La crisis industrial alemana se agrava y el Gobierno, sin respuestas a mano, responde dividido y con mensajes contradictorios. Un día después de conocerse que Volkswagen, símbolo del poderío económico de este país, contempla el cierre de hasta tres fábricas en Alemania, el canciller Olaf Scholz y su ministro de Finanzas, Christian Lindner, se han reunido este martes con dirigentes empresariales para buscar una salida a la crisis. Pero lo han hecho por separado y sin coordinarse entre ellos.
Las cumbres paralelas en Berlín —una, convocada por el socialdemócrata Scholz, por la tarde; la otra, unas horas antes, por el liberal Lindner— reflejan la imagen del bloqueo en Berlín. Los dirigentes de la coalición tripartita organizaron sus reuniones por su cuenta. Es más: quedó fuera el ministro que seguramente tenía más que decir, el ecologista Robert Habeck, titular de Economía.
Los diagnósticos dentro del tripartito sobre la situación económica —recesión, riesgo de que la industria quede descolgada de la competición global, caída de los ingresos fiscales― son opuestos, como lo son las recetas. Socialdemócratas y ecologistas explican la situación por el contexto global —la guerra en Ucrania y el choque energético, el proteccionismo de los grandes mercados, una China más competitiva— y defienden más inversiones, aunque obliguen a aumentar la deuda. Los liberales sostienen que los problemas tienen en gran parte un origen autóctono y piden rebajas de impuestos y recortes y desregulación: una economía más flexible que incite al sector privado a invertir.
“La situación es muy grave en Volkswagen”, comenta por teléfono Ferdinand Dudenhöffer, director del laboratorio de ideas sobre el sector automovilístico Center for Automotive Research (CAR). Pero también lo es Berlín, indica el experto: “Mire al Gobierno, destruyéndose unos a otros…”
A las puertas del debate presupuestario en el Bundestag, la multiplicación de cumbres y propuestas puede entenderse como una manera de tomar posiciones para cada miembro de la coalición. Pero proyecta una imagen de caos. Y se disparan las especulaciones sobre una ruptura de la coalición que lleve a unas elecciones anticipadas y deshaga el nudo en la primera economía de Europa. La legislatura termina oficialmente en septiembre de 2025.
“Alemania es un país fuerte, que se enfrenta a grandes desafíos”, declaró Scholz al término de su reunión con industriales y sindicalistas. “Ahora se trata de que juntos nos pongamos a trabajar y nos reforcemos con un pacto para la industria con medidas muy concretas.”
“Se necesitan mayorías amplias para poner en marcha reformas de alcance que necesitamos urgentemente”, dijo, tras la reunión del liberal Lindner en el Bundestag, el presidente de la patronal BDA, Rainer Dulger. Dulger añadió, en alusión al tripartito: “La responsabilidad de gobernar, también es el deber de gobernar”.
A la reunión de Scholz, unas horas más tarde, acudieron los líderes industriales y sindicales. Entre otros, Oliver Blume, jefe de Volkswagen, que con 10 fábricas y 120.000 trabajadores en Alemania, es un termómetro del estado del país. El día anterior, el canciller había instado al gigante automovilístico a “mantener y garantizar” los empleos alemanes.
La presidenta del Comité de empresa de Volkswagen, Daniel Cavallo, acababa de revelar, en vísperas de unas negociaciones salariales que se anuncian feroces, los planes de recortes de la empresa. Según la sindicalista, estos planes incluyen una reducción de plantilla que afectaría a decenas de miles de trabajadores y recortes salariales de hasta el 18%.
Fuentes de la empresa citadas en la prensa alemana acusaron a Cavallo de dibujar “escenarios terroríficos”, pero el responsable de personal, Gunnar Kilian, declaró en un comunicado: “Sin medidas de alcance para recuperar la competitividad no podremos permitirnos inversiones futuras”. Volkswagen, rezagado en la carrera por el coche eléctrico ante otros competidores, vende en Europa 500.000 vehículos menos en Alemania que antes de la pandemia, “lo que significa”, resume el diario Süddeutsche Zeitung, “que no hay suficiente trabajo para tantas personas en tantas fábricas”.
En Alemania nunca ha cerrado una fábrica de Volkswagen y, aunque no es seguro que esto acabe sucediendo, la sola posibilidad es un golpe a la autoestima de un país en el que la prosperidad y el músculo industrial está inscrito en el ADN. Y, mientras tanto, la economía se encoge un 0,2% en 2024 después de caer un 0,3% en 2023: dos años seguido con crecimiento negativo, algo no ocurría desde hacía dos décadas. Los ingresos fiscales son menores de lo esperado. Y el margen de maniobra se ve reducido por el freno a la deuda, inscrito en la Constitución. Vuelven los discurso tremendistas, la idea de que este es el enfermo de Europa.
“Durante más de veinte años no se ha hecho política industrial. No tenemos seguridad energética, ni planes para semiconductores, ni planes para coches eléctricos… Se ha perdido la perspectiva a largo plazo”, lamenta el experto automovilístico Dudenhöffer. “Alemania ha fracasado.”