El problema del acceso a la vivienda se ha convertido en una de las grandes preocupaciones de la sociedad. No poder alquilar (y mucho menos comprar) una casa impacta en otros aspectos de la vida, desde la salud mental hasta la manera de relacionarnos, e incluso en la forma en que están evolucionando las ciudades, con un incremento de negocios originados como consecuencia directa de esa crisis de la vivienda. Es el caso de los trasteros, cuya oferta y demanda ha aumentado considerablemente en los últimos años.
“Se trata de un fenómeno relativamente nuevo en España, pero no en otros países”, explica Irene Lebrusán, doctora en Sociología y profesora en la Universidad Autónoma de Madrid, algo que ella relaciona con el “aumento de la vivienda compartida”. Es decir, de personas que viven en habitaciones y tienen un espacio muy reducido. “Sobre todo para quienes han tenido antes acceso a otro tipo de viviendas y ahora tienen que irse a una compartida, el trastero es el recurso, no óptimo, porque no lo es (las viviendas compartidas son otra manifestación del problema de la vivienda), pero para algunos es la única posibilidad que hay”, explica. El precio desorbitado de los pisos obliga a buena parte de la población a buscar apartamentos con menor superficie y con ello, menos espacio para almacenaje. La desesperación de unos y la avaricia y falta de escrúpulos de otros ha dado pie incluso a que se oferten trasteros como viviendas, cuando su uso debe ser exclusivo para guardar enseres.
Pero además de los trasteros de particulares y para particulares, ubicados por lo general en el mismo edificio que la vivienda, cada vez cobran más peso los espacios de almacenaje gestionados por empresas y orientados a otro tipo de clientela e incluso destinados a pequeñas y medianas empresas. Desde la Asociación Española de Self Storage (AESS) corroboran el crecimiento de la red de trasteros en España: “Cuando cerramos el estudio en febrero 2024, teníamos en la Asociación Española de Self Storage 352 centros prestando servicios en España, sobre todo en Cataluña, Comunidad de Madrid y Andalucía. Actualmente, en octubre de 2024, contamos con 380 centros asociados operando con garantía de calidad AESS y seis marcas más estudiando el mercado español y que están asociados como miembros provisionales para conocer más sobre el negocio en España”, indica Sole Martínez, gerente de la asociación.
Óscar Larrea, vicepresidente de operaciones en España de la inmobiliaria Evernest, señala un aumento de entre un 15% y un 20%, según datos de los principales operadores de este tipo de activos. “Este incremento refleja el creciente interés tanto en su compra como en su alquiler”, apunta Larrea. Entre los operadores con mayor número de locales hay compañías como Bluespace, Necesito un trastero o Homebox. Sin embargo, a pesar del crecimiento del sector, la conciencia de marca de trasteros por parte de la población española es baja en comparación con otros países europeos. Así lo refleja en su último informe, publicado en octubre, la Federación Europea de Asociaciones de Trasteros (Fedessa), donde además se vincula “el competitivo sector inmobiliario de las capitales europeas” con la mayor proporción de encuestados que consideran “utilizar espacios de almacenamiento”. Según Fedessa, en España el 21% de los encuestados afirmó haber pensado en usar trastero, frente al 64% que nunca se lo ha planteado y el 16% que sí lo ha alquilado en alguna ocasión.
Muchos más trasteros pero lejos de la burbuja
A la hora de alquilar un piso con trastero en una ciudad como Madrid o Barcelona (donde se concentra buena parte de la oferta), se puede incrementar la mensualidad entre 50 y 100 euros “dependiendo de la ubicación y la demanda local”, matiza Larrea. “En zonas más periféricas o en ciudades más pequeñas, el incremento suele ser menor, alrededor de 30 a 50 euros mensuales”. Lo mismo sucede con los trasteros en venta, cuyo precio se mueve en “rangos que van desde 3.000 hasta 10.000 euros en ciudades más pequeñas o en áreas rurales”, y con cifras que superan “los 15.000 euros en zonas de alta demanda” de ciudades de más población.
“Este panorama refleja el creciente valor que han adquirido los trasteros en el mercado inmobiliario en los últimos años”, redondea Larrea. Aun así, no parece probable que estos dibujen una nueva burbuja dentro del sector inmobiliario: “No olvidemos que la burbuja de la vivienda se mantiene porque estamos hablando de un bien básico, imprescindible para el desarrollo o el alcance de cualquier otro derecho humano, y por eso se puede producir ese problema en torno a los precios de la vivienda y demás. Los trasteros no van a tener esa misma demanda porque no los necesita todo el mundo”, recuerda Lebrusán. Martínez reconoce que hay “mucho interés” por parte de inversores en busca de nuevas oportunidades de negocio “pero el costo de la inversión inicial y el tiempo necesario para llegar al punto de equilibrio entre ingresos y gastos hace que algunas empresas que están investigando desechen esta posibilidad”.
Clientes de corta y larga duración
Aparte de los usuarios permanentes, hay un porcentaje elevado de la clientela que alquila trasteros de manera puntual, ya sea para guardar muebles durante una reforma, estudiantes o profesionales con problemas de espacio desplazados de su ciudad por un tiempo limitado, pequeñas empresas con necesidad de microalmacenes… En este sentido, desde AESS señalan que “históricamente, había una proporción del 70% cliente particular y 30% autónomos y pequeñas empresas”, pero “hoy en día, las empresas valoran mucho los servicios ofrecidos por el self storage, convirtiendo en gasto variable lo que anteriormente era un fijo”.
Eso sí, a la hora de guardar cosas se deben acatar ciertas normas: “Los clientes firman un contrato donde se especifican los productos que está prohibido almacenar debido a cuestiones de seguridad, salud y cumplimiento legal. Las restricciones pueden variar según la normativa local y políticas del operador, pero en general, los siguientes productos suelen estar prohibidos: materiales peligrosos como pueden ser las sustancias inflamables, sustancias ilegales como drogas o productos falsificados, alimentos y productos perecederos y seres vivos como animales y plantas”, enumera Martínez.
Los trasteros forman parte de esos negocios que afloran para satisfacer necesidades motivadas, entre otras cosas, por la crisis de la vivienda. Otro ejemplo representativo vinculado con esta problemática es el bum de las lavanderías de autoservicio. Hasta hace pocos años, estos establecimientos apenas existían en las ciudades, pero actualmente se trata de un negocio en expansión presente en cada vez más distritos. Labrusán sostiene que, sobre todo, “han aumentado en barrios muy gentrificados, turistificados, sobre todo en Madrid, en barrios donde viven los estudiantes, y también en barrios que están muy empobrecidos”. Es decir, los dos mecanismos principales por los que se da este aumento de compartir piso: los estudiantes que vienen de manera temporal a España, pero también personas que no pueden constituir un hogar y no pueden pagar un alquiler completo, según la experta.
No disponer de una lavadora en casa, tratar de ahorrar en la factura de la luz, buscar una manera de lavar prendas de gran tamaño (abrigos, edredones, cortinas…) difíciles de secar en viviendas pequeñas… son otras de las razones que han acelerado el desarrollo de estos negocios, beneficiados igualmente por el turismo. ¿Gozarán los trasteros de una popularidad similar? El fenómeno acaba de fraguarse, pero ya se acumulan varios años de crecimiento continuado y las aperturas son constantes. De momento, según datos recientes de Fedessa, España se sitúa como el cuarto país europeo con mayor cuota de mercado, por detrás del Reino Unido, Francia y Alemania.