Hay una escena en la película Good Bye, Lenin! en la que el protagonista busca desesperadamente la marca de pepinillos favorita de su madre, una mujer de sólidas convicciones comunistas que queda en coma tras sufrir un accidente y despierta después de la caída del muro de Berlín. No queda casi nada de la república socialista: la moneda ya no vale nada, los coches son distintos, se pueden ver otras cadenas de televisión… Hasta la comida es diferente. De un día para otro, los productos de la República Democrática Alemana (RDA) han desaparecido de las estanterías en favor de las marcas de la Alemania capitalista y el resto de Occidente. “¿Pero tú en qué mundo vives? Ahora tenemos marcos alemanes ¿y tú me sales con Mocca-Fix y Filinchen?”, le pregunta incrédula a Alex la dependienta de un supermercado.
Con la reunificación, decenas de marcas de la RDA desaparecieron. Los alemanes orientales renegaron de los productos que llevaban décadas consumiendo por obligación —no había otros o no podían permitírselos— y abrazaron con entusiasmo todo lo que llegaba de sus vecinos del oeste. Les parecía superior solo por ser del otro lado del Muro. Con los años, la tendencia se ha invertido y ahora muchas de aquellas marcas han vuelto con fuerza a las tiendas. El éxito de los productos de la Alemania comunista se atribuye a la ostalgie (de ost, este en alemán, y nostalgie), un sentimiento que nada tiene que ver con la política, sino con la añoranza por la vida cotidiana en la extinta república del bloque soviético.
Alex no tendría problemas hoy para encontrar los pepinillos de Spreewald —a 60 kilómetros al sureste de Berlín— con los que engañar a su madre y hacerle creer que seguía viviendo en su idealizado paraíso socialista. De hecho, desde 1999 la especialidad tiene reconocida una indicación geográfica protegida y se considera no solo el mejor pepinillo en salmuera del país, si no del mundo. El protagonista del filme de 2003 podría comprar también las mismas marcas de comida preparada (Tempo, Kathi), el café Mocca-Fix, las tostadas Filinchen o el vino espumoso Rotkäppchen, e incluso las bebidas refrescantes que fueron barridas de los estantes con la irrupción de la Coca-Cola imperialista.
La Nocilla comunista
Casos como el de la mostaza Bautzner, que aguantó la reunificación, son escasos. La mayoría de marcas renacieron a finales de los años noventa o principios de los 2000.
El caso de Vita Cola, creado en 1957 como respuesta comunista a la popularidad de la marca estadounidense, es especialmente llamativo. Como su competidora capitalista, hacía publicidad de su fórmula secreta, menos dulce y con sabor a limón. Fue un éxito absoluto en la RDA, donde llegó a producirse en más de 200 plantas embotelladoras, pero pereció con la caída del Muro. En 1994 una empresa de Turingia compró los derechos del nombre y la fórmula y empezó a comercializarla de nuevo. Hoy es el segundo refresco de cola más vendido en los Estados que formaban la antigua Alemania Oriental, explica su portavoz, Christina Weissbach. En Turingia, añade, lidera las ventas desde el año 2000, lo que convierte a esta región de algo más de dos millones de habitantes en una de las pocas en el mundo donde el refresco local se consume más que Coca-Cola y Pepsi.
Entre los casos de éxito destaca también Nudossi, la crema de avellanas competidora de Nutella. El alto contenido de frutos secos (del 36%, su principal reclamo hoy en día) de la versión oriental, comercializada por primera vez en 1970, nació en realidad de la necesidad. En la RDA era más fácil y barato conseguir avellanas de la Georgia soviética —hoy se importan de Turquía— que el aceite de palma que usaba Nutella. Un pastelero de Radebeul, cerca de Dresde, recuperó la receta y el mítico envase rojo de diseño vintage en 1998. “Somos una pequeña empresa familiar, con unos 30 empleados permanentes y entre 5 y 10 personas más en temporada navideña”, explica Sylvia Hartmann, miembro de la familia que recuperó el producto. Pese a ello, hoy Nudossi está en los estantes de casi todas las cadenas minoristas. No solo en el este; también en el oeste triunfa la nostalgia de la Nocilla comunista.
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