Un soldado levanta el brazo desde el arcén para que se detenga el convoy humanitario de dos vehículos. No requiere papeles ni ningún otro tipo de control de paso. Solo pide agua para seguir cavando junto a sus compañeros. Forman parte de los grupos de uniformados que construyen nuevas trincheras y fortifican posiciones de defensa en las pistas del este de la región de Járkov que llevan desde la localidad de Kupiansk a pueblos como Dvorichna.
Este enclave, al que se dirigen los voluntarios para evacuar a civiles que viven bajo constantes bombardeos, se halla en primera línea de combate entre los ejércitos de Ucrania y Rusia. Ahí, además de en otros frentes, espera Kiev el nuevo armamento prometido por los aliados, sobre todo munición y tanques, como los seis Leopard de fabricación alemana anunciados por España. Polonia, con cuatro, y Noruega, con ocho, son los primeros países que ya los han entregado. El propio presidente Volodímir Zelenski, impaciente, apremió e imploró a la Unión Europea para que agilice el envío de armas en la cumbre de los líderes de los Veintisiete que concluyó este viernes en Bruselas.
Mientras tanto, será complicado que las tropas ucranias avancen, según las autoridades locales de Járkov. “Para defendernos tenemos lo suficiente, pero para una contraofensiva no tenemos lo necesario. Esa es mi opinión personal”, reconoce Andrii Besedin, alcalde de Kupiansk.
Los populares modelos soviéticos de tanque T-72 “presentan numerosos fallos”, señala Arnaut, apodo de un ucranio de 28 años que lleva desde 2018 en el ejército y está hoy al frente de un batallón de la Tercera Brigada de Tanques desplegada en el este de Ucrania. Durante unas maniobras en la región de Járkov, no se queja abiertamente del armamento con el que cuentan y comenta que disponen de carros de combate y munición. Pero, al mismo tiempo, añade, “no es un secreto” que, ahora mismo, el enemigo está mejor equipado ni que Ucrania necesita modelos como los Leopard. Con ellos, entiende, van a mejorar en precisión y en rapidez a la hora de recargar y disparar.
Europa, sin embargo, no debe centrarse únicamente en el número de tanques que Ucrania necesita a medio plazo, “unos 150 aceptablemente modernos”, sostiene Christian D. Villanueva, director de la revista Ejércitos. Los aliados no deben descuidar los repuestos y el mantenimiento, asegura. “Los carros por sí mismos no van a cambiar la guerra. Rendirán mejor que los carros rusos seguramente, pero si no son utilizados de la forma adecuada, o si se convierten en sistemas de un solo uso, que cuando se estropeen queden tirados por incapacidad para ponerlos de nuevo en marcha, el esfuerzo europeo no servirá de mucho”, concluye Villanueva.
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Dovorichna es la última posición en manos ucranias, uno de los puntos en los que el pasado septiembre se detuvo su gran contraofensiva para liberar zonas ocupadas por las tropas del Kremlin. El pueblo se asoma al río Oskil, que hace de frontera entre los dos ejércitos y que los rusos tratan de atravesar de nuevo hacia su orilla occidental. A diario se producen combates en el entorno de un cauce que transcurre casi paralelo a la demarcación entre las regiones de Járkov y Lugansk, en el bastión de Donbás, controlado casi de forma íntegra por los rusos.
Los rusos están haciendo “muchos esfuerzos para volver”, analiza Slava, de 37 años, jefe de una compañía de infantería que prefiere no dar su apellido. “Pero la situación es totalmente impredecible para ambas partes”, añade. En torno al río “hay mucha tensión, pero permítame que no le dé todos los detalles”, reclama durante una conversación en el descanso de las maniobras que sus hombres realizan junto a integrantes de la Tercera Brigada de Tanques, que participó en el hachazo que asestaron al enemigo en septiembre. Slava ya combatió un año en Donbás antes de la gran invasión rusa de 2022 y en su vida civil trabaja en una empresa agrícola que le ha llevado con frecuencia a España. No oculta que el Oskil es de vital importancia, pese a que no es más que un riachuelo, sobre todo si se le compara con el gran Dniéper, uno de los mayores ríos de Europa, que atraviesa Ucrania.
La V de victoria
En esos ejercicios hay soldados, como Slava, curtidos ya en la guerra de Donbás desde 2014 y otros que se han ido incorporando a filas desde que el 24 de febrero del año pasado el presidente ruso, Vladímir Putin, invadió Ucrania a gran escala. Y los hay incluso mucho más veteranos, como el comandante Oleksandr Timochenko, de 56 años, que en medio del estruendo de los disparos de los T-72 explica que esos hombres han estado desplegados en las regiones de Donetsk y Zaporiyia. “Ahora los hemos retirado del frente para que descansen, reparen los tanques, mejoren su formación y se coordinen con la infantería para conseguir hacer replegar al enemigo”, detalla. Al pasar encaramados sobre los tanques, algunos hacen con los dedos la V de la victoria o alzan el puño mientras sonríen optimistas.
