Arthur Edwards, el fotógrafo que guarda las intimidades de la familia real británica | Gente



En julio de 1980, con tan solo tres años a sus espaldas como fotógrafo de la familia real británica para el periódico The Sun, un joven Arthur Edwards recibió el aviso de que el príncipe Carlos de Inglaterra asistiría a un torneo de polo al que también iría una joven muy especial. Se llamaba Diana Spencer. Salvo su nombre, y el conocimiento de que la muchacha era rubia, no se sabía ningún detalle más sobre la mujer con la que el futuro rey parecía ir más en serio que con sus otras conquistas y que se convertiría en una de las personas más fotografiadas del mundo. Por entonces era una desconocida. Entre los asistentes, Edwards descubrió a una adolescente que llevaba un colgante con la letra D. Le preguntó si era lady Diana Spencer, y la joven accedió a hacerse una foto: “Hice la primera foto de Diana. Mis editores tuvieron lo que querían y di por finalizado mi trabajo. Por supuesto, aquello fue solo el principio”, contaba el propio fotógrafo en una entrevista para el medio australiano Stuff hace unas semanas.

El final es el siguiente: Arthur Edwards, de 86 años, ha sido el fotógrafo oficial de la casa real británica para el diario The Sun durante 45 años, siendo uno de los profesionales más longevos de su gremio y el que más tiempo ha pasado con los Windsor. Ha seguido a los royals en más de 200 giras por 120 países, también ha fotografiado siete bodas reales, cinco funerales y siete nacimientos. Acaba de publicar un libro con su obra titulado Behind the Crown: My Life Photographing the Royal Family (Tras la corona: Mi vida fotografiando a la familia real). A lo largo de su carrera, no solo ha conseguido inmortalizar momentos históricos, sino que ha logrado acercarse a los miembros de la casa real de una manera íntima.

Sacó la primera fotografía de Diana, pero Edwards también vivió su muerte. Entre medias, conoció y vio crecer a sus dos hijos. Es un defensor acérrimo del rey de Inglaterra, también de la reina consorte, Camila, y pasó de ser un fotógrafo agresivo a un amable conocido e increíblemente fiel a los royals.

Edwards nació en el seno de una familia de clase trabajadora en el barrio del East End de Londres. Su padre era camionero y su madre, limpiadora de oficinas. Cuando era adolescente, ellos fueron quienes le regalaron su primera cámara fotográfica. Costó 46 libras, lo que era una pequeña gran fortuna por aquel entonces, pero su madre no quería que su hijo terminase trabajando en los muelles como la mayoría de sus compañeros. Tras trabajar una época en un cuarto de revelado fotográfico, consiguió un empleo como fotógrafo en el diario The Sun en 1975. Dos años más tarde, en 1977, le hicieron el encargo de conseguir la fotografía más deseada del momento: la de la persona con la que el príncipe Carlos se casaría. Desde entonces, y especialmente gracias a esa primera instantánea de Diana, se convirtió en fotógrafo real oficial.

Diana lo cambió todo, tal y como relata Edwards en la entrevista en Stuff. Antes de Diana, el fotógrafo recuerda a una familia real más opaca, que rara vez interactuaba con la prensa, salvo para hablar de asuntos tan irrelevantes y socorridos como el clima. Cuando Lady Di apareció en escena, los medios se volvieron más agresivos, teniendo por objetivo transformar la obsesión del público en un lucrativo negocio que consistía en capturar la mejor imagen de la futura princesa. The Sun no fue menos, y por ello gastó una gran fortuna en enviar a Edwards allá donde el príncipe y la princesa fueran: “Fui a la luna de miel de Carlos y Diana. Cuando ellos fueron a esquiar, yo fui a esquiar. No fui el primer o segundo día, fui las dos semanas completas. Era un circo. Cuando Diana subió a un avión, 30 de nosotros subimos al avión con ella. Esos fueron los años codiciosos. Los años de ‘Ve, ve, ve; y consigue, consigue, consigue”.

Arthur Edwards fue uno de los fotógrafos más agresivos de la época, también el que lograba capturar las mejores fotografías. Eso incluía sacar imágenes de los príncipes Guillermo y Enrique a las puertas de su colegio o perseguirles durante sus vacaciones. “Era un estilo agresivo. Muy agresivo”, reconoce ahora el fotógrafo. También asegura que todo cambió la noche del 31 de agosto de 1997, cuando Diana de Gales falleció trágicamente en un accidente de tráfico en París, mientras era perseguida por un montón de paparazzi. Recuerda que recibió una llamada en torno a la medianoche: “Me dijeron: ‘Ve directo a Heathrow, hemos preparado un avión para ti, sale a las tres de la madrugada’. Cuando aterricé a las cuatro, llamé al periódico y me dijeron que Diana había muerto. Fui a fotografiar el túnel, había una niña dejando flores en el lugar del accidente”. Edward voló de nuevo a Londres: “Lloré mientras tomaba las fotografías del ataúd de Diana saliendo del avión. Necesitaba llevar las fotos a la oficina, pero no encontraba un taxi porque todos los taxistas culpaban a los fotógrafos de la muerte de Diana. El taxista que me llevó hasta allí finalmente me dijo: ‘Eres un asesino”.

