La Antártida en su hostilidad no es un territorio habitable para muchas especies. Su fauna terrestre es escasa pero, dentro de ella, los científicos del mundo, entre ellos un equipo de la Universidad de Chile, tienen en su mira a la mosca parochlus steinii, uno de los dos insectos nativos que existen en el continente blanco. Una reciente investigación en la que muestra cómo esta especie ha logrado sobrevivir por más de 1.5 millones de años, adaptándose a los períodos más fríos del planeta y los académicos proyectan que este insecto también podría ser un centinela para analizar los efectos del cambio climático.
El estudio elaborado por científicos de Chile, Reino Unido, España y Sudáfrica, analizó genéticamente 171 moscas del tipo parochlus steinii distribuidas en tres lugares del sur del planeta: las islas Navarino, las islas Georgias del sur y la islas Shetland del sur. Elie Poulin, doctor en Ecología y Evolución y coautor de la investigación, explica que muchas veces las personas pasan por alto la existencia de estos insectos: “Si tú le preguntas a alguien cuáles son las especies que viven en la Antártida, siempre te van a decir lo mismo: los pingüinos y las ballenas. Y obviamente hay mucho más que eso”, señala el académico de la Universidad de Chile a EL PAÍS en una videollamada.
Este estudio publicado en la revista Frontiers in Ecology and Evolution comparó secuencias de ADN de individuos de esta misma especie que habitan estas tres zonas de la Antártida. Los académicos observaron que estas moscas presentan abundantes mutaciones, siendo muy diferentes a nivel genético. A partir de ese hallazgo se puede concluir que su separación geográfica habría ocurrido hace milenios. “El número de mutaciones es proporcional al tiempo que ha pasado desde la separación (…) Si este proceso hubiese sido reciente cada área geográfica no tendría su especificidad genética”.
La bióloga de la Universidad de Chile y coautora del estudio, Claudia Maturana, explica a EL PAÍS la relevancia de este descubrimiento: “Antes se pensaba que durante las glaciaciones del pleistoceno, por los avances de hielo, se había extinguido todo lo terrestre. Sin embargo, esta mosca habría logrado sobrevivir en refugios locales”, comenta la investigadora a EL PAÍS a través de una llamada telefónica.
La resistencia biológica de la parochlus steinii ante los ambientes adversos hace pensar a los científicos que puede tratarse de una especie que sería relevante para observar las modificaciones en los ecosistemas que va a traer consigo el cambio climático: “Si nosotros logramos entender cómo respondió este insecto a los cambios del pasado, entender dónde se refugió, cómo se refugió y si migró, de cierta forma también podemos proyectar qué es lo que va a pasar con este actual fenómeno”, explica Maturana. Y agrega: “Esta mosca que ha habitado por miles de años guarda la historia de la Antártida”.
En la misma línea, Elie Poulin indica que el análisis poblacional de esta mosca en las próximas décadas puede dar cuenta de la radicalidad de las transformaciones que se van a producir: “La velocidad a la cual este insecto va a colonizar nuevas partes de la Antártida nos va a dar pistas de la rapidez con la que va a cambiar el clima y los ecosistemas antárticos”, indica el investigador.
Para seguir entendiendo cómo van a cambiar los ecosistemas en el cono sur del planeta, Poulin comenta que el trabajo en equipo en esta zona es fundamental: “La Antártica es una tierra de colaboración porque la logística es compleja y cara. Para hacer una expedición siempre uno se junta con otro país o invita a un investigador extranjero”.