto boceto de un guion, el dibujante lo ilustraba detalladamente y lo estructuraba en viñetas, y después volvía a las manos de Lee para que escribiese el texto de los bocadillos. Así nacieron centenares de ideas y personajes en solo cuestión de cuatro años, muchas todavía perviven. Pero también sirvió para forjar una enemistad eterna entre sus cocreadores. Porque, a medida que los trabajos se acumulaban y el éxito crecía, los guiones de Lee pasaron a ser una única frase muy descriptiva que dibujantes como Jack Kirby (con quien creó Los 4 fantásticos y Los vengadores) o Steve Ditko (en Spiderman o Doctor Extraño) tendrían que desarrollar a lo largo de un cómic de 22 páginas. Pronto ellos reclamaron su autoría, y, antes de acabar la década, se fueron de las oficinas. Los debates sobre qué hacía cada uno se extienden hasta hoy, cuando sus personajes son lucrativos tótems y dioses para las masas.
Como quien en la antigua Grecia entraba en los templos para venerar a Zeus o a Atenea, hoy los visitantes pueden meterse por los pasillos de luz tenue de un pabellón de Ifema de Madrid para posar con una estatua de Spiderman colgada al techo o con la Bruja Escarlata detrás de un atril. Desde una habitación que simula un clásico estudio de dibujo, la exposición Marvel: Universe of Super Heroes echa la mirada atrás en el fenómeno y, a través de explicaciones como la de cómo se creaba un cómic Marvel en sus inicios, tratar de entender cómo se erigió este fenómeno que hoy supera los 40.000 millones en taquilla y las más de 60 películas estrenadas en salas. Además de estamparse en tazas, juguetes, hoteles, ropas… Lejos queda, por lo tanto, la ambición frustrada durante décadas de Lee por saltar a Hollywood con aquella serie de El increíble Hulk de 1977, donde un actor interpretaba al humano y otro al monstruo, cuya nostálgica cabecera se pueda revisitar en los pasillos de esta exhibición.
“Ninguno de estos personajes nació de la nada. Fueron creados por personas. Y hay cientos de personas trabajando en cada película. Queríamos reconocer el trabajo de todos y cómo esa creación individual crea un universo tan masivo”, cuenta el comisario Patrick A. Reed, experto en la editorial que trae la exposición tras pasar por Estados Unidos y Suiza y responsable de resumir 85 años y más de 80.000 personajes. No ocupan poco. Ha necesitado 20 camiones para montar la logística.
En esos tráileres llegaban originales como el primer Marvel Comics o Amazing Fantasy 15, la primera aparición de Spiderman en 1962 (un tebeo que se vendió en 2021 por 3,6 millones de dólares); ilustraciones del Daredevil de Frank Miller y Estela Plateada de Moebius; un guion mecanografiado de Lee, o el póster de las Torres Gemelas prohibido de la primera película de Spiderman. Rebuscaron por casas de coleccionistas para unirlo todo. Pero también viajaban en cajas las armaduras originales de la película de Iron Man o el traje de Lobezno en cuya tela se pueden ver los agujeros de bala. Viene directa de la reciente Deadpool y Lobezno y es una novedad de esta exposición en constante evolución. “Cuando incluimos una página de Moon Girl y Dinosaurio Diabólico, no imaginábamos que se convertiría en una serie de dibujos infantil tan famosa”, recuerda Reed. Por supuesto, tampoco falta el escudo del Capitán América.
Todos los objetos se exponen acompañados por textos explicativos que ayudan a unir los puntos de la creación de cada personaje, aunque sin olvidar las estatuas listas para la foto de veneración en Instagram. Posan para el visitante desde la veterana Cosa de Los 4 Fantásticos a la mucho más moderna Ms. Marvel, primera protagonista musulmana de la casa de las ideas. “Queríamos que la exposición se disfrutara en varios niveles. Los niños pueden fotografiarse con Spiderman y los adultos leer las explicaciones”, explica Reed, que construyó la muestra sobre tres puntos: la historia del cómic, la explicación sobre quién es cada superhéroe y la relevancia de la marca en la cultura de masas. El visitante pueda pasar 20 minutos solo viendo los trajes de las películas o varias horas entendiendo el contexto. Y si le gusta el juego, puede probar las pantallas táctiles o los espacios interactivos (obligatorios ya en cualquier exposición) como un vuelo vestido de Iron Man o las clásicas máquinas de pinball, que se llenarán de colas y de niños por Navidad. Mientras, suena la música que el compositor cinematográfico Lorne Balfe ha creado para la ocasión.
