Un mes y medio después del terremoto que sacudió el sudeste de Turquía y el noroeste de Siria y causó cerca de 60.000 muertos, las excavadoras aún siguen retirando escombros y demoliendo edificios. La tarea es titánica: suman en torno a 200 millones de toneladas de restos de hormigón, ladrillos, metales, maderas, según cálculos del Programa de Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD). En términos de volumen, estos escombros, amontonados en pilas de un metro de altura, ocuparían 100 kilómetros cuadrados, es decir, la superficie de Barcelona.
Unos 3,3 millones de personas se han visto desplazados por el terremoto solo en Turquía. Lo que equivale a toda la población de Madrid o del área metropolitana de Barcelona. Muchos se han marchado a provincias del oeste del país, donde viven en casas de parientes, hoteles que les han abierto sus puertas o residencias universitarias. Pero casi dos millones, según datos del Gobierno turco, residen en campamentos para damnificados en la región del seísmo, donde, además, las tormentas de la pasada semana provocaron inundaciones y una veintena de muertos.
Más de medio millón de viviendas han sido destruidas por el terremoto o deben ser demolidas por los graves daños estructurales sufridos. Además, otras 130.000 han sufrido daños moderados y no pueden ser habitadas hasta que sean ampliamente reforzadas. Igualmente, hay decenas de miles de edificios públicos ―desde escuelas y hospitales a oficinas de la Administración― severamente dañados, y también otros de titularidad privada, desde establos y granjas a fábricas. Pero también hay daños a infraestructuras clave como carreteras, aeropuertos, puertos, vías férreas, líneas y estaciones eléctricas, presas y embalses… Más de 1.000 kilómetros de tuberías de agua potable y cerca de 2.000 kilómetros de cloacas han resultado dañados, así como varias depuradoras y plantas de tratamiento de aguas residuales.
“La magnitud de la destrucción es tremenda. En la carretera que va desde Nurdag a Antioquía [a lo largo de la falla del sudeste de Anatolia] lo único que cambia en los edificios es si están muy tocados o están en el suelo. El tamaño del área afectada es de 110.000 kilómetros cuadrados —una superficie mayor que Austria o Portugal, y similar a Bulgaria—, lo que genera un problema muy grande. No es como en otros lugares en los que hemos estado, donde puedes concentrar los trabajos de reconstrucción”, ejemplifica Humberto López, director del Banco Mundial para Turquía y que recientemente estuvo en la zona para analizar la situación. La primera estimación de daños hecha por el Banco Mundial estableció en 34.000 millones de dólares (unos 31.500 millones de euros) el impacto directo del terremoto, a lo que suma los costes de reconstrucción ―de otro tanto― y las pérdidas asociadas a la interrupción de la vida económica en la zona, que la institución estima en unos 4.000 millones de dólares.
Estos cálculos han sido superados por otros hechos por el PNUD (más de 100.000 millones de dólares) o por el propio Gobierno turco, que eleva la factura del terremoto a 103.600 millones de dólares (96.000 millones de euros) o en torno al 10% del PIB del país. La oposición turca, que tiene puestas sus esperanzas en las próximas elecciones de mayo, considera que la cifra será aún mayor: 126.000 millones de dólares. Sobre la disparidad de las cifras, López explica: “En estos cálculos hay que distinguir el daño sufrido en la infraestructura afectada, que es lo que hemos calculado nosotros. Otra cosa es el coste de recuperación de ese daño, que es más difícil de calcular porque depende de cómo se lleve a cabo la reconstrucción. Nuestros datos sugieren que la mitad del daño se ha producido en edificios residenciales de propiedad privada. Y todavía desconocemos cómo se llevará a cabo su reconstrucción, si se hará mediante la iniciativa pública, subsidios, etc.”.
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Y, pese a ello, una fuente europea involucrada en las tareas de análisis de los daños explica que el impacto, en términos de coste de daños, es mucho mayor: “Todavía no se ha completado la evaluación en muchos aspectos. Se necesita un análisis más detallado del impacto no únicamente en los edificios, sino también en la gente. Y el coste de la reconstrucción será aún mayor, porque no se puede reconstruir como antes”.
El Ejecutivo de Recep Tayyip Erdogan ha prometido edificar medio millón de viviendas en el plazo de un año. De ellas, parte serán construidas por el organismo público TOKI y parte se harán mediante licitaciones semiabiertas a las que se presentarán empresas privadas. Y es que habrá áreas de localidades que deben ser trasladadas de lugar porque, como han demostrado los seísmos, el suelo donde se hallaban no resistirá nuevos temblores potentes, por muy bien que se construya. “El terreno se comportó durante el terremoto como si fuese líquido y las construcciones perdieron todo nivel de apoyo, así que nuestros técnicos explican que, en estas zonas, no se podrá reconstruir”, afirma López.
En algunas localidades ya se han empezado a excavar los cimientos de las nuevas áreas urbanas tras un decreto ley de Erdogan, algo que la Unión de Cámaras de Arquitectos e Ingenieros Turcos (TMMOB, en sus siglas en turco) considera prematuro, porque se está haciendo sin estudiar un nuevo plan de urbanización. Además, Eyüp Muhçu, presidente de la Cámara de Arquitectos de Turquía (parte de la organización gremial), explica que todavía no es seguro empezar a construir, ya que las constantes réplicas que sufre la región pueden dañar los cimientos durante el fraguado del cemento. “Se está empezando a construir con prisas por puro electoralismo. Para poder decir antes de las elecciones [de mayo]: ‘Ya hemos construido tantos edificios, así que terminaremos antes de un año”, denuncia Muhçu. “En lugar de eso, se deberían garantizar condiciones de habitabilidad en los asentamientos temporales porque es probable que los damnificados pasen allí dos o tres años. Sin embargo, no se está prestando atención. Hay pocos contenedores y casas prefabricadas. La mayoría vive en tiendas, en malas condiciones, y podemos tener problemas como los de las recientes riadas”.
Este lunes, en la Conferencia Internacional de Donantes en Bruselas, el ministro de Exteriores turco, Mevlüt Çavusoglu, afirmó que Turquía construirá “más rápido, mejor y más ecológico”, pero los expertos subrayan la necesidad de enfocarse en la “calidad” antes que en la rapidez, teniendo en cuenta la zona de gran actividad sísmica en la que se asienta Turquía.
En Bruselas, los donantes comprometieron unos 6.000 millones de euros en ayudas y créditos blandos para la reconstrucción de Turquía, una cantidad muy inferior a la necesaria, aunque podría ser ampliada en el futuro. “Estoy seguro de que, en los próximos años, la comunidad internacional ofrecerá más dinero según las necesidades. El cuello de botella no será el dinero, sino los proyectos de reconstrucción”, sostiene la fuente europea, y lo ejemplifica en que las necesidades de vivienda son cinco o seis veces la capacidad de construcción anual del sector en Turquía. Cada país o institución donante elegirá cómo distribuye los fondos, pero en el caso de los europeos irán a proyectos concretos, a los que se hará un seguimiento técnico y financiero: “Es importante para los donantes que los proyectos cumplan una serie de requisitos. Y además tenemos que justificar cada céntimo de los contribuyentes europeos”.
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