Las sagas de Hollywood no terminan nunca. Las franquicias activas en la antigua meca de la originalidad superan hoy el centenar. Con una treintena todavía por llegar en 2024, es difícil encontrar semanas sin secuelas, precuelas o derivados en la cartelera. Algunas llevan sumando entregas desde los sesenta, otras construyen un universo sobre más de 30 largometrajes interconectados y unas elegidas regresan ahora tras décadas de letargo, como muestra el siguiente gráfico:
Parafraseando la frase final de las películas de 007: (también) Gollum volverá. El personaje ya ha aparecido en cuatro películas de las seis de El señor de los anillos, pero el director Peter Jackson y el actor Andy Serkis creen que falta algo por contar sobre este carismático pseudovillano concebido en realidad como un secundario misterioso en los libros. Y no será el único. La Tierra Media volverá en diciembre a recuperar varios personajes en una película animada producida por Jackson. Pero las sagas vivas no son cinco, ni 10 ni 40: Hollywood tiene en marcha al menos 114 franquicias, según un análisis realizado por EL PAÍS. Todas las enumeradas han pasado por salas en 2024, tienen películas rodadas, activamente en producción o con fecha de estreno cerrada.
Los ejecutivos de los estudios se agarran a las franquicias como a un clavo ardiendo. La prueba de esta explosión es que, salvo en 2020 con la pandemia, la mayoría de las 10 películas más vistas cada año desde 2010 han erigido universos cinematográficos. Lejos quedan aquellos años 1993, 1994 y 1996, en los que no se registró ninguna secuela en el top 10 de la taquilla:
El planeta de los simios, que inauguró epopeya en 1968, ha alcanzado este año su décima película. Ha superado viajes en el tiempo, avances tecnológicos y reinicios que no pervierten la trama original. También George Miller ha regresado por quinta vez al universo Mad Max (1979-2024) con Furiosa, aunque la heroína ha corrido peor suerte en taquilla. Y la terrorífica La profecía, nacida en 1976, se ha reactivado con una quinta parte rodada 33 años después de la última, pese a que cronológicamente suceda antes que la primera.
No siempre es fácil seguir el ritmo, pero las marcas conocidas siguen explotándose por la más sencilla de las razones, el dinero. A mitad de año, las seis películas más taquilleras de 2024 son franquicias: Dune: Parte Dos (con Denis Villeneuve trabajando en cerrar la trilogía), Godzilla y Kong: el nuevo imperio (quinto capítulo del Monstruoverso), Kung Fu Panda 4, Del revés 2, El imperio del planeta de los simios y Bad Boys: Ride or Die, cuarta en la serie de Will Smith. Entre las 10 más vistas, aparece también Cazafantasmas: imperio helado, marca que sigue explotando Sony pese a que, en su quinta entrega, no rinda como antaño. Pero esto no es todo. En 2024 faltan por llegar Deadpool y Lobezno (previsiblemente será la más taquillera del año), Gru, mi villano favorito 4, Joker: Folie à Deux, la precuela Mufasa: el rey león o Alien: Romulus, el noveno huevo que pone el xenomorfo en la cartelera desde 1979.
El cine como evento y tener marcas reconocibles es el plan de las empresas de Hollywood para que los accionistas confíen en un futuro, por lo demás, no demasiado halagüeño para las salas. Y la originalidad no atrae la confianza. “Nuestra estrategia es tener más IP [propiedad intelectual], más producto y más biblioteca que vender”, decía el consejero delegado de Sony Pictures, Tony Vinciquerra, en mayo, haciendo referencia a unas siglas del marketing que Hollywood ha convertido en mantra. Sony, por ejemplo, es la casa de Spiderman; Amazon MGM, de Bond; Paramount, de Star Trek (coleando desde 1966), y Disney es la empresa de Star Wars, Avatar y Marvel. Todos buscan tener más marcas e iconos con los que hacer reconocible su parcela. Lo explotarán en cualquier ventana, desde la televisión hasta los parques de atracciones, pasando por la venta de muñecos. Con 70 franquicias actuales que superan las dos películas, las secuelas saben ya hoy a poco. Incluso actores como Idris Elba o Michelle Yeoh están tan enganchados a ellas que en su currículum aparecen más de ocho secuelas.