Los tiempos han cambiado. O, al menos, así lo afirma Edwards. Ahora, la realeza puede ir a esquiar sin tener detrás un ejército de fotógrafos. Los principales medios de comunicación han dejado de seguir a los pequeños royals británicos cuando van a la escuela y, por lo general, están más centrados en cubrir eventos oficiales. A menudo, es la propia Kate Middleton, flamante princesa de Gales, la que se encarga personalmente de tomar las fotografías más íntimas de sus hijos, como el pasado domingo por el Día de la Madre. Edwards no echa de menos aquella época, pero tampoco se arrepiente: “No me siento mal por lo que hice. Estaba haciendo lo que hacían los periódicos por aquel entonces, ya fuera con miembros de la realeza, políticos o estrellas de cine. Vendíamos cuatro millones de periódicos al día. The Mirror vendía tres millones. Estábamos compitiendo por las ventas. Simplemente, no podrías ser el último. No me arrepiento de nada”. Ahora, los medios son más respetuosos, según opina el fotógrafo, quien, desde la muerte de Diana, empezó a pasar mucho tiempo, a menudo a solas, con quien sería el futuro rey: “A menudo yo era la única persona en el avión con él. Como en Nigeria o Arabia Saudita. La gente ya no se interesaba tanto por él. Pensaban ‘Diana se fue, eso es todo’. Pero nada había terminado porque él estaba haciendo un trabajo increíble. Y yo estaba sacando fotos realmente buenas”, ha confesado recientemente a la revista People.

Aunque considera que la muerte de Isabel II ha sido “el final de una era”, él es un firme admirador y defensor del rey Carlos III: “Durante 70 años, ha esperado para convertirse rey, pero no lo ha hecho sentado, jugando al backgammon y bebiendo champán. Él quería marcar la diferencia, y lo hizo. Es un pionero para los desvalidos. Si un gran supermercado llegara a un pueblo donde todas las tiendas locales serían destruidas, él lucharía por el pueblo”, asegura el fotógrafo. “Es un hombre genuinamente amable, y hasta ahora ha tenido un gran comienzo de su reinado como rey. Y creo que la gente ahora lo respalda. Fui a Bolton, una ciudad en el norte de Inglaterra, hace unas tres semanas, y había multitudes”, asegura el fotógrafo. “De repente, a los 74 años, se ha convertido en una estrella de rock, y todos quieren venir a verlo”.

También tiene una muy buena opinión sobre la reina consorte, Camila, quien le causó cierta sorpresa nada más conocerla por su espontaneidad: “Nuestra primera gira fue por los Estados Unidos, y recuerdo ir a un mercado al norte de Los Ángeles [California], y alguien le dio un melocotón o algo así y ella empezó a comérselo, ¡algo que ningún miembro de la realeza haría! Pero lo hizo. Realmente lo disfrutó. Y recuerdo haber dicho, ‘Diana nunca haría eso’. Pero ella [Camila] era diferente. Y eso supuso un significado completamente nuevo para el príncipe Carlos. Ahora es una persona mucho más feliz. Está contento. Y siempre se refiere a ella como ‘mi querida esposa”, ha contado el fotógrafo. Dice que el punto más fuerte de Camila es no haber perdido su conexión con el mundo real. También su facilidad para hacer reír: “Tengo muchas fotos de ellos riéndose juntos”. Considera que Camila es un “gran activo” para la corona.

Es quizás por este amor profeso al rey Carlos y a Camila que el príncipe Enrique y su esposa, Meghan Markle, no son sus royals preferidos. En la entrevista con Stuff, el periodista asegura que el fotógrafo utiliza palabras como “desagradable” y “traicionero” para referirse a Enrique de Inglaterra. Edwards dice no entender cómo el joven que alguna vez fue el miembro más popular de la familia real británica se ha convertido ahora en “el más despreciado”. Reconoce que también mantuvo una relación agradable con Enrique, a quien vio crecer, antes de que él y su esposa decidieran marcharse a Estados Unidos y emitir el polémico documental de Netflix en el que explican su versión de los hechos, así como el consiguiente libro de memorias del príncipe: “Una vez en África, nos sentamos después de un largo día y él se ofreció a prepararme una taza de té. Me contó por qué estaba tan entusiasmado con su trabajo de caridad y por qué era tan significativo para él. Era un chico encantador. Ahora, su familia no quiere hablar con él, porque cualquier cosa que digan podría terminar en otro libro”.

A sus 86 años, Arthur Edwards sigue en activo y se resiste a retirarse. Su próxima tarea como fotógrafo será una primera vez décadas después en su profesión, algo que ni siquiera él, que lleva toda la vida siguiendo a la realeza, ha podido vivir hasta ahora: una coronación.



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