Donald Trump trata de forzar las costuras institucionales de la democracia estadounidense para sacar adelante sus polémicos nombramientos. El presidente electo pretende usar de forma generalizada la figura de los nombramientos en receso (durante los periodos sin sesiones del Senado), un atajo legal que permitiría que sus nominaciones saliesen adelante sin pasar por el proceso de confirmación del Senado. Necesita para ello la complicidad del Congreso, donde los republicanos tienen mayoría en ambas cámaras. Está por ver si le dan a su líder carta blanca para que puedan tomar posesión Matt Gaetz como fiscal general o Robert F. Kennedy como secretario de Salud, que incluso parte de los republicanos no consideran idóneos para sus cargos.
Trump, envalentonado en su segundo mandato, está dispuesto a poner a prueba la lealtad de los congresistas. Su equipo de transición, además, ha rechazado firmar acuerdos con el Gobierno federal para que el FBI investigue los antecedentes de los candidatos, otro paso habitual en el proceso.
Centenares de nombramientos de altos cargos estadounidenses están sometidos a la confirmación del Senado, entre ellos los jueces federales (incluidos los del Tribunal Supremo), los miembros del Gabinete, los responsables de las principales agencias federales y los embajadores. La comisión correspondiente comprueba el historial de los candidatos, los interroga en una vista pública y vota si remite o no la nominación al pleno del Senado, que vota la confirmación. Se considera parte de los controles y equilibrios del sistema estadounidense. Al tiempo, es un procedimiento algo disfuncional, que habitualmente retrasa, durante meses incluso, el nombramiento de candidatos sin mácula.
Trump quiere evitar ese largo proceso y para ello quiere recurrir a los nombramientos en receso, una figura contemplada en la Constitución desde su redacción original. Cuando se fundó Estados Unidos en el siglo XVIII, el Congreso se reunía con menos frecuencia, las comunicaciones eran lentas y había recesos de varios meses. La idea era que eso no impidiera cubrir cargos importantes de la Administración.
Algunos presidentes, sin embargo, empezaron a usarlo como un atajo legal para nombrar a candidatos cuya confirmación veían difícil. Aprovechaban esos periodos sin sesiones, pero lo que no ha ocurrido nunca hasta ahora es que el Congreso se declare en receso con el plan expreso de allanar los nombramientos de un presidente. Bill Clinton hizo 139 nombramientos en receso y George W. Bush, 171, antes de que los senadores reaccionasen y empezasen a celebrar sesiones simbólicas sin contenido para evitar pausas de más de tres días, en las que se entendía que no cabía usar esa figura.
Obama fue el último presidente en usar la fórmula: lo hizo 32 veces antes de decidir ignorar incluso esas sesiones testimoniales para varios nombramientos que fueron impugnados ante el Supremo. En una sentencia de 2014, los jueces anularon por unanimidad esas designaciones, establecieron que las sesiones simbólicas interrumpían los recesos y que estos debían tener una duración de al menos 10 días ―salvo excepciones como una catástrofe nacional― para que el presidente pudiese hacer esos nombramientos sin control del Senado.
La cuestión es si los republicanos del Congreso estarán dispuestos a plegarse a los deseos de Trump. Enfrentarse a él no es fácil. Antes de que el grupo parlamentario del Senado eligiera a su líder esta semana, el presidente electo había dejado clara su posición en un mensaje en la red social X: “Cualquier senador republicano que busque el codiciado puesto de liderazgo en el Senado de Estados Unidos debe estar de acuerdo con los nombramientos en receso (¡en el Senado!), sin los cuales no podremos conseguir que la gente sea confirmada a tiempo”.
“Esto es esencial. No hay otro camino”, mostró su acuerdo Elon Musk. Después, uno de los candidatos a liderar a los republicanos del Senado, Rick Scott, se declaró dispuesto a aceptarlo: “100% de acuerdo. Haré lo que haga falta para que sus nominaciones se aprueben lo antes posible”.
Los senadores, sin embargo, eligieron como líder en una votación secreta a John Thune, que no cerró la puerta a ese tipo de nombramientos, pero tiene una posición más matizada. Es partidario de confirmar los nombramientos de la forma tradicional, pero blande el atajo legal como un aviso para que los demócratas no frenen el proceso. “Creo que todas las opciones están sobre la mesa, incluidos los nombramientos en receso. Esperemos que no se llegue a eso, pero sabremos bastante rápido si los demócratas quieren jugar o no”, dijo el jueves durante una entrevista en Fox News.
Trump presentaba su petición como una cuestión de agilizar la toma de posesión de los altos cargos. Sin embargo, eso era antes de anunciar sus propuestas más polémicas: Pete Hegseth, un presentador de la cadena Fox, para dirigir el Pentágono; Tulsi Gabbard, una admiradora de Vladímir Putin, para los servicios de inteligencia; a Matt Gaetz, investigado por acusaciones sexuales, consumo de drogas y apropiación de fondos, como fiscal general, y el antivacunas Robert F. Kennedy como secretario de Salud. Ahora, se interpreta como la forma de evitar un rechazo, puesto que incluso senadores conservadores han criticado algunas de esas designaciones. Los republicanos cuentan con una mayoría de 53 a 47 en la Cámara alta, así que bastarían unas pocas deserciones para que los candidatos fueran rechazados.
Varios senadores también han dejado claro que quieren que se siga el proceso de confirmación habitual, pero eso puede no ser suficiente. Los recesos de más de tres días deben ser aprobados por ambas cámaras por mayoría simple, pero si la Cámara de Representantes y el Senado no se ponen de acuerdo, es el presidente, el propio Trump, el que tiene la potestad de fijar la duración del receso, algo que no ha ocurrido nunca antes. Así que a Trump podría bastarle con que la Cámara de Representantes aprobase un receso de más de 10 días para sacar adelante su plan aunque el Senado lo rechazase.
Aunque eso cabe en la letra de la Constitución, se estaría forzando su espíritu tanto en lo que se refiere a privar al Senado de su función como en la propia suspensión de la actividad del Congreso. “Es textualmente plausible, pero no tiene nada que ver con la razón por la que cualquiera de estas disposiciones fueron originalmente concebidas”, explicaba Josh Chafetz, profesor de Derecho y Ciencias Políticas de la Universidad de Georgetown en una entrevista en la cadena MSNBC. “Otros presidentes han utilizado la facultad de los nombramientos en receso, pero nunca han ido por este camino, que en realidad es una especie de conspiración con la Cámara de Representantes para expulsar al Senado de las sesiones, incluso si el Senado no quiere entrar en receso”, añadía.
“Independientemente de cómo reaccionen los senadores a la estratagema de nombramientos en receso de Trump, esta no será la última vez que el presidente entrante obligue a los republicanos a elegir un bando: ser leales a Trump, o a sus derechos y responsabilidades como legisladores”, sostiene la profesora de la Universidad George Washington Sarah Binder.
Aunque los nombramientos en receso son temporales, los elegidos pueden seguir en sus puestos hasta el final del siguiente periodo de sesiones, con lo que en la práctica lo podrían ocupar por casi dos años. Además, el presidente puede volver a nombrarlos con la misma fórmula cuando expire ese plazo.