“Las sagas activas y los potenciales proyectos que se anuncian sin fecha para una nota de prensa son activos de los estudios para mantener su valor corporativo”, explica el analista cinematográfico Pau Brunet: “No se va a volver a la era de películas originales. Hollywood está controlado por ejecutivos con másteres en administración de empresas que se han desarrollado en banca y firmas financieras y ahora dan luz verde a películas. Han creado la era de las IP”.
Descanso en Marvel
Curiosamente, el universo Marvel, tras 33 entregas y algunas dudas sobre su perdurabilidad, no estrenará en 2024 por los retrasos de las huelgas en Hollywood. Lanzará, eso sí, varias series, y se reserva cuatro huecos para renacer en 2025. No habrá espacio, por lo tanto, para la franquicia con más películas de la lista, que también es la saga más taquillera de la historia, aunque seguro que la tercera Deadpool se reservará guiños a esta inabarcable trama. El espectador debe presentarse en las salas con los deberes hechos.
Hollywood tiene 13 sagas en activo con 10 o más películas, pero nadie se acerca en volumen al universo producido por Kevin Feige. Dos de las más largas, de hecho, pertenecen también a líneas paralelas de Marvel: los mutantes de X-men (2000-2024) suman 14 películas y Spiderman y su multiverso, 11. Ninguna alcanza tampoco las 27 de James Bond, aunque el agente 007 juega con la ventaja de poder cambiar a su protagonista cada cierto tiempo. Un relevo que se hace de rogar desde 2021. Los propietarios de la marca más longeva, viva desde 1962, se niegan a explotarla con derivados, precuelas y universos compartidos.
Este fenómeno de franquiciarlo todo, aunque limitado a Hollywood en el análisis, es algo que se ha contagiado al resto del mundo, desde las decenas de animes y Godzillas de Japón hasta las opciones familiares en España, con Tadeo Jones y Padre no hay más que uno (que vuelve en julio) a la cabeza.
Pero la tendencia que destaca este año, tras el éxito de Top Gun: Maverick, es la de lanzar secuelas de películas que hasta ahora no eran franquicias, o que llevaban largo tiempo olvidadas. Se bautiza como “secuelas legado”; sin ser remakes, recuperan parte del concepto o algún personaje, respetando el mismo mundo. Ese es el caso de Bitelchús Bitelchús, que Tim Burton ha conseguido relanzar, junto a Michael Keaton, Winona Ryder y Catherine O’Hara, 36 años después.
Lo mismo sucede con Superdetective en Hollywood, con Eddie Murphy calzándose su chaqueta en Netflix tras tres décadas. Este es también el año de Gladiator 2, una carísima continuación que coloca como protagonista al sobrino de Maximus. Ridley Scott y varios de sus actores regresan con 25 años más. Sorprendente es el caso de Twisters, con la que Paramount intenta convertir en franquicia la película de desastres de 1996. Pero esta ni siquiera es la decisión más inesperada. La comedia Spinal Tap, pionera del falso documental cómico, reunirá a su banda de música. Incluso se ha rodado la precuela a La semilla del diablo, Apartamento 7A. No están la embarazada doliente Mia Farrow ni Polanski, pero recuperan el pisito y sus satánicos vecinos.
Así y todo, hay dudas sobre el éxito de estas continuaciones nostálgicas, mientras que Del revés 2 y Gru triunfan en parte gracias a que apelan a la generación Z. “El espectador de 14 a 22 años está generando una inseguridad en los estudios”, explica Pau Brunet: “No le motiva el cine en salas más allá de Marvel. Los estudios intentan apostar por el sector nostálgico-familiar con productos que empaticen tanto con padres como con hijos. Pero aciertan con casos más modernos como Five Nights at Freddy’s, Mean Girls o el fenómeno Taylor Swift”. De hecho, ha habido recientes resbalones nostálgicos que anticipan que quizás sea hora de olvidar los trillados ochenta.
