Prada es una fábrica involuntaria de piezas meme. Piezas que extrañan la primera vez que se ven en la pasarela, pero que en cuestión de horas se cuelan en las carpetas, moodboards y listas de deseos de los ojeadores de las cadenas de moda rápida, pero también de las marcas de su mismo rango. Es decir, en 12 meses, esas piezas, o algo parecido, estarán en casi todos los armarios, como ocurrió con el famoso, y ficticio, jersey azul cerúleo que acabó llevando sin intención Andrea Sachs en la película El diablo viste de Prada. Se lo explicaba el personaje de Meryl Streep: no era un color casual, aquel color había surgido de las decisiones que un momento tomó un diseñador y afectaron a toda la industria. Lo curioso es que algunas de las piezas vistas este jueves 19 de septiembre en la pasarela de Milán ya estaban en nuestros armarios. Literalmente, Prada ha rescatado zapatos virales de hace casi 20 años, cuando aún no utilizábamos la palabra viralidad. Algunos jugaron en el desfile a reconocer, con añada, las piezas reeditadas. Ejemplos fáciles: los zapatos Oxford con suela de esparto y goma; las clásicas sandalias de tiras cruzadas o los mary janes de punta engomada.
¿Puede volver a ser viral algo que ya lo fue? La respuesta es sí, y la prueba empírica se esconde en las apps y tiendas de venta de segunda mano, donde millones de usuarios rastrean archivos y piezas concretas de marcas en un mercadeo que mueve cifras astronómicas. Solo en 2023, Vestiaire Collective vendió 2,5 millones de piezas y actualmente prepara su salida a Bolsa. Ahora parece que Prada ha decidido capitalizar su archivo reeditándolo ellos mismos.
La propuesta estética del desfile fue novedosa, sin línea argumental más allá del propio caos. En un mundo controlado por los algoritmos, explicaban Miuccia Prada y Raf Simons en las notas de la colección, la arbitrariedad resulta liberadora y es lo que conforma la personalidad individual. Quizás ellos mismos hayan acabado cansados de su poder de influencia. La reciente tendencia coquette, abanderada por la marca italiana, ha acabado convirtiéndose en un pastiche de rosas y lazos malinterpretados, así que ahora la colección es mucho más oscura y más dura. Quincallería por fuera, utilizada como apliques o como sujeción de cinturones y pieles gruesas; mezclas de colores como el morado, el verde o el naranja en su gama más intensa; leotardos como pantalones, sombreros aptos para una amenaza nuclear o para apicultores retrofuturistas, y gafas de sol que dan un aire a insecto. En la era del control y la sobreinformación, la firma apela a “la imprevisibilidad como medida de la creatividad humana”, explicó Miuccia Prada.
Algo similar es lo que hizo Max Mara, aunque escogió el camino opuesto. Citando al gato de Schrödinger que cuestiona si dos cosas pueden ser verdad al mismo tiempo en una de las paradojas más famosas de la física, la marca reivindica la creatividad pero a través la ciencia. Se remonta a Hipatia, la matemática de Alejandría, y une esta inspiración con la trigonometría necesaria para construir prendas. Por eso las costuras, a menudo disimuladas, se muestran en algunas prendas por fuera, para que ese ejercicio desde el patrón a las tres dimensiones se vea y se reconozca como una forma de creatividad más. El resultado es una colección austera, en una paleta de color inspirada en los centros de investigación: blanco, negro, beige, marrón y unas formas limpias y sencillas que realzan esa belleza funcional de Max Mara, que no pretende ser otra cosa que para lo que fue creada por Achille Maramotti en 1951: ropa para todo tipo de mujeres. La sastrería pulida en muchas versiones de falda o pantalón y los vestidos limpios en los que solo destacaban ligeros volúmenes en las caderas o los drapeados han sido algunas de las claves del desfile.
Si Prada rescata piezas antiguas y Max Mara erige como musa a Hipatia, Fendi mira también al pasado, pero hacia adentro, hacia su casa. En 2025, la firma romana cumplirá 100 años y por eso Kim Jones quiso homenajear a su creadora, Adela Fendi, quien junto a su marido abrió la primera tienda en Roma. Durante el desfile se podía escuchar una conversación de Anna Fendi con su hija Silvia Venturini hablando sobre Adela, madre y abuela de ellas. “Era una mujer muy muy moderna”, “tenía un sentido muy preciso de la moda”, frases que se superponían a la música y que acompañaban a las modelos que rodeaban una gran caja en la que se las vio al final en un homenaje a los escaparates. Jones utilizó el año 1925 como fuente de inspiración para una colección de vestidos flapper, combinaciones con bordados a mano, siluetas sencillas basadas en la camiseta, vestidos camiseros y superposiciones de gasas y organzas. La baguette, el bolso más icónico de Fendi, apareció en todas sus derivadas.
Marni tiró de literalidad y su hilo conductor era realmente el hilo. El hilo de algodón en el que estaban confeccionadas la mayor parte de las prendas del desfile del pasado martes en la semana de la moda de Milán. A pesar de que el algodón es una tela humilde y común, Francesco Risso la utilizó con la extravagancia y experimentación a la que acostumbra. El suyo ha sido uno de los desfiles más elogiados de los últimos días.
También Jil Sander causó sorpresa con un giro en su propuesta que se tornó algo oscura, apelando, según explicaban Lucie y Luke Meier, a la crueldad de los tiempos. Refugiarse en la belleza sin obviar la realidad es para ellos una solución. La colección, que tenía un aire turbador con algunas piezas aparentemente románticas transformadas a través del color negro, de los apliques o de los cortes, en prendas duras, era a la vez serena y provocadora. De nuevo la creatividad como solución, aunque aún no sepamos del todo a qué.