¿Por qué Marvel sigue triunfando a este nivel y con un público tan heterogéneo? Reed recuerda el eslogan clásico de la compañía, “el mundo que ves a través de tu ventana”, que abogaba por la realidad de sus escenarios y situaciones. Esto es, en sus tebeos había culebrones amorosos y se veían las calles reales de Nueva York. Esa pura realidad hoy se convierte en alegato contra la inteligencia artificial: “Es la parte humana y personal de los creadores la que hizo de Marvel tan exitosa y por la que sigue cosechando éxito. Tener personajes con problemas con los que te puedes identificar, incluso cuando están en el espacio exterior luchando contra un monstruo cósmico”.
Esa mirada en lo que pasaba en el mundo es la que hizo a Marvel presentar a un personaje llamado Pantera Negra en plena lucha de los derechos civiles o mostrar a los mutantes como “perseguidos y odiados” a través de dos líderes que reflejaban las diferencias en la realidad entre Malcolm X (que sería Magneto) y Martin Luther King (el Profesor Xavier). Un reflejo social que también, como explica la exposición, hizo romper a la editorial definitivamente con la censura del sello del código de conducta del cómic.
El Comic Code marcaba cosas como que “en todos los casos el bien triunfará sobre el mal” o que “se fomentará el respeto a los padres”, desapareció de sus portadas cuando Stan Lee decidió contar la historia de drogodependencia y mono del amigo de Peter Parker, Harry Osborn. Los cómics fueron todavía más allá cuando, en pleno Watergate, el Capitán América se enfrentó al Imperio secreto, liderados en la sombra por un presidente de EE UU que buscaba el poder absoluto. El año que viene una película del personaje (ahora un héroe afroamericano) mostrará cómo el presidente actual, con el rostro de Harrison Ford, se convierte en un monstruo, un Hulk rojo. La exposición deja claro que, entre explosiones y peleas, Marvel siempre tuvo espacio para el mensaje político, aunque ahora muchos pidan que se separe del entretenimiento.
“Se propusieron hacer cómics diversos porque vivían en Nueva York y veían personas de todo tipo en el metro, de todos los colores y géneros. Crearon un mundo que se asemejaba al suyo”, recuerda Reed, que desde esa humanidad trata de explicar también el enfrentamiento de sus creadores: “En cualquier colaboración creativa, como con John Lennon y Paul McCartney, tienes esa tensión que ayuda a elevar el material. Son diferentes personas con su propia perspectiva del trabajo, y eso dio más capas, más profundidad y detalle. La creación es fluida, porque además son personajes que han sido desarrollados durante décadas, que van cambiando de manos y de diseño, nombre, historia… El Lobezno que conocemos combina al de cientos de creadores, y cada uno le hizo evolucionar. Es difícil separar la línea, pero hay que celebrarlos a todos”. Si bien eso abre también una discusión para cientos de autores que han acabado en la pobreza tras no ser retribuidos, pese a haber creado iconos culturales conocidos en cada esquina del mundo. La creadora acaba siendo Marvel.
Y todo sigue cambiando, para que todo siga igual. Ese es hoy el triunfo del método Marvel, cree el comisario: “Es el serial más longevo, un trabajo de ficción colectivo. Para una generación de niños, Miles Morales es hoy tan Spiderman como Peter Parker era para mí”. Y se mantienen en el subconsciente colectivo, porque los iconos han superado la mesa de dibujo, y a sus propios creadores.
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