Tras pagar 400 millones de dólares por los derechos de la saga, El exorcista: creyente, que recuperó a las actrices originales, fue uno de los grandes fracasos en taquilla de 2023. Tanto que Universal ha decidido no renovar al director de la nueva trilogía y dejar en manos del experto Mike Flanagan la séptima película de la saga. En 2026 tomará un nuevo camino.
Porque si un género tira de franquicia es el terror, clásicamente más barato y rápido de rodar. “Es inmortal, y con mucho interés para la juventud. Tiene carácter iniciático”, afirma Brunet. En total, hay una treintena de franquicias del género en marcha.
Halloween, con 13 películas (1978-2022), es la que más veces ha generado pavor y, aunque su taquilla no haga presagiar que vaya a volver pronto al cine, sí que prepara teleserie, como sucede con franquicias como It, Una rubia muy legal y Blade Runner. El transmedia es, no en vano, otro de los fenómenos actuales. De Marvel a Dune, todas quieren su serie, si bien a veces el camino es el contrario. Star Wars, por ejemplo, va a tratar de recuperar el empuje perdido en salas desde 2019 con una película dedicada al televisivo Mandalorian y al bebé Yoda.
En el terror, no queda a la zaga de Halloween la más moderna Saw (2004-2025), que trabaja en un undécimo largometraje tras sobrevivir a uno de los arcos temporales más complicados del cine. Casi todas sus películas son al mismo tiempo precuelas, secuelas y entrecuelas (esto es, suceden en paralelo que alguna de las otras entregas). Así reza también Expediente Warren, superando las 10 películas a través de sus muñecas diabólicas y monjas terroríficas. El público de este género es uno de los más fieles, solo seguido por el de las sagas familiares o animadas y los superhéroes. Una fidelidad que cada vez ansían más los estudios. Cuantas más horas pasen enganchados a su plataforma, sin marcharse a otro servicio ni escaparse a TikTok, más confianza en su servicio. Para eso hace falta más madera.
Las sagas parecen un negocio seguro. Pero no es fácil lanzar y mantener el éxito. Ahí están descalabros recientes como Indiana Jones, Matrix Resurrections, los múltiples intentos de adaptar los muñecos G.I. Joe (preparan un crossover con Transformers), los cuatro relanzamientos frustrados de Terminator o la dificultad que ha encontrado Netflix para presentar sagas propias, conformándose con películas de acción poco originales como Tyler Rake y La vieja guardia o proyectos que den salida a sus estrellas de series, como Enola Holmes. Es habitual que anuncien secuelas de sus estrenos que no se llegan a rodar.
El problema es también el gasto, explica Brunet: “Desde la fiebre Marvel, las sagas se han convertido en juguetes carísimos difíciles de rentabilizar. Incluso salvando los muebles, películas de 200 o 300 millones de presupuesto más 150 en gastos de lanzamiento son un desfase inviable que Hollywood debe parar”. Para que esos filmes logren beneficios tienen que alcanzar cifras a las que al año solo llegan cuatro o cinco: “Bitelchús y Gladiator son películas con interés en muchas franjas, pero costes desmedidos“.
La mayoría de las grandes franquicias llevan décadas funcionando, pero si todos los éxitos son de marcas ya establecidas, ¿qué franquicias conseguirán triunfar y mantener a Hollywood en 20 años? Brunet contempla una posibilidad en la estela de la serie Downton Abbey, que ha dado el salto al cine: “La televisión crea productos propios. El juego del calamar o Juego de tronos pueden tener futuro, pero ¿tendrían sentido en la gran pantalla? ¿Vemos a los de 15 años viendo Juego de tronos en el cine con 40? La parte positiva es la revolución del anime, con nuevos personajes y mundos que quizás superen a los de Marvel”.
Sin éxitos originales modernos —Barbie es el mayor y tampoco nacía del vacío—, la meca del cine se plantea de qué vivirá el cine del futuro: ¿solo habrá secuelas infinitas de parques jurásicos? La sexta, de momento, la protagonizará Scarlett Johansson. Los dinosaurios se extinguieron, pero hay franquicias con las que no acaba ni un meteorito.
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