“El blindaje adicional y la electrónica son fundamentales” para determinar si un modelo de tanque es mejor que otro, señala el analista militar Jesús Manuel Pérez Triana. Los avances electrónicos son los que permiten asegurar que “donde pones el ojo pones la bala” independientemente de las condiciones atmosféricas, de la distancia o de si es de noche.
En general, añade el analista, “los occidentales tienen más blindaje y son más pesados. Los soviéticos apostaron por carros más rápidos, pequeños y escurridizos. Es raro que pasen de las 50 toneladas, mientras que los occidentales es raro que bajen de las 60″. Las mejoras de cada modelo son importantes, insiste. Por eso preguntar por un T-72, sin concretar qué tipo, “es como preguntar por un iPhone sin especificar qué modelo”. España, por ejemplo, dispone de los Leopard 2E, mucho más modernos que las seis unidades —puede que hasta 10— del modelo 2A4 que va a entregar a Ucrania.
“En términos globales, los Leopard son carros mucho mejores que los T-72″, expone Villanueva refiriéndose a los 2A4 y 2A6 que Ucrania está pendiente de recibir. Los soviéticos llevan una tripulación de tres militares, frente a cuatro de los alemanes, de mayor tamaño. “Aunque adolecen de un peso mayor”, Villanueva no duda de que los Leopard están por encima porque “están mejor protegidos, tienen mejores ópticas y sistemas de puntería, la munición es más avanzada, los equipos de comunicaciones y de gestión del campo de batalla son más modernos…”
En todo caso, otro “elemento fundamental es la formación”, añade, pues “los instructores españoles admiten que con un curso de cinco semanas van muy justos, pues en sacar partido a un carro tan complejo se tarda tiempo”. Se refiere a los 55 carristas ucranios que han recibido en Zaragoza instrucción de la mano de militares españoles. Coincidiendo con el primer aniversario de la gran invasión ordenada por Putin, Polonia entregó los primeros cuatro Leopard al ejército de Ucrania y esta semana han llegado ocho desde Noruega. Se unirán a ellos los Challenger británicos y los Abrams estadounidenses.
Un frente enquistado
Mientras llegan los refuerzos, el fuego de artillería es constante sobre Dvorichna. Los zambombazos de salida y entrada no cesan en las horas en las que EL PAÍS permanece en la localidad, casi desierta como todas las del entorno. Ante ese frente enquistado e inmóvil desde hace meses, Slava, el jefe de infantería, reconoce que ahora afrontan “una situación totalmente diferente”.
El pasado septiembre, la contraofensiva fue repentina. “Esa fue la llave que nos llevó al éxito. Se encontraban relajados, empezando a disfrutar de las zonas que habían ocupado, a normalizar allí su vida. Por eso, nuestros ataques avanzaron tan rápido”, resume el militar. En Kupiansk, lo que Rusia consideró su capital de la Járkov ocupada durante medio año, se abrió hasta la sede de una entidad bancaria de Moscú.
El frente de batalla marcado por la línea Kupiansk-Liman permanece estos días bajo el fuego de artillería ruso pesada con blindados de la era soviética y tanques muy antiguos, ha señalado esta semana el portavoz del Grupo de Fuerzas Orientales de Ucrania, el coronel Serhii Cherevati. La intensidad de esos choques en los que manda la artillería ha obligado a Rusia a desempolvar viejos carros de combate fabricados hace más de 60 años ante la imposibilidad de acelerar la producción de armas nuevas. En los últimos días, se han podido constatar movimientos de unidades de los T-54 (fabricados hasta 1959) y T-55 (hasta 1979), según Conflict Intelligence Team (CIT), un grupo de analistas opositores rusos que consultan fuentes abiertas para ofrecer detalles de la guerra.
Rusia ha perdido desde que comenzó la gran invasión de Ucrania la mitad de sus tanques más modernos, según un informe del mes pasado del International Institute for Strategic Studies (IISS). En total, entre 2.000 y 2.300 tanques del ejército invasor han quedado fuera de combate, mientras que el ejército local ha perdido unos 700, según Henry Boyd, analista de IISS, en declaraciones a la agencia Reuters. A su vez, el ejército ucranio ha logrado recuperar del frente carros de combate del enemigo que reutiliza una vez puestos a punto.
“En su mentalidad, [los rusos] mantienen los mismos objetivos que el 24 de febrero. Estamos combatiendo a enfermos que quieren ocupar toda Ucrania. Tenemos que defendernos, obligarlos a que se replieguen”, comenta Andrii Besedin, el alcalde de Kupiansk. Está de forma interina en un puesto al que ha llegado señalado por el presidente Zelenski. Su predecesor al frente de la ciudad abrió sus puertas y la entregó al invasor, que no tuvo que gastar munición para hacerse con ella. “Si vienen a este lado del río de nuevo, no serán recibidos como la última vez”, pronostica el alcalde.
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